“La conducta suicida tiene que ver con las enfermedades mentales, pero no podemos conformarnos con esto, sino que hay que hablar de suicidio”, apuntó Alfonso Echávarri, director técnico de la Asociación Internacional del Teléfono de la Esperanza en Navarra durante la jornada impartida este miércoles en la Universidad de Navarra sobre salud mental y suicidio. Una tendencia en alza y que en 2022 dejó 4.093 muertes por suicidio en España y 60 en Navarra. Con esta idea de hablar sobre el suicidio coincidió David González, inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía de Pamplona y jefe del Equipo de Negociación de Navarra, quien recordó que uno de los “mayores mitos” que existen sobre el suicido es el creer que hay que mantenerlo en secreto. “Lo mejor que se puede hacer con una persona con ideas suicidas es ventilar emocionalmente y hablarle del suicido para que exteriorice lo que está sintiendo”. De esta forma, “aunque quizás la ventilación emocional no le salve la vida, sí disminuye las posibilidades de que cometa un hecho suicida en ese momento”. 

Asimismo, recordó que no existen unas “palabras mágicas” que puedan evitar que una persona con ideas suicidas no termine llevándolas a acabo. Sin embargo, destacó la importancia de mantener una actitud de escucha activa. “Hacer que una persona hable y ventile emocionalmente muchas veces sirve como contención verbal cuando no puedes actuar de forma física”. Así, debido a la dificultad en muchas ocasiones de conseguir que una persona exprese sus emociones, González introdujo el concepto del “etiquetado”, es decir, “decirle a una persona cómo se siente”. De esta forma, se crea una empatía y una escucha activa con la persona a través de expresiones sencillas como “te veo mal”. “A veces lo más complicado de la negociación es empezar a hablar”. Aun así, González apuntó que “hay que medir muchísimo las palabras y no hacer preguntas interrogativas del por qué para que la persona no piense que se le está juzgando”

Asistentes a la jornada sobre salud mental. Unai Beroiz

Suicidio y juventud

En la jornada también intervinieron Teresa Garriz y Luci Quintana, directora pedagógica y coordinadora de bienestar de CIP María Inmaculada, respectivamente, quienes presentaron el protocolo de detección y prevención del suicido en el centro. Un protocolo que, como explicó Garriz, se vuelve mas importante en un espacio como el CIP María Inmaculada, con alumnos adolescentes y “vulnerables”. “Muchas veces vienen de una historia de fracaso escolar, en algunos casos con bullying, con una situación socioeconómica complicada y muchas veces es población migrante”. Así, se crea un contexto en el que se fusionan factores de riesgo como la baja autoestima y empatía, conductas desafiantes o la impulsividad

Y para ayudar a estos jóvenes Quintana volvió a la idea de que “hablar de suicido no incita a nadie a cometerlo”, por lo que “no hay que tener miedo a usar la palabra suicidio”. Asimismo, recordó que cuando una persona habla de suicido no supone una “llamada de atención o un chantaje al que no hay que hacer caso”, sino que “toda manifestación de una conducta autodestructiva nunca debe ser subestimada”. De esta forma, apuntó que entre las señales de alerta de suicidio están las alertas verbales pero también las no verbales, como el aislamiento, cambios de humor o una reducción del rendimiento. Para contrarrestar estos prejuicios, Quintana apuntó que “hay que hablar clara y abiertamente sobre los pensamientos suicidas y, sobre todo, hay que ofrecerle a la persona la posibilidad de hablar de ello sin interrumpir ni reprochar”. Así, apuntó que “hay que escuchar y validar, ya que, de alguna forma, se está abriendo un camino para buscar otra salida”. Además, recordó que las personas con ideas suicidas tienen una “visión en túnel”, donde no ven otra salida que la muerte. “Nuestro papel es intentar buscar otro camino”, añadió.