El interior del colegio público acabó como un estercolero. En la madrugada del 31 de mayo de 2021 accedieron al interior del recinto escolar tras forzar la doble puerta acristalada, manipularon la ventana corredera del habitáculo del conserje, cogieron las llaves del centro y así entraron en varias dependencias. Se pusieron a arrojar huevos en las aulas, tiraron material escolar por el suelo, hicieron incluso una fogata en clase y realizaron dibujos de mal gusto en la pizarra y mensajes como “no seáis sapos, puta Policía...”.

Además, se llevaron varias llaves y un dossier con documentos e información personal de profesores y alumnos. Los desperfectos causados los tuvo que abonar el Ayuntamiento navarro que es titular del centro escolar a través de la aseguradora que tiene contratada. En total, el valor de los daños ascendía a 4.154,65 euros. Ahora, la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Navarra ha confirmado por este suceso una condena del juzgado de Menores que le impuso a un joven una medida de doce meses de libertad vigilada por un delito de robo con fuerza en las cosas, además de a abonar la indemnización citada.

El condenado ya cuenta con 19 años pero en el momento de los hechos era menor de edad. La pieza clave para dar con él fue una lata de Coca Cola que apareció abandonada, junto a un rotulador y un guante, en una de las aulas en la que se ensañaron los asaltantes (en plural, porque todo hace indicar que este individuo no actuó solo). En este caso, ni del guante ni del rotulador pudieron obtenerse muestras, pero la bebida se le indigestó al denunciado. La base de datos policial del SAID (Sistema Automático de Identificación Dactilar) arrojó un resultado positivo cuando se introdujeron en el mismo las huellas dactilares halladas en el estudio lofoscópico del refresco. Y dicho resultado coincidente con el perfil del menor expedientado llevó al arresto del mismo y ahora a su condena en sede judicial.

La defensa del joven había recurrido la sentencia condenatoria en primera instancia y alegó que este se encontraba aquella noche con sus amigos, que fueron a comprar y estuvieron juntos bebiendo, pero que él no accedió al colegio. Sostuvo además que hacía mucho tiempo que no pisaba el centro escolar, casi desde que estuvo estudiando allí cuando era pequeño. Y también ofreció una explicación rocambolesca al hecho de que sus huellas aparecieran en la lata de Coca Cola abierta. Afirmó que dicha bebida se la llevaría alguno de sus compañeros dentro del colegio.

Sin embargo, el tribunal no ofrece credibilidad a su versión y recuerda que en relación sobre la presencia de la huella del acusado en dicha lata, “es destacable que no ha ofrecido explicación alguna acerca de cómo pudo llegar el refresco al interior del centro hasta que se celebró el juicio. Y la explicación que ofrece no es creíble ni viene avalada por prueba alguna”. La Sala recuerda que existe una sólida prueba incriminatoria en contra del procesado y que este no cuenta con ningún aval a su declaración, ni siquiera el testimonio de alguna de las personas que decía que le acompañaban de las que ni aportó identidad.