a actual crisis se ha cebado con los jóvenes en el terreno laboral y en el de las oportunidades y una vez más se sienten olvidados por la clase política, cansados, solos, sin planes de futuro y con heridas emocionales causadas por la pandemia.

Gloria Tudurí, psicóloga clínica y coautora de ¿Qué hago con mi vida? explica que en este último año hay dos grupos claramente damnificados, el de los mayores y el de la juventud y los adolescentes, porque “el aislamiento ha sido mayor y han estado sin relaciones sociales ni amigos”.

Al principio de la pandemia “nos hemos centrado mucho en los mayores porque eran los más vulnerables a nivel de salud física y de contagio y eran los más aislados; pero en la pandemia han sufrido todos y nos hemos dado cuenta ahora de que no hemos prestado atención suficiente a los jóvenes”.

“Los jóvenes han pasado más tiempo en casa y eso ha generado tensiones. Además muchos han perdido las actividades deportivas con las que desfogarse, tanto estudiantes como trabajadores. Entre los que trabajan y viven solos también se ha notado esa soledad y hartazgo de todo a través de la distancia”, explica la psicóloga, quien apunta a que en las consultas están llegando muchos casos de estrés y ansiedad que no siempre llegan a la depresión.

Opina, por otro lado, que hay “muchísimos” jóvenes responsables que se han auto aislado y les ha costado retomar las rutinas y quedar con amigos y familia. “Depende mucho de cada persona, no se puede criminalizar en general”, señala acerca de las imágenes de fiestas y conductas que aparecen en los medios.

La encuesta del CIS sobre salud mental durante la pandemia reveló que el 35,1% de los españoles ha llorado debido a la covid y por edades los más frágiles han sido los más jóvenes, entre los 18 y los 24 años.

También redundó en un cambio de comportamiento de los menores. El porcentaje de progenitores que han tenido que llevar a sus hijos a algún profesional de salud mental para solicitar ayuda se sitúa en el 12,6%.

Un informe reciente del Instituto de la Juventud subraya que, una vez más, los jóvenes son los que han sufrido con mayor intensidad los efectos del parón económico derivado de la pandemia. Se refleja, por ejemplo, en la caída de la tasa de actividad (que mide la proporción de personas jóvenes que tienen un empleo o lo buscan activamente) y en la caída de la tasa de empleo que recoge la EPA.

Tanto el paro registrado como el total de demandas de empleo han sufrido un incremento significativamente superior entre la población joven y la destrucción de empleo ha incidido sobre todo entre los menores de 35 años.

Pablo, Rubén, Eduardo y Benito, entre los 24 y 25 años, graduados en Químicas, Animación, Diseño Digital e Informática y Videojuegos, no cejan en la búsqueda de empleo, pero sin éxito, y se declaran muy cansados de esta situación de impass de tantos meses, en la que además han erosionado sus lazos sociales.

Ni siquiera se plantean planes de futuro, ven muy lejano irse de casa y construir una vida independiente, un panorama que se ha agravado con la llegada de la pandemia, coinciden. “Todo el mundo está solo y se lo come solo, aunque siempre ha sido así; estamos interesados en la política pero nunca se nos toma en cuenta”, explica Eduardo, quien se queja de que se responsabilice a los jóvenes del aumento de los contagios cuando se les obliga a tomar el transporte público atestado en hora punta.

En similares términos se pronuncia Fernando Carruesco, miembro de Global Shapers Community, la comunidad de jóvenes del Foro Económico Mundial, e impulsor de la plataforma Talento para el Futuro, cuyo objetivo es dar visibilidad y voz a la juventud mediante el diálogo con instituciones. “Por más que nos movilizamos y queremos construir parece que no hablamos el mismo idioma que los actores e instituciones que cambian las cosas. No estamos en los procesos de toma de decisiones políticas ni en ninguna parte ¿Por qué no se nos toma en cuenta?”, se pregunta.

Con la actual crisis, Carruesco opina que se ha producido una aceleración de un sentimiento de desafección y desconexión que “agrava la sensación de vulnerabilidad, indefensión e incertidumbre”. Según su experiencia personal, hay muchos amigos suyos que por desesperación han tirado la toalla, titulados superiores que directamente se han puesto a opositar porque no confían en trabajar en el sector privado o los que aceptan cualquier tipo de empleo: “han tirado por tierra todas sus expectativas”.

Piensa además que se les ha señalado como “la cabeza de turco fácil: es más sencillo decir que los jóvenes se portan mal a decir que se han tomado malas decisiones políticas. Es verdad que algunos no lo han hecho bien, igual que otros”.

Coincide con él Miguel Matellanes, de 20 años, estudiante de Derecho y Ciencias Políticas. “Se ha dado una imagen de los jóvenes que no se corresponde con la realidad. Estamos involucrados y queremos una sociedad mejor, pero no tenemos oportunidades”. “Una sociedad que no cuida su futuro, no tienen capacidad de tenerlo”, afirma Miguel, que igual que el resto de los entrevistados censura que las políticas públicas les soslayen de forma sistemática.

Miguel, que preside la asociación Demos, orientada a fomentar la participación juvenil, se lamenta que desde que tiene memoria siempre ha vivido en crisis y sin sueños.

Ni siquiera se plantean planes de futuro, ven muy lejano irse de casa y construir una vida independiente, un panorama agravado con la pandemia