La obesidad es una enfermedad crónica que padece el 14% de la población mayor de 18 años en la Comunidad Foral –según la Encuesta Social y de Condiciones de Vida de 2021–, lo que significa que hay unas 75.000 personas adultas afectadas. Una cifra que llama poderosamente la atención de los medios de comunicación, como reconoce Ana Zugasti Murillo, jefa de Nutrición del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Navarra, pero que se mantiene estable y “hasta ahora nadie le ha hecho mucho caso”, a pesar de que “influye directamente en las principales enfermedades de riesgo cardiovascular (diabetes, hipertensión, dislipemia)”.

Por ello, la especialista espera que en esta legislatura podamos avanzar diseñando “una estrategia navarra de atención integrada a pacientes con obesidad”, como las que ya existen para crónicos o Salud Mental. Un plan que, según prosigue, “establezca tanto los criterios de derivación, desde Atención Primaria a Hospitalaria, como los medios técnicos y profesionales necesarios en ambos niveles, los procesos estructurados y de continuidad asistencial y el diseño e implementación de equipos multiprofesionales, compuestos por médicos, enfermeras, dietistas-nutricionistas, técnicos superiores de dietética, psicólogos, profesionales del ejercicio, etc”.

Qué es la obesidad

Como explica la doctora Zugasti, es una patología “crónica definida por el aumento de la masa grasa corporal” y añade que “el concepto basado únicamente en la medida del índice de masa corporal (IMC, que se obtiene de dividir el peso de una persona entre su estatura al cuadrado) resulta impreciso porque no identifica la distribución de esa grasa ni su funcionalidad”.

Así, la Asociación Americana de Endocrinólogos Clínicos acuñó un nuevo término en 2017: enfermedad crónica basada en la adiposidad, que posteriormente adoptó la Sociedad Europea de Obesidad y la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Este nuevo concepto tiene en cuenta cuatro dimensiones para diagnosticar: fisiopatología, grado de adiposidad, riesgo para la salud y gravedad de las complicaciones asociadas.

En la práctica clínica, indica la experta, “se utilizan medidas antropométricas como el IMC, con una elevada correlación con el porcentaje de grasa corporal y el perímetro de cintura”. La Organización Mundial de la Salud estima que el peso es normal cuando el IMC se sitúa entre 18,5 kg/m2 y 24,9 kg/m2. En la población adulta, se considera sobrepeso si está entre 25 y 29,9; obesidad leve o clase I, entre 30 y 34,9; obesidad moderada o clase II, entre 35-39,9; y obesidad grave, mórbida o clase III, más de 40. Estos datos se completan con el perímetro de la cintura, que “añade información independiente” sobre “la predicción de la morbilidad y mortalidad”, explica. Así, cuando la cintura es igual o superior a 102 centímetros en el caso de los hombres y a 88 en el de las mujeres hay obesidad abdominal.

Registrar los diagnósticos

La especialista, que lamenta que no se registre el diagnóstico de obesidad en las historias clínicas –lo cual ayudaría a conocer la incidencia real–, destaca que el 50% de las consultas atendidas por la sección de Nutrición del hospital son de pacientes con esta patología, que está causada por “múltiples factores”, si bien “la influencia ambiental junto con la genética juegan un papel muy relevante”. Entre ellos, está la edad, el sexo y la menopausia, la genética, el sedentarismo, la sobreingesta, algunos fármacos, distintas enfermedades, el estrés, el patrón alimentario, el estatus socioeconómico y el ambiente obesogénico.

Respecto al tratamiento actual de la obesidad, la experta explica que “consiste en distintos planes dietéticos, ejercicio físico (tanto aeróbico como de fuerza), fármacos (ahora mismo hay dos aprobados en Europa) y cirugía bariátrica”. Tras indicar que el componente principal de cualquier intervención dietética es “la reducción de la ingesta calórica”, la doctora Zugasti señala que la alimentación “debe adaptarse a las características clínicas y a las preferencias de cada paciente y ha de estar planificada para facilitar la adherencia”. Tras mencionar que hay variedad de dietas que pueden producir pérdida de peso en adultos con sobrepeso u obesidad, apuesta por “la dieta mediterránea por ser la que mejor se adapta a nuestra cultura y porque se asocia a una reducción del riesgo de numerosas patologías, incluyendo la enfermedad cardiovascular, el cáncer, la diabetes tipo 2 y enfermedades degenerativas”.

Asimismo, recomienda a estos pacientes realizar ejercicio físico aeróbico de intensidad moderada al menos 150 minutos por semana –no sirve solo andar, aclara– y, para contribuir a una mayor pérdida de peso, aconseja ir incrementando paulatinamente el tiempo hasta superar los 200 minutos a la semana o llegar a 75-150 minutos de actividad vigorosa.

En cuanto al tratamiento farmacológico, se prescribe en personas con obesidad o sobrepeso en presencia de complicaciones y en combinación con cambios en el estilo de vida, pero “nunca solos”. Y la cirugía “está indicada en pacientes con un IMC igual o superior a 40”, así como en aquellos “con un IMC mayor o igual a 35 y con una o más complicaciones”, dice.

Apuntes de la obesidad

A más índice de masa corporal, menos esperanza de vida. La doctora Zugasti afirma que “hay evidencia científica que demuestra que un índice de masa corporal (IMC) elevado se asocia con una reducción de la esperanza de vida de hasta 10 años. Por cada incremento de 5 kg/m2 de este índice por encima del intervalo de 22,5–25,0 kg/m2, existe un aumento del 30 % de en la mortalidad general”.

La enfermedad cardiovascular, principal causa muerte. La enfermedad cardiovascular es la principal causa de mortalidad en las personas con obesidad y al menos 13 tipos de cáncer se asocian con el sobrepeso y la obesidad, destaca la especialista.

Fármacos muy eficaces. La experta señala que la novedad en los últimos años “ha sido el diseño y comercialización de fármacos muy eficaces en la pérdida de peso y también con efectos beneficiosos a nivel cardiovascular”. De hecho, añade, “actualmente está aprobado uno (liraglutida), pero se espera que próximamente haya más”.

Algunas causas

Edad, sexo y menopausia. La doctora Zugasti explica que “las alteraciones nutricionales, la inactividad física y el declive de hormonas anabólicas y los estrógenos contribuyen a reducir la masa magra, favoreciendo la sarcopenia y un mayor porcentaje de masa grasa en los mayores de 65 años”.

Genética. La endocrina indica que “la herencia es responsable del 20%-40% de las causas de obesidad, con múltiples genes y polimorfismos implicados en el comportamiento alimentario y el gasto energético”, si bien reconoce que “la influencia aislada de cada uno es muy modesta”.

Sedentarismo. “El estilo de vida sedentario se asocia de forma constante a la obesidad, así como a la mortalidad global”, destaca.

Cronodisrupción. Circunstancias como el desfase horario, los cambios del ciclo sueño-vigilia, la deprivación o supresión de sueño o el desorden en la alimentación se asocian al desarrollo de obesidad.

Patrón alimentario. La obesidad, según expone, también está asociada a una elevada ingesta de azucares refinados, a un exceso de grasas (superior al 5% de las calorías diarias), a un gran consumo de alimentos ultraprocesados e insuficiente de frutas y verduras.

48,3%. Casi la mitad de la población navarra mayor de 18 años tiene exceso de peso. El 34,3% presenta sobrepeso y el 14%, obesidad.