“Tenía 40 años, sin antecedentes genéticos, era deportista y me cuidaba mucho. Creía que era imposible que yo tuviera un problema cardíaco, pero ya he visto que le puede pasar a cualquiera”. Son los testimonios de Eduardo Ilintxeta, Lino Zamora y Alberto Sanz, tres jóvenes que, después de sufrir un episodio cardíaco, han tenido que adaptar sus hábitos deportivos, alimentarios y sociales a su nueva situación con ayuda de la Unidad de Rehabilitación del Hospital Universitario y del Instituto Navarro del Deporte a través del CEIMD (Centro de Estudios, Investigación y Medicina del Deporte).

Su director, Diego Reyero, ha ofrecido este lunes en Larrabide un taller a una decena de parejas en las que uno de sus miembros había sufrido un infarto de miocardio. La otra persona era un conviviente con el que pasa mucho tiempo y que se preparaba para saber actuar ante un posible nuevo episodio.

“El objetivo de esta formación es cerrar una etapa. Desde que sufristeis un infarto agudo de miocardio, tenéis más posibilidades de que se pueda repetir. Y hay que afrontarlo. No se puede mirar para otro lado. Ojalá no tengáis que usar nunca estos conocimientos, pero hay que estar preparado tanto como si os pasa a vosotros como si lo tenéis que hacer con otra persona”, advirtió Diego Reyero, director del CEIMD.

Después de un infarto de miocardio, la vida cambia. Tendréis que tener un seguimiento continuo con multitud de pruebas. Pero, con un asesoramiento adecuado y un poco más de cuidado, se puede seguir haciendo deporte y una vida prácticamente normal”, explica Reyero. Un claro ejemplo de la vida después de un infarto es el testimonio de Eduardo Ilintxeta.

Eduardo Ilintxeta

“Ahora sigo una dieta mediterránea de verdad”

“En diciembre de 2021, a pesar de tener 40 años, cuidarme y seguir una buena alimentación, me dio una angina de pecho. Me fue avisando desde dos o tres días antes, pero fueron unos síntomas que no reconocí. Tal vez por pensar que era joven y por sentirme fuerte, pero no me percaté. Lo que menos pensaba que me podía dar era una angina de pecho”, explica Eduardo Ilintxeta.

“Ahora, a toro pasado, reconocería la angina de pecho a dos kilómetros, pero había tenido algún catarro y asociaba los síntomas a cuestiones bronquiales. Me avisó dos o tres días antes en varios esfuerzos que hice y, el último, ya sin hacer esfuerzos, es el que me dio más fuerte”.

Desde entonces, Eduardo Ilintxeta ha tenido que modificar su estilo de vida. “He cambiado un poco los hábitos de deporte y también un poco la alimentación. Ahora sigo una dieta mediterránea real, no más o menos lo que la gente podíamos pensar que era. Hemos puesto esos medios para seguir con una vida un poco diferente, con otros hábitos, pero mi día a día tampoco ha cambiado mucho porque antes ya me cuidaba. Antes comía decente y ahora todavía un poco mejor, con menos grasas. Son unos hábitos que hay que ir adquiriendo y que no cuesta”.

“En el deporte, el año pasado corría medias maratones de montaña y este año hago tres o cuatro días de deporte a la semana de media hora de correr y algo de musculación. Sigo siendo deportista, pero a otro nivel”, asegura.

Por último, Ilintxeta avisa de que es un problema que le puede pasar a cualquiera, por lo que toda la sociedad debe estar preparada para afrontar una situación así. “Mira mi experiencia: 40 años, sin antecedentes genéticos, deportista que me cuidaba... Si alguien me hubiese dicho que me iba a dar a mí una angina de pecho, le hubiera llamado loco. Creía que era imposible, pero ya he visto que es algo que le puede pasar a cualquiera. Conocer las técnicas de reanimación y el modo de actuar ante una parada cardiorrespiratoria es imprescindible”.