Al neurólogo Jaime Gállego le gusta su trabajo. En cuanto al ictus, dice que “queda mucho por hacer, pero en estos momentos la Unidad de Ictus del HUN es una unidad modélica, de primera línea”. No obstante, apunta que “lograremos mejorar mucho si desde el principio, desde la prevención, hasta lo sociosanitario, hay un trabajo multidisciplinar continuo sin compartimentos. ¿Cuál es el objetivo? El paciente. Evitar el ictus. Cuando ha ocurrido, tratarlo adecuadamente, reducir secuelas y discapacidad, evitar problemas sociosanitarios y apoyo familiar”.

Recibe el Premio Sánchez Nicolay a las buenas prácticas médicas. ¿Qué supone este reconocimiento?

–Es muy difícil de explicar, pero es un premio que va más allá de lo que es la actividad clínica, sino que valora la vertiente humana en la Medicina, el trato al paciente; lo que no debemos olvidar los médicos. Es decir, que nuestra actividad, dentro de la actividad con componente tecnológico, de grandes avances, es el trato y la relación médico paciente. Que busque siempre el contacto, que humanicemos nuestra profesión y que lo hagamos pensando y haciendo las cosas por el paciente, con el paciente, con sus familiares... esta es la base.

Han dicho de usted que es un profesional vocacional, cercano, que busca en todo momento mejorar la calidad de vida del paciente.

–Yo he procurado, a veces con aciertos, otras con desaciertos, ser muy cercano al paciente, procurar escuchar, aprender escuchando, viendo y luego transmitir confianza; esa es una de las cuestiones que me he planteado en el trabajo siempre. Activo, positivo y haciéndoles felices a los que se encuentran mal, porque en el fondo es una ayuda. Si nuestra actitud es puramente profesional, creo que pierde la base de la relación entre un médico y el paciente, que tiene que ser humanizada, humana y, sobre todo, además cercana.

A lo largo de 40 años, ha sido testigo y partícipe de la evolución de la Neurología en este país. ¿Cuáles han sido los principales avances?

–Es muy difícil. Primero, la Neurología es tan amplia en el ejercicio que no había otro camino que formarse en determinadas áreas de una manera más minuciosa o profunda. ¿Por qué? Porque es tal la magnitud del problema que necesita expertos dedicados a ello. El ejemplo es el ictus. En el año 1975 el ictus no era tratado. Era valorado y no había tratamientos. En los años 80 los tratamientos eran la voluntad que ponían los médicos en atender. Hasta el año 90-95 no había una terapia eficaz. Ahora el ictus ya se trata. Primero se puede prevenir, segundo se puede tratar en la fase aguda y después viene un periodo, cuando hay secuelas o un déficit, que hay que iniciar la rehabilitación, que es un proceso muy necesario y tampoco debemos olvidar que después de unas secuelas graves es muy necesario el apoyo sociosanitario.