Un mes después de que el fuego arrasara Navarra
Unos incendios históricos en la Comunidad Foral calcinaron más de 15.000 hectáreas entre el 18 y el 21 de junio, dejando un paisaje desolador y cientos de vecinos desalojados de sus casas que ahora trabajan por devolver el color a sus pueblos
Han sido unos incendios históricos, los de mayor envergadura en Navarra. Las hectáreas arrasadas sobrepasan las 15.000 y dejan pequeño cualquier otro incendio ocurrido en las últimas décadas. El sábado 18 de junio se dio la tormenta perfecta, en este caso, tormenta de fuego: campos aún sin cosechar, terreno extremadamente seco por la ausencia de lluvia y una ola de calor impropia de mediados de junio que acercó los termómetros a los 40 grados.
“Doy gracias porque el fuego se paró en la puerta de mi casa”
El primer fuego se decretó a primera hora de la tarde en Legarda y se extendió como la pólvora con varios focos, uno por Valdizarbe –afectando especialmente a Legarda, Obanos, Muruzábal y Puente la Reina– y otro por el Valle de Etxauri. Las llamas, con varios frentes, acosaron durante toda la jornada a varias localidades y una quincena de ellas tuvieron que ser desalojadas. De manera simultánea otro incendio hacía saltar las alarmas en el sur de Navarra, en las Bardenas Reales, y obligaba a desalojar a unas 2.500 personas del parque de Sendaviva, que fue pasto de las llamas, aunque ya ha vuelto a reabrir sus puertas.
“Llevamos un mes malo; nos han cancelado mucho tras el incendio”
También se decretaron fuegos en Ujué y en la Valdorba, que se mantuvieron activos durante el domingo y el lunes siguiente, obligando a evacuar algunos pueblos como San Martín de Unx, Ujué, Gallipienzo. Frente a las llamas estaban todos los medios disponibles de la Comunidad Foral, la Unidad Militar de Emergencias (UME), efectivos de la CAV, de La Rioja y de Castilla y León, así como el Guarderío de Medio Ambiente y agentes de la Policía Foral. Sin embargo, además de los cuerpos de bomberos y policía, cientos de vecinos y de agricultores se afanaron en las labores de extinción y en realizar cortafuegos, vitales para proteger sus hogares de la voracidad de las llamas.
“Corría por todo el pueblo mientras se quemaba mi nave”
Ahora, un mes después del desastre, los pueblos tratan de volver a la normalidad entre árboles calcinados, montones de ceniza y un olor a humo que todavía persiste en muchas zonas de Navarra. El Gobierno foral cifra en más de 15.000 las hectáreas calcinadas, cinco veces más que el incendio de 2016 en Tafalla, que quemó algo más de 3.000 hectáreas.
“Hemos hecho auzolanes para limpiar el pueblo; se ha quemado casi todo”
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