Todos los días de la semana se reúne algún grupo de Alcohólicos Anónimos en Navarra, y uno de esos 17 grupos ha abierto sus puertas a DIARIO DE NOTICIAS. Teresa y Rafa, miembros de la organización y “orgullosos” de llevar años sobrios, siguen acudiendo a las reuniones y acogiendo con los brazos abiertos a las personas nuevas que llegan pidiendo ayuda. “Llevo muchos años sobria, pero a parte de procurar que eso siga siendo así, siento la necesidad de ayudar también a quien hoy está en ese pozo sin fondo”, comenta Teresa.

Ambos coinciden que acudieron a Alcohólicos Anónimos cuando “tocas fondo”. “Yo siempre he sido bebedor social, como tantos y tantos que hay, por lo que no le daba demasiada importancia”, relata Rafa. Sin embargo, tuvo varios episodios que requirieron ingreso hospitalario y la situación familiar se le hizo insostenible: “Era mi última opción”. A Teresa le llegó el problema mucho antes, y tras años “destrozándome la vida” fue su psiquiatra quien la mandó a las reuniones, a las que acudió llena de prejuicios y desconfianza. 

“Al principio te niegas en redondo a asistir porque piensas que la gente como tú no acude a estos sitios”

“Al principio te niegas en redondo, no reconoces que tienes ese problema y piensas que la gente como tú no acude a estos sitios”, reconoce Rafa. Mientras, Teresa afirma con la cabeza y recuerda que no existe un perfil del alcohólico, y que puede ser cualquier persona: “Hay hombres y mujeres, jóvenes y mayores, de todas las clases sociales... y te das cuenta que los prejuicios que tenías se caen y que puede estar en la reunión tu vecino o cualquier persona de tu barrio, gente normalísima”. En ese sentido, “mi orgullo se negaba en redondo, pero venir aquí es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Animo a cualquiera que pase por esta situación a hacer lo mismo”.

Otros de los motivos por lo que se es reticente a acudir a las reuniones de Alcohólicos Anónimos es “pensar que nadie te entiende en este mundo y que hablarlo no sirve para nada”. Nada más lejos de la realidad, los problemas y situaciones personales de cada alcohólico son diferentes, pero “los sentimientos siempre son los mismos”.

“Los problemas y situaciones personales de cada uno son diferentes, pero los sentimientos son los mismos”

Además, consideran “muy satisfactorio” sentirse parte de la comunidad, y que “opinemos lo que opinemos, exista semejante grado de tolerancia hacia las opiniones, mucho más que en cualquier cuadrilla”. El respeto es de vital importancia, lo que, a su vez, les aporta mucha confianza para poder hablar libremente, abrirse y contar su historia a los demás. “Cuando la gente viene aquí tiene un gran sentido de pertenencia y agradecimiento”, destacan.

Una obsesión compulsiva

Explican el alcoholismo como una línea invisible que una vez cruzada, no hay vuelta atrás: “Los demás son capaces de echarse dos, tres cañas, pero tú eres incapaz de parar y sigues bebiendo hasta caer inconsciente”. “Vives en función del alcohol, no te lo puedes quitar de la cabeza y te sientes una desgraciada”, añade Teresa, y después llegan los sentimientos de culpabilidad y una baja autoestima “impresionante”.

A su vez, Rafa explica que una de las cosas que más se aprenden en esa situación es a mentir: “Le mientes a todo el mundo, a tu familia, a tu médico... vives en un sinvivir”. Por eso es tan importante saber pedir ayuda. Para dejarlo, se pusieron a sí mismos plazos en los que debían permanecer sin probar ni gota de alcohol, “plazos asumibles para cada persona, sin excederse”, y poco a poco ir cumpliéndolos con ayuda.