David Brugos Miranda destaca la importancia de la detección temprana y la intervención precoz en los casos de depresión y, para ello, el papel de la Educación resulta fundamental. Así, este psicólogo clínico propone crear la figura de “psicólogos de apoyo en Educación”, porque en infantojuvenil, tanto la patología mental como las necesidades, se detectan en las familias, colegios e institutos. 

Brugos explica, al respecto, que “los intentos de suicidio, la ansiedad... muchas veces no acuden al pediatra. Están en los colegios y lo bueno de la población infantojuvenil es que tenemos a todos y todas en el mismo sitio”, cosa que “con los adultos no pasa”. Por ello, apuesta por “utilizar ese entorno escolar para introducir los aprendizajes y la educación emocional y ese es el futuro: o hacemos algo con los niños y adolescentes para que sean más fuertes, para que sepan identificar emociones, aprender a regularlas, pidan ayuda, se apoyen, si se sienten mal que puedan contárselo a alguien, que trabajemos el bullying, el fracaso escolar... o hacemos eso y creamos una red de apoyo social o se nos convierten en adultos con menor capacidad de aguante y débiles, y así vamos mal”.

No obstante, el especialista advierte de que “hay mucha clínica depresiva oculta en la infancia y juventud”, si bien “en la adolescencia –población que también vive un momento de cambio, de caos y es muy impulsiva– está menos enmascarada, porque el adolescente es más parecido al adulto, te lo cuenta, te dice estoy triste”.

En la infancia, explica, “es distinto. Muchas veces la depresión no va a ser verbalizada, sino actuada. Es decir, un niño pequeño deprimido porque sus padres se separan o porque le están pegando en casa, puede tener enuresis –incontinencia urinaria–, dolores digestivos o molestias, manifestar agresividad y ser el matón del cole...”. Pero para saber identificar estos casos y leer ese contexto, están los psicólogos y psiquiatras de infantojuvenil. Por eso, si están cerca, mejor.