Javier Enériz (Pamplona-Iruña, 1959), quien hasta el mes de marzo fue defensor del Pueblo, acaba de publicar con Pamiela un voluminoso ensayo ilustrado de 637 páginas. Un “grueso cuaderno de reflexiones y anotaciones” alrededor de la historia de los vascones, que se puede adquirir este domingo con nuestro periódico por 24,95 euros, y que condensa más de 6 años de trabajo. En él el late la inquietud de un hombre licenciado en Derecho, de extensa trayectoria en el servicio público, actualmente vocal del Tribunal Administrativo de Navarra, del que llama la atención su afán por seguir aprendiendo. Enériz empezó esta obra a base de “pequeños escritos” como quien va montando un “puzle histórico”, con la idea de “poder interpretar qué es lo que había pasado en Navarra”, sin la pretensión inicial de llegar a convertir todo aquello en un libro.  

‘Cuando fuimos vascones. Orígenes de Navarra’. A usted el tema le suscitaba curiosidad intelectual. 

–Quería hacer un libro sobre los vascones y la gente que había en Navarra a lo largo de esa época, que es la más desconocida. Me atraía el tema. Tenía muchas dudas y preguntas, quería encajarlas, y me propuse encontrar respuestas. ‘Cuando fuimos vascones’ concluye la conexión con aquellas gentes. Te das cuenta de que a lo largo de toda la historia, permanece básicamente la misma genética desde hace 4.500 años. Hay muy poco influjo, muy poco contacto genético. De alguna manera te sientes heredero, partícipe y parte de tus ancestros. 

¿Adolecemos de conexión con esta etapa de nuestra historia?

–No, el libro refleja que todos los estudios genéticos, que son revolucionarios a partir de 2016, de gente muy preparada y grandes universidades como Harvard, demuestran que la gente de aquí es el resultado de muy pocas movilizaciones o grupos. Es prácticamente la misma sobre el mismo territorio, pese a estar en contacto con muchas culturas. Eso ocurre prácticamente con todos los pueblos de la población ibérica. Cuanto más montañosos son, caso de astures, cántabros, vascones, várdulos... más fácil es que tengan muy poco contacto genético y sin embargo tienen muchísima influencia cultural diferente. Llevamos aquí por la línea genética varonil 4.000 años y por la femenina muchísimos más, desde la época de Cromañón. Somos herederos por línea materna de la gente sobre todo del Neolítico, hace 7.000 años, y por la masculina de gente que vino hace 4500 años y desplazó a la que había. 

El libro tiene afán didáctico. ¿Qué novedades aporta?

–Le da un marco general a la presencial de vascones y de otros pueblos en Navarra. Con una visión multidisciplinar. Tiene lo último de la parte genética, la sociológica, la arqueológica –lo único que le falta es la Mano de Irulegi– la documental, la jurídica, la lingüística, la numismática... Todo nos va dando una imagen de los vascones.

¿Qué destaca de su sociología?

–Son unas gentes, yo no me atrevo a llamarles un pueblo antes de los romanos. Sí hay actores que ven un ethnos, que es un pueblo, una tribu, entre ellos Estrabón, a principios del siglo I. Pero no es un pueblo en el sentido moderno de la palabra, de unidad política o de gente muy integrada alrededor de un concepto único y con un sentimiento de pertenencia de pueblo nación. Viven en pequeñas unidades en los cerros y en las montañas, tienen mucha autonomía, casi como los pequeños concejos actuales, muy volcados en sí, como los clanes familiares escoceses. Y se van organizando de un modo cooperativo, pero sin jefes ni consejos, que sí tienen otros pueblos de alrededor. Esa es la característica originaria prerromana.

“Este libro sobre los vascones es multidisciplinar, con una parte genética, sociológica, arqueológica o lingüística”

Y los vascones entraron en contacto con los romanos. Cuestión atractiva: cómo fue ese impacto.

–Fue brutal, no violento, pero conceptualmente brutal. Esa sociedad cambió totalmente a partir del contacto. Los romanos llegaron aquí cuando la segunda guerra púnica. Decidieron atacar las bases de los propios cartagineses. Entraron en la Península Ibérica, Iberia, ellos la llaman Hispania, y se la quedaron. Empezaron a someter a los pueblos iberos y estos se levantaron. No aparece el nombre de los vascones, pero sí ciudades como Graccurris, hoy Alfaro, con las que los romanos fueron estableciendo reglas sorprendentes: tú me pagas los impuestos y yo respeto tu autonomía. Es que eso casi parece el Convenio Económico y el sistema foral.

Algo muy civilizado.

–Sí, porque los romanos de entonces no era los del gran imperio. Bastante hicieron con influir en aquellos pueblos, entre ellos los vascones, para que acuñen moneda. Cada ciudad o pequeña unidad poblacional fue emitiendo su propia moneda. Aparecen caracteres ibéricos, expresiones que parecen propias del euskera o de la lengua vascónica, o la expresión barskunes, que no sabemos si se refiere a una ciudad o a estas ciudades.

Si los romanos identificaron una colectividad, los vascones debían tener conciencia de pertenecer a esa nominación.

–Yo creo que no.

O a un territorio.

–Sí, eso sí, la expresión que más ha triunfado es la de territorio de los vascones. En la mayor parte de navarra los castros eran vascones. entre el Ebro y el Pirineo. En ese territorio había más gente: celtas, iberos, jacetanos, de Aquitania. Unos y otros eran grupos cerrados. Algunos celtas eran várdulos, otros celtíberos, otros berones. Esto en lo que hoy es Navarra, cruzados unos con otros, en forma de ajedrez. El concepto de civilización para los romanos era montar ciudades, no territorios. Sus organizaciones territoriales eran las de ellos. No reconocen esas otras unidades o territorios.

Entonces, ¿el nombre Vasconia...?

–Es muy tardío. La primera vez que aparece fue en la segunda mitad del siglo IV, de una forma descriptiva geográfica, y no apareció como un escenario de guerra hasta prácticamente los visigodos. 

Ultimado su libro se presentó la Mano de Irulegi. ¿Cuál es su análisis de lo conocido?

–Parto de que es un descubrimiento bien custodiado. Los expertos en lingüística han dicho que es una forma antigua de euskera, aunque se llama vascónico, expresión muy reciente, para diferenciarla de la tradicional, el aquitano. El descubrimiento es muy importante. Es extraordinario. No me atrevo a calificarlo de revolucionario, porque una gran parte de la historiografía ya había determinado que una de las lenguas en el territorio de los vascones era lógicamente lo que ahora llamamos el vascónico. Es muy importante, porque confirma, refuerza y ratifica eso, algo que estaba muy discutido por una teoría que dice que el euskera es una lengua tardía, que llegó a Navarra y a las hoy provincias del País Vasco en el siglo V. 

“El descubrimiento de Irulegi es extraordinario, ratifica que en Navarra el antiguo euskera ya estaba muy presente”

Usted aborda la cuestión.

–Discuto esa teoría de lengua tardía sin tener todavía ni idea de que había aparecido la Mano. Ya había suficientes elementos para sostener que esto de la vasconización tardía en Navarra no es de aplicación, porque esta forma antigua de euskera ya estaba muy presente. Hasta en los dioses, más no se puede hablar. Como Selatse, el dios de los campos; Larrahi, el de las praderas. O Losae o Locale, una diosa, me inclino que de las balsas. De ahí la de Loza.

Eso nos habla de su vinculación con la naturaleza.

–Claro, eran muy ganaderos. También, según zonas, muy cerealistas. A partir de los romanos le dieron a la vid y al olivo, pero siguieron manteniendo el cereal. Además, fueron comerciantes. El propietario de la Mano de Irulegi, seguramente, era una persona de cierto nivel cultural, resultado del comercio, que tuvo la posibilidad de traer un material que es estaño, no solo bronce. Mucho más difícil de conseguir y normalmente venía de fuera. 

El impacto del hallazgo puede aumentar el apoyo a las excavaciones arqueológicas en Navarra.

–Es absolutamente necesario, porque tenemos un patrimonio prehistórico, histórico y cultural riquísimo. Yo creo que lo mejor está todavía por salir. Poco antes de la Mano de Irulegi se encontró un castellum romano en Tafalla, importantísimo, de un tamaño más grande que El Sadar, que venía a demostrar la presencia militar romana. Hace 30 años de Pamplona, solo se conocía un 5%, hoy día la información que vamos sacando es impresionante.

De hecho, estamos haciendo la entrevista en la calle Compañía bajo un arco de entrada a unas antiguas termas.

–A una de las grandes termas que tenía Pamplona. Del siglo I. Invertir en el castro de Irulegi, uno de los mayores, sino el mayor, de la Zona Media de Navarra es de los dineros mejor invertidos. Pero es que tenemos un montón de castros. Ciudades todavía por descubrir. La pena de Los Arcos es que está edificado encima. Lo bueno de Irulegi es que no. O el castro de Iruntzu, aquí cerca, uno de los más grandes junto con el de Irulegi. Porque el situado en lo que hoy es Pamplona era de un tamaño mediano comparado con estos. Pero tras las guerras sertorianas quedó todo destruido, y se trajo la población aquí. 

Debió ser un trauma para los vascones.

–Se dividieron. Sabemos que Calahorra era de un bando y quedó arrasada. Lo mismo La Custodia, en Viana, como también Irulegi. En este caso, no sabemos por quién. Puede que fueran los sertorianos. Eso indicaría que eran pro Pompeyo, que años antes había dado la ciudadanía a gente de toda esta zona en un bronce que está en Italia, el de Ascoli, en el que hay nombres que nos parecen vascones. Uno de ellos, Arranes Abiscar. Más vasco no puede ser. En plena guerra civil, dicen las fuentes del momento, que las ciudades no tomaron partido. Y sin embargo hay algunas destruidas. ¿Qué quiere decir? Que unas fueron pro Pompeyo y otras pro Sertorio, el bando popular. Una guerra, lo digo de manera muy simple, entre izquierdas y derechas. Entre las clases más populares y la aristocracia. Esa guerra saltó aquí, y hubo castros partidarios y neutrales. 

Aborda también la época de los musulmanes y los carolingios.

–Y antes los visigodos, que ayudaron a formar espíritu.

¿En qué sentido?

–Se encontraron con un pueblo tan romanizado, tan absolutamente organizado, que había alcanzado grandes grados de bienestar, y con el que chocaron de manera frontal en todo. Estalló una ‘guerra’ de prácticamente dos siglos, con grandes espacios también de paz, entre visigodos y vascones. Los visigodos conquistaron Hispania, y les quedó una pequeña franja en el norte en donde cada vez que entraban sufrían emboscadas, ataques... los vascones jugaban en las dos faldas del Pirineo, apoyados por los vascones del otro lado, del ducado de Vasconia... Todo eso acabó forjando un espíritu, una organización autóctona que eliminó lo que ya no les servía de lo romano. Los siguientes fueron los musulmanes, los que más crónicas e información nos han dado. Como buenos guerreros describen al enemigo de la peor manera. Todo el mundo hablaba pestes de los vascones. Los visigodos dicen que son unos traidores y desleales. Los musulmanes, que van vestidos como las bestias, que guerrean muy mal, y que hablan el vascuence y no se entiende nada. O los francos, que incluso establecieron una organización para controlarlos y defenderse de ellos, y no digo Carlomagno, que fue su gran derrota. Le causó tal shock que puso un reino para vigilarlos, el de su propio hijo.

“Los visigodos sufrían emboscadas y ataques de los vascones de los dos lados del Pirineo, eso forjó un espíritu”

¿El reino de Pamplona es el primer proyecto político como tal?

–Sí, hay una expresión muy acertada sobre ‘los señores de la guerra’, de Carmen Jusué y Fortún, que suena a Afganistán. A partir de la caída del imperio romano fueron los que se hicieron con el territorio, grandes señores, con sus familias, sus pueblos y súbditos, que ocupan el territorio, que también pelean entre ellos. En una de ellas, la de los Enneco Enneconis, apareció un caudillo militar que impuso sus reglas a los demás. Este ya es el jefe. Elimina a los adversarios de entro entre los vascones, expulsa a los carolingios y pacta con los Banu Qasi, una franquicia de los musulmanes en el sur de Navarra. Ese es Íñigo Arista, un líder militar. No es el primer rey de Navarra ni de Pamplona. Es un gran caudillo que consigue tener mando sobre dos tercios de Navarra, la zona norte y media. Y se empezó a llamarle el caudillo de Pamplona, o la familia de los pamploneses. 

Su libro estuvo en Durangoko Azoka, la Feria de Durango, con buena respuesta. Viene la Navidad, esta promoción... Es el momento de recoger los frutos.  

–Este es un libro de divulgación, que intenta ser ameno, en algunos momentos incluso divertido. Intenta acercar con una visión muy distinta y cogiendo las últimas novedades alrededor de todo ese fragmento de la historia. Sirve lo mismo a un curioso que a un historiador, y está escrito desde la humildad.