pamplona - Entre los centenares de casos que Aname recibe a lo largo del año, Manolo Ledesma, responsable de la sección de mediación penal, destacó tres asuntos que le vinieron a la cabeza por las situaciones de conflicto que describían y que se abordaron con final feliz. Ledesma recordó un conflicto entre dos compañeros de trabajo cuya amistad se remontaba antaño. Sin embargo, una mala noche, con los dos participando en una fiesta en un bar y un comentario de un tercero que fue malentendido por uno de ellos, terminó como el rosario de la aurora. Uno de ellos agredió al otro con violencia, el parte de lesiones fue importante y el pago de estas sumaba varios ceros. Se sometieron a mediación, donde se demostró que todo fue una confusión, unas palabras que uno entendió de forma errónea estando de fiesta. Todo se saldó sin juicio y sin pago de las lesiones. Valía más la amistad recompuesta.
En otro caso se medió en un asunto de violencia doméstica entre una hija que pegó a su padre. Su situación era tensa años atrás, con evidentes problemas de convivencia. Pero iban a llegar a un juicio, a una condena y a un alejamiento, que ninguno de los dos deseaba. Al mediar, se evitó esa solución. Se derivó al equipo de psicólogos y se consiguió poner las bases para pacificar la relación. Por último, un representante de un comercio de electrónica de un centro comercial estaba desesperado por la frecuencia con la que acudía al juzgado. La mayoría de veces por delitos leves de hurto. Sus jefes le decían que si el infractor pagaba, que se olvidara. Pero él, como persona física, necesitaba algún resarcimiento para comprobar que no era un mero intermediario que perdía el tiempo acudiendo a denunciar, a presentar grabaciones de las cámaras... Le valieron unas disculpas de un ladrón en un proceso de mediación para saldar un asunto. - E.C.