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Unas 200 familias navarras buscan a sus ‘bebés robados’ en el franquismo

Esta práctica, por la que se entregaron en adopción miles de recién nacidos en el Estado, se prolongó entre 1936 y 1990Ocho personas dan su testimonio sobre la pérdida y búsqueda de sus hijos e hijas

Unas 200 familias navarras buscan a sus ‘bebés robados’ en el franquismo

pamplona - El franquismo cayó sobre la vida de las personas igual que una enfermedad imparable, cruel y sin descanso. Sobre lo que sucedió durante los años de la dictadura hay muchas luces pero también muchas sombras, largas y oscuras que merece la pena esclarecer. Una de estas es el paradero de los llamados bebés robados, que fueron arrebatados de sus familias y entregados en adopción nada más nacer. Navarra no fue ajena a estas prácticas. De hecho, se estima que cerca de 200 personas fueron marcadas por esta cruel trama, que se extendió en el tiempo desde 1936 hasta 1990. Ahora, sus familiares, cuya lucha por la verdad nunca ha cesado, cuentan su historia.

“Ni mi marido ni yo vimos el cadáver; la clínica dijo que se ocupaba de todo”

“Di a luz a las 07.00 horas del 12 de febrero de 1958 en la Clínica San Fermín de Pamplona a una niña de aspecto sano, que me dijeron que podía tener alguna cardiopatía porque presentaba un color un poco morado. No la volví a ver en todo el día y, a las 19.00 horas, pedí a un familiar que acudiera a ver qué tal estaba. Le dijeron que la niña había fallecido, pero en ningún momento el personal de la clínica se puso en contacto conmigo ni me comunicó nada. Solo antes de irme la monja que trabajaba allí me dijo: ‘no te preocupes, dentro de un año estás aquí otra vez’. Ni mi marido ni yo pudimos ver el cadáver ni la pudimos enterrar porque la clínica se ocupaba de todo y, a pesar de haber vivido 12 horas, se consideró un aborto”.

“Tres religiosas le dijeron a mi madre que ya tenía un angelito en el cielo”

“Mi madre ingresó en la Maternidad de Pamplona el 27 de diciembre de 1955 para dar a luz a su tercer hijo, mi hermano, un niño que fue prematuro pero con buen estado de salud. Durante el parto, mi madre fue atendida por las comadronas y religiosas y un ginecólogo. La noche del 31 de diciembre fue la última vez que mi madre tuvo a su hijo consigo y le dio el pecho. El día 1 de enero, recibió la visita de tres religiosas que le dijeron que estuviese tranquila, que ya tenía un angelito en el cielo. Cuando mi madre pidió verlo, le dijeron que era mejor que no, por el disgusto que se podía llevar. Ahora que buscamos información, vemos que en el libro de familia no hay ninguna inscripción de nacimiento ni de fallecimiento a nombre de mi hermano”.

“A las horas de nacer el bebé, sano, la monja dijo que había enfermado”

“Cuando mi madre se puso de parto después de nueve meses de embarazo, fue a la Maternidad de Pamplona. El 16 de febrero de 1963 dio a luz a su quinto hijo, un bebé normal, después de un parto sin problemas ni complicaciones. Todo parecía correcto hasta que, a las horas de haber nacido, incluso después de darle el pecho, llegó una monja diciendo que le iban a dar un pequeño disgusto: el bebé había enfermado y le metían en la incubadora. Le dijeron, en un principio, que estuviera tranquila, aunque más tarde volvieron para comunicarle que el bebé había fallecido. Le dijeron a mi padre que llevara una caja, y cuando llegó con ella y con unas ropitas para llevarle al pueblo y enterrarle, le dijeron que ellas se encargaban de todo y no le dejaron ver a su bebé. El hecho de que no les dejaran ver el cadáver de su recién nacido siempre les creó una duda que hasta hoy no hemos resuelto”.

“Oyó a sus hijos llorar pero no los pudo ver, ya que se los llevaron”

“El 17 de agosto de 1963 en la antigua Maternidad de Pamplona mi madre dio a luz a dos niños gemelos, en un parto normal. Oyó llorar a los niños pero no los pudo ver, ya que inmediatamente se los llevaron a la incubadora alegando que pesaban menos de lo que realmente pesaban. Ella permaneció ingresada una semana, durante la cual le negaron repetidamente el derecho a ver a sus hijos. El 24 de agosto, le dieron el alta médica y, cuando insistió en ver a sus hijos, le acompañaron a la incubadora, sin pasar dentro. Se marchó al pueblo y el 29 de agosto le comunicaron que uno de sus hijos había fallecido y lo habían enterrado. El 3 de septiembre, le dijeron que había fallecido el segundo hijo. En ninguno de los dos casos pudieron ver a los niños muertos ni pagaron cantidad alguna por los enterramientos. Los informes médicos de los niños son muy vagos, con muchas contradicciones y falta de información. La sepultura de mis hermanos desapareció antes de los 5 años, sin autorización previa de los familiares y sin explicación alguna por parte del cementerio”.

“Me gustaría decirle a mi hija que no la abandoné; la sigo buscando”

“En la actualidad y desde hace ya unos años he intentado saber algo de mi hija, sin éxito. Hace unos 8 años acudí al Arzobispado de Pamplona, donde por respuesta obtuve lo siguiente: ‘Te has casado, tienes dos hijos más, no pienses más en ello, déjalo correr, no vas a sacar nada en claro’. En ese mismo viaje contacté con algún familiar, que me dijo que las noticias que ellos tenían era que la niña había sido adoptada por un ‘pez gordo’ de una casa de coches importante (Nissan o alguna otra similar) y que habían acabado marchando a Alemania. Sin embargo, una señora de Esquiroz me comentó que mi hija había sido adoptada por los alrededores de Pamplona. Me gustaría decirle un día a mi hija que no la abandoné. Por ello me he decidido a seguir buscando, no me quiero rendir”.

“Cuando preguntó por sus hijos, le dijeron que los había asfixiado”

“Mi madre acudió por primera vez para dar a luz a la Maternidad de Pamplona con su tercer y su cuarto hijos, ya que los tres primeros fueron partos con una matrona en casa. Estos embarazos fueron bien y no entiende los motivos por los que estos dos hijos murieron. Cuando salieron diferentes casos a la luz, en seguida le vinieron a su recuerdo sus bebés muertos. Siempre cuenta que no pudo verlos, ni ella ni nadie de su familia, y que cuando preguntó por ellos le dijeron que los había asfixiado ella. Tampoco tiene ninguna documentación, ni de los partos, ni de los fallecimientos, ni nada. En esos momentos, mi padre no la acompañaba porque estaba trabajando, por lo que mi madre pasó por ello sola, siendo ella una mujer humilde si eso se puede considerar como algo significativo. En el parto de su siguiente hijo, que sobrevivió, antes de dar a luz en Maternidad dijo que no entendía qué pasaba, ya que siempre que había dado a luz en casa sus hijos sobrevivían. El personal que le atendió no tomó muy bien su comentario, pero ella se llevó su hijo a casa en aquella ocasión”.

“Un mes antes de dar a luz veía que una pareja no paraba de mirarme”

“Me quedé embarazada de mi primer hijo a los 16 años. Yo venía de una familia muy humilde, y en aquellos tiempos no estaba bien visto que una chica tan joven fuera a ser madre, por lo que sufrí el rechazo de mi familia. Recuerdo que en consulta con un ginecólogo, el trato que recibía no era el mismo que el de las demás. En Maternidad, un mes antes de dar a luz, veía a una pareja de unos 35 años y con buena apariencia que no paraba de mirarme. Por fin llegó el día del nacimiento de mi hijo, y lo que me pareció un paraíso al sentirlo junto a mí se convirtió en un infierno. Las monjas me lo quitaron con la excusa de que iban a limpiarlo y a mí me llevaron a una habitación oscura sin ventanas. Aunque me harté de preguntar por mi hijo, no me hacían caso, y al día siguiente me dijeron que había muerto. Metieron su cadáver en una caja con clavos y nunca pudimos verle. Me lo arrancaron de mis brazos. Cuando dejé Maternidad, sabía que mi hijo seguía vivo. Desde entonces no he dejado de buscarlo y de recordar aquella sensación que tuve al ponerlo junto a mi pecho; lo recuerdo como si fuera hoy. Lo único que deseo ahora es, antes de morir, encontrarlo y saber que está bien”.

“Despertó del paritorio y le dijeron que había parido un bebé muerto”

“Este era el octavo embarazo de mi madre, y todos los anteriores habían sido normales. El día que se puso de parto, acudió a la Maternidad de Pamplona y según llegaba, le atendió una matrona que le dijo que el niño que esperaba estaba muerto desde hacía dos o tres días. A mi madre le extrañó, porque notaba cómo se movía. Le llevaron a rayos y cuando volvió le condujeron hasta el paritorio, donde dos hombres la durmieron entera. Cuando se despertó, ya había dado a luz. La enfermera le dijo que había sido una niña con bajo peso y morena, que había nacido muerta. Esto nos extrañó porque todos los hermanos habíamos nacido con más de 4 kilos y rubios. Cuando mi padre subió a Pamplona, pidió ver a su hija, lo cual le negaron. Le dijeron que comprara una caja de madera para su entierro. Cuando él pidió llevarla a Olite para enterrar, le respondieron que no se preocupara, que ellos se encargaban de todo. Mi madre permaneció unos días ingresada y, durante su estancia, una monja estuvo con ella todo el tiempo haciéndole compañía, algo que no había ocurrido en ningún parto anterior”.