El principal hándicap de la protonterapia es la necesidad de una infraestructura creada especialmente para albergar el circuito que permite ofrecer este tratamiento.
El recorrido comienza en una botella de hidrógeno, que con apenas tres litros de capacidad ofrece la cantidad suficiente como para acometerse sesiones durante 20 años. De ella se extraen los protones, acelerados en un circuito cuadrangular de cinco metros de diámetro hasta los 180.000 kilómetros por hora. Después, los protones viajan por la línea de haz hasta el gantry, un brazo de 10 metros de altura y 140 toneladas de peso que permite radiar al paciente con impactos de un milímetro.
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Para todo ello, los ingenieros de las casas comerciales realizan un control de calidad diario. La efectividad de la máquina es del 98%.
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