Después de nueve meses, por fin llegó el anhelado viernes en el que Javi García Pérez y Kati Urzainki Izagirre pudieron viajar desde Ermua, donde viven, a su casa de Burgui. La ilusión fue motor más potente que el de su coche que les llevó de vuelta para recorrer los 200 km que les separan de la villa de origen paterno de Kati.

En la plaza les esperaban sus amigas y amigos, y en la puerta de su casa, las flores de primavera plantadas en las macetas con gesto generoso. Bonito recibimiento y señal inequívoca de que en el pueblo esperaban este fin de semana su regreso.

Desde que se conocieron en 1992, la pareja comparte vínculo con la villa donde Kati hunde sus raíces, con la que mantiene el nexo gracias al poso de los veranos de su infancia. Siempre volvía con sus padres a la casa familiar en aquellos viajes que entonces sumaban una hora más. En el año 2009 levantaron la suya. La llamaron "Amabitixi" (joya de la indumentaria femenina tradicional roncalesa), "para que la palabra perviva", apunta Javi que encajó perfectamente con la gente. "Es lo más importante de un pueblo", recalca convencido.

No hay pereza para hacer el viaje cada viernes. Sienten el placer de volver a casa, a disfrutar de sus beneficios: la paz, el canto de los pájaros y todos los tonos verdes de primavera. "Aquí tenemos nuestro sitio, familia, relaciones, el río y la montaña. ¿Qué más se puede pedir?", preguntan conscientes de su privilegio. Su gran pena de este tiempo de ausencia ha sido perderse la nieve y el esquí, por el que ambos confiesan pasión.

Del repaso desde agosto hasta mayo es testigo y partícipe su sobrina Kattalin Meguregui Urzainki, de 12 años y vecina de Elgoibar, que les acompaña en este viaje. Ella también deseaba el momento de volver a encontrarse con su cuadrilla del pueblo.

En Burgui Javi (53 años) y Kati (55) desconectan y cargan las pilas . En el tiempo libre que les deja el ejercicio de sus profesiones (ingeniero industrial y profesora), la villa roncalesa es un soplo de aire fresco, su "normalidad", su vida cotidiana. Es lo que más han añorado en este tiempo en el que han percibido la cohesión gracias a significativos detalles y gratas sorpresas con remite burguiarra. Unidos se han mantenido también con vermús on line y otras muestras de afecto.

"Esperamos con ansia el verano, que se controle la pandemia para que podamos hacer vida entre la gente, que es lo que más hemos echado en falta", declaran, sin olvidar a sus mayores, que volverán con ellos.

En definitiva, es su deseo seguir sintiéndose parte de Burgui y disfrutar del pueblo y su carácter: "herencia trashumante, almadiera y de auzolanes, que es su riqueza", subrayan.