Víctor Herrero nos invita a vivir la vida mirando bien lo que se ve, con el propósito de ver lo que no se ve. Para ello recurre a la sencillez, a la frugalidad, a la humildad y a todos esos valores que respiraba Francisco de Asís. Para él la poesía, en estos momentos de su vida, es la emoción de lo bello, de lo simple y lo frugal.

Víctor, realmente nos ha sorprendido con el título de su conferencia.

–Hace unos setenta años el poeta español Jorge Guillén se acercó a un libro de poemas de un compañero de generación, Pedro Salinas, y comentando un poema de ese libro, dijo lo siguiente: “Basta ver bien lo que se ve y se verá lo que no se ve”. Lo que realmente me interesa en la vida está dicho a la perfección en estas palabras de Guillén. Lo que me gustaría estar haciendo en el itinerario de mi existencia es ver bien lo que se ve para ver lo que no se ve.

¿Podría desarrollar este pensamiento?

–En el reino de lo que existe, en el mundo de lo real, encontramos, por un lado, lo real cotidiano, que coincide con lo que se ve y, en paralelo, lo real invisible. El ver, aquí, no es solamente asunto de los ojos. Me refiero a un estar en contacto con lo cotidiano, con lo tangible, con lo audible, con lo mensurable, con aquello que los sentidos captan y que somos capaces de decir: “Esto es, está siendo, ha sido”. Será lo real cotidiano, lo visible. Y después, lo real invisible.

Da la sensación de que estemos hablando de espiritualidad. ¿No es así?

–Uno de los grandes errores es separar, como si fuesen dos opuestos contrarios, estas dos categorías. Pensamos que la espiritualidad o la religión persiguen lo real invisible y pasan por lo visible (por la materia, por el cuerpo) como por un tránsito forzado, porque no les queda más remedio, algo que tenemos que hacer para ganarnos llegar a lo otro cuando, en realidad, el camino es el opuesto: amar lo real cotidiano, amarlo con agradecimiento y maravilla. El error consiste en pensar que está por un lado esta vida y, por otro lado, otra vida que nos espera en otro momento y que aquí de alguna manera se hace presente, pero siempre violando la norma cotidiana de lo real. Y ahí aparece el milagro mal entendido, es decir, la ruptura de la realidad, la visión, el ensoñamiento, la captación de un mensaje divino que viola la horma de lo humano.

Entonces, ¿debemos seguir las indicaciones del poeta? ¿Ese es el camino?

–Lo maravilloso de la frase de Guillén, y un poco lo que yo quiero decir, es que eso es falso. No existe separación entre lo real cotidiano y lo real invisible.

Siguiendo el hilo de su conferencia, todo se hizo más real cuando citó tres ejemplos concretos.

–Tal vez porque eran ejemplos concretos, cotidianos algunos y extraordinarios otros, en los que se podía apreciar la coexistencia de lo real y lo invisible. ¿Cómo no hacerlo ante el cuerpo en coma irreversible de un joven lleno de proyectos que tiene que abandonar esta vida a consecuencia de un desdichado accidente? ¿Cómo no hacerlo ante la cotidianidad de un padre que columpia a su hija antes de llevarla al colegio? ¿Cómo no hacerlo ante la realidad y la poesía de las aves volando?

Parece que todo se vuelve más posible cuando hablamos de hechos cotidianos, por duros que sean.

–Ya comenté que todo lo que estoy diciendo puede ser formulado también mediante otras categorías, dando un paso en ser un poquito más explícito, porque estoy hablando de la experiencia religiosa. Aunque no esté citando a teólogos, ni un documento concreto de un concilio, estoy hablando de religión, hablo de espiritualidad, hablo de experiencia. Es decir, no tengo miedo, estoy hablando de experiencia de Dios. Para hablar de experiencia de Dios, hay también palabras que tienen que ser dichas.

¿A qué palabras se refiere?

–Lo bello, lo simple y lo frugal. Creo que son los tres ángulos del triángulo de la experiencia de Dios, donde acontece Dios, cuando acontece Dios, donde captamos la presencia de Dios, donde lo real cotidiano nos permite ver la presencia de lo real invisible, donde estas tres cosas coinciden: belleza, simplicidad y frugalidad.

¿Podríamos hablar de algunos ejemplos que nos ayuden a entenderlo?

–Tal como dije en mi charla, pido permiso para hablar de poesía y, más en concreto, de algún o alguna poeta. Cité a una mujer que apenas salió de la casa de donde nació. Pasó gran parte de su vida encerrada en las paredes de la misma habitación: Emily Dickinson, la dama blanca. Mientras fue viendo cómo su mundo se iba volviendo más estrecho, su mundo cotidiano, lo que sus pies andaban, el alcance de lo que su vista veía, los objetos que sus manos tocaban… el mundo de esta joven se fue volviendo cada vez más corto, pero, al mismo tiempo, cada vez se fue volviendo más profundo y más extenso. Basta un verso de Dickinson para dar la vuelta al mundo. Basta una de esas estrofas de cuatro versos para hacer un viaje por lo real, que es más real que los viajes que hacen los que no se bajan de los aviones y están continuamente dando la vuelta al mundo.

Parece que la vida de Emily Dickinson fue un ejemplo de resistencia, ¿no?

–Sí, lo fue. Pero también podemos hablar de otro tipo de resistencias, como la que practicó Matisse frente a los nazis cuando Francia pasaba por sus momentos más tristes de ocupación; o la resistencia “íntima” de la que nos habla el filósofo Josep María Esquirol, la que podemos urdir aunque no estemos en las trincheras, la que está al alcance de todos, aunque aparentemente no tengamos relevancia política ninguna. Sin embargo, como todos somos sujetos políticos, todos somos sujetos de mensaje, todos somos sujetos de resistencia. Todos podemos íntimamente resistir.

¿Resistir entonces en medio del pliegue de lo cotidiano real y lo real invisible?

–Si lo miramos desde esta perspectiva, lo real cotidiano y lo real invisible nos desvelan que lo visible es siempre plataforma de lo real, de lo real que no se agota solamente en lo visible. Se trataría de vivir conforme a estas convicciones. Este pequeño credo que estoy formulando consta apenas de un artículo, esa frase de Guillén. Se trata de intentar urdir una vida, de tratar de vivir una vida en la cual tendríamos que vivir conforme al siguiente dictado: lo que tenemos que hacer es hacer del modo más simple aquello que tenemos que hacer; caminar del modo más simple (es decir, más frugal, más bello) hacia aquello que vamos descubriendo como nuestro horizonte concreto en la vida.

¿Cómo debemos entender el concepto de frugalidad en este contexto?

–La frugalidad se refiere a la desposesión, a la falta de avidez, al no querer dominar, explicar, controlar cuadriculadamente. Y pensar que hoy cabe lo real en las formas distintas en las que lo real se nos presenta.

Escuchándole, todo lo que dice parece invitarnos a vivir de una manera que esencialmente mira hacia nuestro interior.

–Hace unos días, escuché a Drexler decir una cosa fabulosa. Hablaba de cómo había sido el proceso de composición y de grabación de su último disco, fabuloso disco. Decía que él había viajado mucho para ver distintos sonidos musicales de ritmos distintos del Caribe, de África, de aquí, de allá. Eso fue la primera fase del proceso, la expansión, conocer, meterse, abrirse a lo extraño, a lo que no es de siempre. Pero la segunda fase, la que de verdad a él le parecía que había sido la decisiva, fue de la expansión a la reducción. La belleza brota de la simplicidad.

Para Ud., en este camino hacia la simplicidad, ¿qué lugar ocupa la poesía?

–La poesía es la emoción de lo bello, de lo simple, de lo frugal. Un poema es emoción y te emociona. Los catedráticos de teoría de la literatura diseccionan los poemas, pero la mayoría de ellos no se emocionan ante los versos. No se quitan las arrugas de los ojos y del corazón.

Al final de la charla que nos regaló, nos citó algunos poemas escritos por Ud. mismo. ¿Qué significa para Ud. la poesía en estos momentos?

–En los últimos tiempos estoy escribiendo con más intensidad. Creo que los poemas que escogí en la charla están en sintonía con lo que quiero decir, son poemas cortos, frugales, simples. Ojalá que algo bellos. Unos poemas en los cuales yo quiero decir poéticamente lo que había intentado decir a lo largo de la conferencia. Es esta convicción que tiene que ver también con esto de que el amor sólo brota donde hay cuerpo, quietud, músculos, lágrimas, caricia. Diciendo esto, de alguna manera me trato de decir a mí mismo algo así como que toda descorporalización del espíritu es una gran mentira. Y no hay que fiarse de quienes no nombran la palabra cuerpo o de aquellos que no lo tocan, o de aquellos que no saben a qué sabe una lágrima.

¿Cuerpo, alma?

–El alma está donde hay cuerpo y aquí hay que decir que el cuerpo está donde hay alma, porque no son dos cosas distintas.

¿Es un lenguaje normal el de la poesía y el de sus mensajes, es fácil de entender?

–Es un lenguaje sin palabras. Su presencia es evangelio puro que susurra. Todos los poemas dicen lo mismo con otras palabras, pero es la misma sensación, cada vez para mí más agradecidamente descubierta, de que la realidad está cada día desplegando delante de mis ojos un evangelio de bondad. Y esto lo digo con el convencimiento de que no desdigo otras cosas que he visto, como el dolor, el drama, el abuso, la tragedia. Creo que concilio con los ojos y con la palabra la existencia de una y de otra cosa. Y me atrevo a decir esto de que la presencia pura de los seres, ese evangelio que susurra San Francisco, diría, pues, que la realidad es un claustro. Que el hermano menor está siempre en el convento. Porque, ¿qué hay que no sea sagrado?

En el coloquio de la conferencia se habló de poesía y de esperanza.

–Sí. Yo creo que la poesía nos puede servir para la esperanza. De hecho, nombré a George Steiner. Decía Steiner que el futuro es la esperanza verbal. Y lo dice de una manera muy hermosa el hecho de que los seres humanos hayamos desarrollado la extraña capacidad neurológica lingüística de decir “Mañana nos veremos, el año que viene”, (como dicen los judíos: “El año que viene en Jerusalén”). Proyectar algo hacia el futuro. Establecer una categoría gramatical que nos sirve para nombrar lo que no vemos. El hecho de que nombremos las cosas en futuro es una expresión de que somos seres de esperanza. Si el lenguaje es en sí revelador de la capacidad humana de generar esperanza, la poesía es el epítome de esa capacidad porque la poesía es puro futuro. La poesía consiste en curar con palabras nuevas, heridas antiguas y al revés, curar con palabras antiguas, heridas nuevas.

Entonces, ¿Ud. vive la poesía como una necesidad?

–Intentaré responderle. ¿Por qué escribimos poemas? ¿Por qué, cosa rara, escribimos poemas en hojas en blanco? Porque mendigamos lo real, porque somos mendigos y estamos con la bacinilla extendida. Y de vez en cuando somos capaces de percibir la moneda que hay ahí. De vez en cuando cae una moneda y yo, miserable de mí, escucho su sonido; y si cae, la recojo. He estado años y años sordo a esas monedas, como un idiota. Sin darme cuenta de que esas monedas estaban en mi mano. Pero ya no más. Ya no voy a desperdiciar ni una de las monedas que estén en mis dedos. Porque si lo hago es que no tengo perdón.

En la charla leyó un poema con un mensaje que luego explicó sobre las hormigas. ¿Podría recordarnos ese mensaje?

–El tema iba sobre la levedad, otra característica de la sencillez. Resulta que las hormigas tienen algo anatómico que hace que se pliegan en la caída. Entonces las hormigas no están sujetas a la ley de la gravedad (o lo están, pero no hallan en ella un límite para sus vidas) y, claro, se salvan por ser leves. Todo parece conducir por el mismo camino.

¿Un mensaje de esperanza?

–Se lo diré con un breve poema: Cada día en lo mismo / el amor se derrama. La mano en el papel / y en las sombras el alba.

Muchas gracias, Víctor, y esperamos con impaciencia su libro de poemas.

En este enlace se puede ver el vídeo de la conferencia: