– Desde un punto de vista médico, ¿qué jornada escolar es más beneficiosa para el alumnado?

–La etapa escolar es muy variable, no es lo mismo un niño de 5 años que un chaval de 12 o 14 años. Somos entes biológicos y cuanto más se respetan los ritmos biológicos de cada sujeto, más se favorece su desarrollo integral cognitivo y físico. Lo ideal es que el centro tuviera horarios libres, diferentes en función de cada etapa evolutiva del niño. Sin embargo, en la actualidad estamos yendo en contra de la biología.

¿A qué se refiere?

–Hasta los 5 años, el niño necesita la siesta para su desarrollo neurocognitivo y, sin embargo, generalmente quitan la siesta y ocupan el tiempo en otras cosa. A lo sumo se hace un periodo de relajación en el mismo pupitre, pero hay que darles la oportunidad de que duerman. En Secundaria, el reloj biológico cambia y les entra el sueño más tarde y por las mañanas se les quita también más tarde. Y lo que hacemos es adelantar la entrada al instituto a las 8 de la mañana. Y además les ponemos Matemáticas porque pensamos están más despejados cuando la realidad es que se despejan hacia las 11. Según un estudio, más del 60% de los adolescentes valencianos va a clase con excesiva somnolencia diurna. Desde un punto de vista médico se deben tener en cuenta los ritmos biológicos no solo de sueño sino también de crononutrición y de cronoaprendizaje. Si tu pones ciertos conocimientos en determinados momentos del día el chaval los va a aprender mucho que mejor que si los impartes en otro. El resultado de un examen será mejor el si es un miércoles que un lunes. Lo mismo ocurre con los horarios de las comidas: si salen a las 14.30-15 horas, se quedan hablando con un colega terminan comiendo a las 16 horas. El organismo no está preparado para comer a esa hora por lo que absorbe peor los alimentos, puede tener más problemas de obesidad...

Y qué jornada respeta mejor estos ritmos biológicos, ¿la continua o la partida?

–Tendría que haber jornadas diferenciadas según la etapa educativa lo que complica la logística de los centros. Tengo mi visión personal, pero desde el punto de vista profesional observo que en la jornada escolar influyen tantos factores, que mi visión es una visión parcial. Lo que sí tengo claro es que no está bien realizado el proceso de elección del tipo de jornada. Tendría que haber un comité de expertos multidisciplinar que hiciera un estudio en cada centro teniendo en cuenta la situación socioeconómica del alumnado, el tema laboral, migración... Y con el estudio sobre la mesa, cada centro tendría que decidir cuál es el mejor horario para cada etapa. El proceso se ha simplificado demasiado. Ha habido discusiones entre familias y docentes, y entre las mismas familias, Se ha sido muy simplista porque se desconocía la importancia del cambio que se iba a hacer. Esto implica no solo el horario escolar sino también el horario laboral de los padres... Además creo que la decisión debería ser reversible

Su planteamiento suena utópico...

–Es un problema muy complicado pero estamos hablando de la salud neurocognitiva de niños en evolución. No es lo mismo cambiar los horarios a un adulto que hacerlo en la etapa de máximo crecimiento del menor. El tema es tan complejo, entran en juego tantas variables, que exige un planteamiento más tranquilo, echar en mano de expertos científicos y adaptarlo a tu centro. Y siempre buscando la equidad. Por ejemplo, si se opta por la continua vamos a aprovechar para que todos los niños coman lo mismo, sobre las 13 horas que es cuando recomiendan los expertos. Utilizar el comedor como un aula educativa. En algunas CCAA, con el aumento de la continua ha disminuido notablemente la matrícula en el comedor y ha provocado algunos cierres porque no es rentable. Y muchos se quedan sin la única comida saludable del día. En algunos casos está aumentando la diferencia social y esto no se ha pensado.