“Sin saber el idioma, es imposible encontrar trabajo. Por eso estoy aquí, para intentar aprender castellano y poder acceder al mercado laboral”. Quien habla es Ayoub, uno de los 40 alumnos y alumnas migrantes que acuden de lunes a viernes al programa Ahlan Bek (que significa bienvenidos en árabe) de la Asociación Lantxotegi.
Lantxotegi es la puerta de entrada para decenas de jóvenes migrantes recién llegados a un país del que no saben nada. Sin conocer el idioma ni la cultura y sin vínculos a los que aferrarse, este programa ofrece acogida, acompañamiento y formación para jóvenes de entre 14 y 30 años en situación de vulnerabilidad. Dispone de un curso de alfabetización en lengua castellana y de un servicio de acompañamiento para cubrir sus necesidades formativas, laborales o de ocio.
“Un amigo mío venía a este programa y me lo aconsejó. Al principio no sabía hablar, pero llevo cinco meses y ya me puedo comunicar. También voy al gimnasio y no tengo ningún problema para expresarme allí. La verdad es que ya estoy mucho mejor. Me he dado cuenta de que, sin idioma, no se puede conocer la cultura ni encontrar un trabajo ni nada”, relata Ayoub.
Al igual que él, muchas personas llegan a la asociación Lantxotegi gracias al boca a boca, aunque otros son derivados de Derechos Sociales. En los últimos años, la asociación destaca la llegada de más mujeres, que se apoyan mucho entre ellas.
Samra, por ejemplo, acudió a este programa a través de Derechos Sociales. “Estuve en una casa de Emergencia con el que era mi marido y me derivaron a este programa. Ahora, quiero aprender el idioma para poder trabajar”, asegura.
Una situación similar vivió Samira, que además tiene problemas para convalidar sus títulos obtenidos en Marruecos. “Yo estudié hasta 4º de la ESO en mi país, pero aquí no me sirve de nada. Vine a una casa de acogida y desde allí me pusieron en contacto con la asociación Lantxotegi, donde estoy aprendiendo mucho”.
La labor de los trabajadores
Los ángeles de la guarda de estos migrantes tienen nombres y apellidos. Sara González (profesora), Ana Alemán (profesora), Irune Ansa (profesora y trabajadora social), Santi Rabadán (trabajador social), Aitor Escalada (trabajador social) y Alberto Górriz (coordinador) son quienes acompañan a los jóvenes en la oficina de Ahlan Bek.
“Da gusto trabajar con ellos”, reconoce Ana Alemán, una de las profesoras. “Siempre llegan puntuales a clase y con una actitud muy buena. Están muy motivados, quieren trabajar y tener una vida con la que puedan satisfacer sus necesidades básicas”.
El programa de aprendizaje se divide en tres fases. Primero, se ofrecen las competencias básicas para la inclusión; después, las competencias digitales y, por último, la orientación laboral. “Sobre todo hay problemas con el lenguaje escrito porque muchas veces son analfabetos en sus propias lenguas”, asegura Irune Ansa.
Por su parte, Sara González reconoce que también hay dificultades en el tema de la digitalización. “Empezamos con tareas muy básicas como escribir en word con las dos manos. No tienen acceso a ordenadores en casa y lo cierto es que se manejan bastante mejor con el móvil”.
Problemas con la documentación
Para Alberto Górriz, el mayor problema es sin duda la gran cantidad de personas que llegan indocumentadas. “La mayoría de los chicos y chicas que están aquí se encuentran en una situación administrativa irregular. Están tres años sin poder acceder al mercado laboral y eso es muy frustrante. Varios casos de los que nos están llegando ahora están en la calle, con todo lo que eso supone. Te encuentras unas realidades con unas necesidades tan básicas que buena parte del acompañamiento va en esos aspectos más básicos y no tanto en su formación”.
Además, la asociación ya ha comenzado a trabajar en un nuevo proyecto que sea más comunitario, como explica Irune Ansa. “Lo que aprendes, lo tienes que practicar en el día a día: conocer gente, hacer comunidad en el trabajo y en el ocio. Buscamos que también se junten con personas de aquí porque necesitan tener nuevos vínculos. Lo ideal sería poder combinar la enseñanza de castellano con programas de empleo para que tengan una mayor motivación”, señala.
El programa, que se puso en marcha en septiembre de 2020, seguirá como mínimo todo este año gracias a la subvención del departamento de Políticas Migratorias y Justicia del Gobierno foral. “Hemos ido empalmando ayudas y tenemos mucha inestabilidad. Necesitamos algún convenio de colaboración para trabajar con más seguridad”, concluye Górriz.