el pasado 11 de noviembre se cumplió el octogésimo aniversario de uno de los tres bombardeos aéreos que sufrió la ciudad de Pamplona en el transcurso de la Guerra Civil. El primero de ellos tuvo lugar el día 22 de mayo de 1937, y quizá su objetivo fuera el palacio de Capitanía, el actual Archivo Real y General de Navarra, donde residía el general Emilio Mola, el llamado director del alzamiento militar de julio de 1936. Las bombas cayeron en las proximidades del Portal de Francia, causando la muerte de once personas, entre ellas cinco mujeres y tres niños.

El segundo bombardeo se produjo el 11 de noviembre de 1937, dos días después de que Francisco Franco en persona visitara Pamplona para otorgar a Navarra la Cruz Laureada de San Fernando, y afectó a la Casa de Misericordia, la estación de autobuses y la Diputación, donde todavía son visibles los impactos de metralla de las bombas lanzadas ese día. Varios proyectiles cayeron también en los barrios extramurales de esta ciudad, y en total fueron siete las víctimas mortales que hubo que lamentar. Las bombas cayeron por última vez en Pamplona el día 18 de enero de 1938, causando un muerto.

en la retaguardia Tras el inicio de la guerra el 18 de julio del 36, Navarra fue rápidamente controlada por el bando sublevado, y salvo alguna pequeña escaramuza en la Ribera al inicio del conflicto, en este territorio no hubo un frente de guerra. Sin embargo, es de todos sabido que la violencia desencadenada en Navarra durante este lamentable periodo histórico contra la República sumó más de 3000 muertos, la gran mayoría civiles.

Así pues, aunque también se produjeron bombardeos con víctimas mortales en otros puntos de Navarra como Lumbier o Tudela, a la cifra de civiles fallecidos durante el conflicto hay que añadirle los veintiún muertos que la aviación republicana causó entre la población civil de Pamplona.

A pesar de ser una zona alejada del frente, estos bombardeos hicieron que la población de Pamplona viviera de continuo con el miedo a sufrir nuevos ataques aéreos. Sin embargo, desde el inicio del conflicto la ciudad es una de las zonas más seguras de la retaguardia nacional, como lo demuestra el hecho de que el arzobispo de Toledo y cardenal primado de España, Isidro Gomá, eligiera la vieja Iruña como refugio, posiblemente aconsejado por el general Mola.

Y en esta ciudad estuvo alojado en el convento que las madres josefinas todavía hoy conservan en el barrio de la Magdalena. Tal como escribió el entonces obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea, Gomá “sentó su cátedra en una humilde alcoba del Asilo de las Josefinas. En ella vivió como un novicio: separada la cama del recibidor por un pobrísimo biombo, y calentado en los rígidos días de invierno por una sencilla estufa, cuyo tufillo mareador hemos sufrido los eventuales contertulios, a pesar del delicadísimo cuidado que ponían las buenas monjitas. El cardenal no lo sentía. Se encontraba tan bien en el rincón del barrio de la Magdalena, como en el suntuoso palacio del Primado de España; y fueron estériles cuantas instancias le hice para que nos honrara viviendo en nuestra casa”.

Isidro Gomá Sobre el cardenal Gomá se ha escrito mucho, y sin duda su papel durante la Guerra Civil (1936-1939), como máximo dirigente de la Iglesia española, fue fundamental, ofreciendo el apoyo de los católicos al bando sublevado.

Gracias a su intervención, el papa Pío XI no solo apoyará al sector nacional, sino que agradecerá al general Franco la defensa que hizo de la Iglesia. Igualmente, la alocución que Gomá dedicó a los obispos del mundo logró para las tropas golpistas el apoyo convencido de la Iglesia a nivel internacional. Suyas son las palabras: “¿La guerra de España es una guerra civil? No; una lucha de los sin Dios (?) contra la verdadera España, contra la religión católica”.

Tras la conquista del Alcázar de Toledo por las tropas de Franco (27 de septiembre de 1936), hecho de gran importancia simbólica en el devenir de la guerra, quiso regresar a su sede diocesana, pero la cercanía con el frente y que su presencia en la ciudad intensificaba los bombardeos del ejército republicano, hicieron que decidiera establecerse en Pamplona hasta el final de la guerra.

En el convento de las Josefinas recibirá multitud de visitas de altas personalidades de la derecha nacional, y contamos con imágenes de él acompañado por la élite militar carlista y franquista de Navarra en el balneario de Belascoáin, a donde también acudía para tratarse una dolencia renal.

Bombas en la Magdalena En los años que llevo realizando investigaciones sobre la historia de este pequeño barrio extramuros de la ciudad, han sido muchas las ocasiones en las que he escuchado narrar a sus mayores el episodio de las bombas que cayeron en la Magdalena durante la Guerra Civil, una experiencia difícil de olvidar para quienes la vivieron.

A pesar del tiempo transcurrido, todavía quedan testigos del bombardeo que nos pueden contar lo sucedido. Uno de ellos es José Mari Zabalza, de 88 años y miembro de una familia de hortelanos muy conocida en el barrio: “Claro que recuerdo lo de la bomba que cayó en la Magdalena, fue además en el exterior de las antiguas escuelas el barrio -hoy centro de día de Salud Mental Irubide, en la calle Magdalena-, cayendo junto al frontón que había. Por suerte el bombardeo fue un jueves por la tarde, y en aquellos años esa tarde era la única que teníamos fiesta en la escuela, por lo que no hubo que lamentar víctimas, de lo contrario no sé qué hubiera pasado?”.

Nadie de esa generación ha olvidado que las Josefinas, durante esas fechas, contaban con un huésped de lujo, el cardenal Isidro Gomá. Lo rememora Fermina Iturmendi, de 89 años, y entonces residente en la conocida Taberna de las moscas, pegante al mismo convento: “El cardenal estuvo allí refugiado durante la guerra. Recuerdo perfectamente cómo solía haber un veterano carlista siempre de guardia en la puerta de las Josefinas. De hecho, como curiosidad, un día se escapó un novillo que llevaban al matadero y acabó abatido en la Magdalena por los disparos de este requeté”.

Numerosos vecinos y vecinas del barrio, preguntados por el episodio del bombardeo, coinciden en la reflexión de que las bombas de aquel fatídico 11 de noviembre de 1937 no iban dirigidas a un barrio de hortelanos poco poblado, sino contra la residencia del primado de España.

No son pocos los investigadores y escritores que citan equivocadamente que el segundo bombardeo de Pamplona tuvo lugar el día 12 de noviembre de 1937, siguiendo debido seguramente a la desinformación al respecto ofrecida por la prensa de la época, que apenas menciona este hecho. Por esta razón, en un primer momento, ninguna fecha relacionada con las bombas caídas en Pamplona durante la guerra me cuadraba con ese rememorado jueves en la Magdalena, pero -revisadas las fuentes primarias- no hay duda de que el bombardeo se produjo el día 11.

Hasta el 13 la prensa no informó de este suceso, y lo hizo solamente para condenar el ataque y cargar las tintas contra Francia por el supuesto apoyo de este país a los aviones republicanos. Silenciaron todos los rotativos de la ciudad los detalles de la agresión y no se menciona ninguna cifra de víctimas, salvo en unas reproducciones que ofrecen de la prensa nacional, días después, en las que se habla de un centenar de víctimas. A día de hoy, todo apunta a que el número de víctimas mortales de tan dramática jornada se elevó a siete personas.

Gomá, ¿objetivo del ataque? Para los vecinos del barrio no hay duda de que el cardenal era el principal objetivo de las bombas que cayeron en las afueras de la ciudad, pero ¿estaba Gomá en esas fechas en las Josefinas? Las fuentes oficiales, por su parte, dicen que se encontraba en Venta de Baños (Palencia), en una Conferencia de obispos metropolitanos, entre los días 10 y 13, en la que se acordó elaborar un nomenclátor de sacerdotes y religiosos mártires a consecuencia de la guerra. Por otro lado, la prensa de Pamplona inserta una nota a los pocos días del bombardeo diciendo que el cardenal ha regresado a su residencia de las Josefinas “después de pasar unos días en Toledo”.

Aunque sabemos que en la guerra la primera víctima siempre es la verdad, no podemos discutir que el cardenal se hallará ese día fuera de Pamplona. Sin embargo, terminada la guerra, y con la salud ya muy deteriorada, Gomá volvió a la Magdalena, donde tan bien le habían cuidado las monjas, buscando mejorar sus dolencias. No lo logró, regresando a Toledo de urgencia solo para cumplir su último deseo de morir en su sede arzobispal, lo que sucedió el 22 de agosto de 1940. De esta última visita también hubo crónica periodística, y en ella una hermana josefina comentaba que: “una bomba de aquel avión rojo cayó a pocos metros de la huerta. El Cardenal exclamó: Esa bomba ha sido enviada para mí. Pido a Dios que no haya causado víctimas”.

Es difícil aseverar que uno de los objetivos de ese bombardeo republicano fuera el primado de España, pero sin duda alguna el propio cardenal así lo pudo entender, coincidiendo con la opinión mayoritaria de los vecinos y vecinas del barrio de la Magdalena.

Paseo del cardenal Gomá Aunque fue un título honorífico que no tuvo calado en el día a día de los vecinos del barrio, el pleno del Ayuntamiento de Pamplona del 24 de agosto de 1940, dos días después del fallecimiento del arzobispo de Toledo, acordó denominar con este nombre al paseo que se extiende delante del convento de las madres josefinas, con el deseo de perpetuar el recuerdo del “purpurado primado de España”. Hubo placa conmemorativa de mármol con tal denominación en la fachada de la residencia, hasta que en 1978 -según lo narra José Joaquín Arazuri- se le dio la vuelta, se pulió el reverso y se grabó la inscripción de Colegio Hijas de San José, cayendo en el olvido la memoria de Isidro Gomá. A día de hoy, no me consta cambio o anulación oficial de esta vía, tal como sucedió con otras calles de la cercana Txantrea, por lo que todavía puede ser a nivel oficial el nombre de este rincón pamplonés pegado al entrañable puente del barrio de la Magdalena.