Daniel Innerarity nos recibe en su domicilio, pocas horas después de hacerse pública la concesión del Premio Nacional de Investigación. Expresa su satisfacción por el galardón y porque sea la primera vez, desde su creación en 1982 que se da a un filósofo. “Creo que esto implica también un reconocimiento de que la filosofía juega un papel importante dentro del concierto de las ciencias. A veces tenemos una reducción de la ciencia a algo que se hace con batas y con tubos de ensayo, y no entendemos que la ciencia es una empresa en la cual no se produce nada interesante si solo se observa desde un punto de vista. A eso lo llamamos interdisciplinaridad”, afirma. 

¿Cuál es su estado de ánimo?

–Es una alegría enorme, porque es seguramente, desde el punto de vista de la investigación, el premio más importante que he recibido. Y además se refiere a toda una trayectoria, y yo lo que soy fundamentalmente es un investigador, y es a lo que me dedico básicamente. Hay mucha gente que me felicita por ese premio tan merecido, pero este tipo de premios está más allá de lo que uno merece o no merece. Son regalos. Yo merecer merezco mi sueldo. Y eso me lo gano. Pero creo que en esto siempre hay un elemento gratuito de la comunidad científica, representada en este caso en la ministra, que te da algo que realmente yo creo que no te mereces. No lo digo como señal de modestia, sino porque es cuando te regalan algo, que excede a lo que aquello que tú tienes derecho con tu trabajo. 

Su ensayo Una teoría de la democracia compleja fue el colofón a un largo ciclo de investigación. ¿Este premio así lo rubrica?

–Ese libro es lo más importante que he hecho, efectivamente, y el jurado lo reconoce como una aportación singular. Es la síntesis de un trabajo de al menos 20 o 25 años. De tratar de superar ese desfase entre ciertos principios sobre los que se edifica históricamente nuestra democracia y la realidad de la sociedad contemporánea, para los que la democracia no estaba pensada. Ese ha sido mi proyecto obsesivo, al que le he dedicado miles de horas de trabajo y estudio. La vida de un investigador es de paciencia y mucho trabajo.

Un corredor de fondo.

–Sin duda, yo que soy también montañero, lo veo siempre en analogía. No es una carrera rápida, es un trabajo muy constante. Cuando uno se dedica a estas cosas siempre tiene curiosidad. Uno cada vez amplía el horizonte de la propia ignorancia. Descubre cosas donde creía que no había nada y hay muchísimas cosas que despiertan mi interés y mi curiosidad.

Este premio también viene a reconocer un trabajo divulgativo en esa aportación a la convivencia. 

–Ha habido un cambio sobre la concepción de la ciencia que creo que la actual Ley de Universidades recoge muy bien en su exposición de motivos. Hemos pasado de una ciencia entendida como algo que competía exclusivamente a los científicos, que tenían a bien de vez en cuando rebajarse verticalmente a explicarnos las cosas para que los legos las entendiéramos, a una concepción de la ciencia más colectiva. La gente tiene derecho a estar bien informada y a opinar sobre cuestiones que tienen una relevancia científica. A mí la palabra divulgación no me gusta, porque tiene ese tono paternalista, de que los científicos ponemos las cosas fáciles para que nos entiendan.

¿Socialización entonces?

–Sí, o inclusión de los no expertos en las decisiones colectivas, de alguna manera. 

Sobre todo cuando apunta a una convivencia que por definición compete a todo el mundo.

–Encima, pero lo digo también como un principio general de la ciencia, que ya no es un asunto que hagan exclusivamente los científicos. Necesitamos que la gente la entienda, la apoye, estamos pidiendo recursos públicos en un contexto de escasez general, como suele ocurrir, donde hay que establecer prioridades. O la gente entiende la importancia de la ciencia, o no conseguiremos los recursos que la ciencia necesita para ejercer su función. Votar al partido A o al partido B implica apoyar o no apoyar decisiones que tienen que ver con la ciencia, porque los partidos llevan en sus programas decisiones de tipo científico. Entonces como ciudadanos tenemos una responsabilidad de entender la ciencia en la medida de nuestras posibilidades y tener unas expectativas adecuadas sobre ella, y los investigadores tenemos la obligación de hacernos entender.  

Se destaca su análisis sobre la complejidad, en tiempos en los que las formulaciones utilitaristas están omnipresentes.

–Me dicen algunos políticos con los que he hablado en diversos sitios que les gusta la teoría de la democracia compleja, pero me dicen, ¿y con esto cómo hago política? Y yo lo que les suelo responder es que la complejidad no es lo mismo que la complicación. Se pueden decir cosas muy complejas de una forma que se entienda y puedo decir cosas muy banales, de una manera complicada, que no entiende nadie. Ser capaces de trasladar mensajes que hagan que la gente entienda la complejidad de la realidad no implica necesariamente ser oscuro. 

Ha habido dos premiados en Navarra. Un buen síntoma.

–Estamos en una comunidad con tres universidades, con una densidad de universitarios e investigadores y con unos gobiernos que por lo general han mantenido, salvo ciertos periodos, una ambición de potenciar la ciencia. Yo tengo una realidad extraterritorial, porque aunque vivo en Navarra trabajo en la fundación Ikerbasque, que ha tenido dos premiados, uno senior, y otro junior, y tengo una cátedra en Florencia. Pero creo que es una realidad de los investigadores, que tenemos pies en distintos sitios. Yo he vivido en siete países diferentes a lo largo de mi vida y en periodos bastante largos. De alguna manera la ciencia hoy día se hace con infraestructura local, pero con redes de comunicación, intercambio y contraste global. 

Un premio así debe servir de inyección de motivación para seguir en la brecha. 

–La verdad es que a mí no me falta motivación ni temas ni curiosidad, pero sin duda este tipo de premios reconocen una trayectoria hasta ahora, pero te ponen delante de una responsabilidad. Pienso que el jurado, la gente que me ha felicitado y me va a felicitar, y la comunidad científica en general me está diciendo que lo que he hecho hasta ahora tiene valor, pero también de una manera indirecta esperamos todavía mucho de ti. Y eso es un incentivo para seguir en el tajo y para devolver a la sociedad lo que la sociedad me ha dado. He tenido el privilegio de estudiar en muchas universidades, de viajar y de poder trabajar en sitios maravillosos con gente extraordinaria, maestros que he tenido de primera categoría, como Habermas o como Urlrich Beck. Habermas era el que encabezaba la petición de mi candidatura. Toda esta gente y toda la sociedad me está diciendo que espera algo de mí, y no sé de qué seré capaz, pero desde luego, ganas y esfuerzo no me van a faltar.