Extracto del libro de Roldán Jimeno, Miguel Javier Urmeneta (1915-1988). Segunda República, Franquismo y Transición, Pamiela, 2015, que aparecerá en diciembre

en la convulsa Navarra de principios de los setenta muchos consideraron que Miguel Javier Urmeneta era la única persona que podía alcanzar la vicepresidencia foral, y ejercer desde ahí la palanca de cambio que necesitaba la provincia. Un nutrido grupo de profesionales y militantes sindicales de diferentes ideologías le ofrecieron su apoyo, sin condición alguna, para que regresara al Ayuntamiento de Pamplona manteniendo su criterio político. Lo haría presentándose a las elecciones municipales de 1973 a través del Tercio Sindical, para presentarse, a continuación, a diputado foral en las elecciones de 1974, pues era necesario ser concejal para poder acceder a los comicios forales.

El veto a Urmeneta El salto a la Diputación requería del apoyo del Movimiento. Como primer paso, era necesario consultar al gobernador civil José Luis Ruiz de Gordoa. Este mo lo quería en la Diputación. Tampoco lo querían otros grupos de presión oligárquicos que sabían que Urmeneta no era persona que pudieran ahormar y poner a su servicio. Tenían otro candidato oficial. Sin embargo, cuando Urmeneta acudió al despacho del gobernador civil en el mes de septiembre y le informó que deseaba presentarse al cargo, este jugó al engaño hipócrita y le indicó que le parecía el candidato más adecuado para el puesto. De inmediato, Gordoa comenzó a urdir una estrategia para impedir el paso de Urmeneta al palacio foral. Este se enteró desde el primer momento del doble juego del gobernador, pues, al día siguiente, una autoridad local le advirtió que Gordoa le había manifestado que Jesús Aizpún Tuero era el “candidato oficial” para el cargo de diputado foral. Aizpún carecía del currículum y carisma popular de Urmeneta.

Miguel Javier Urmeneta fue muy consciente del juego político que se traía el sector más reaccionario del Régimen de Navarra. Estratega nato, acudió nuevamente a Gordoa. Este, para ganar tiempo, le animó a hablar con el ministro de la Gobernación, Carlos Arias Navarro, con el fin de que le expusiera su decisión de concurrir a las elecciones a concejal por el Tercio Sindical, como paso previo a las elecciones a diputado foral. Acudió a Madrid, y Arias Navarro le animó a presentarse, asegurándole “la absoluta neutralidad del Gobierno”. Pero solo meses después se dio cuenta que el ministro era perfecto conocedor de la maniobra que el responsable máximo del Movimiento Nacional en Navarra se traía entre manos.

Creyéndose arropado por Arias Navarro, Miguel Javier Urmeneta presentó su candidatura por el Tercio Sindical.

La impugnación Su candidatura fue impugnada por una supuesta incompatibilidad para ejercer de concejal siendo director de la Caja de Ahorros Municipal. El argumento no se sostenía, pues los trabajadores de la Caja no lo eran del Ayuntamiento, como lo demostraba el hecho de que el propio Urmeneta hubiera compatibilizado la dirección de la CAMP con la alcaldía, primero, y con su cargo de diputado foral -para el que se requería ser concejal-, después. El tribunal Supremo dio la razón a Urmeneta, pero por el tiempo transcurrido, ya no pudo alcanzar su objetivo de presidir Navarra.