“Hace justo una semana estaba celebrando la eucaristía en la cárcel y hoy me encuentro en esta gran y bella catedral de Pamplona, vestida con sus mejores galas para acogerme y recibirme”. Recalcando así el giro que ha dado su vida en las últimos siete días ha comenzado Roselló sus palabras, en su toma de posesión del Arzobispado de Pamplona en sustitución de Francisco Pérez, en las que se mostró dispuesto a “escuchar al diferente, al singular” aunque sin pronunciarse sobre los casos de abuso en la Iglesia

En un discurso emotivo, “con el corazón acelerado aunque de fuera pueda parecer frío”, la nueva máxima autoridad eclesiástica en Navarra ha marcado sus objetivos y voluntades para la Comunidad Foral de la cual besó el suelo nada más llegar para mostrar que “me entrego por cada uno de vosotros y me entrego hasta lo más profundo, hasta dar la vida”. A pesar de que “ni el más remoto de mis sueños me hubiese imaginado aquí”, Roselló ha asegurado que “esta es la Iglesia que quiero y que sueño. La que igual vive su fe en una cárcel, en un caserío, en la catedral, en una parroquia, en un hospital o en un convento”. 

El nuevo Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela es recibido en el atrio de la Catedral por las principales autoridades diocesanas y civiles

El nuevo Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela es recibido en el atrio de la Catedral por las principales autoridades diocesanas y civiles Javier Iraola

Una Iglesia par la que tiene grandes planes, pero antes de poder definirlos, ha manifestado su voluntad de “escuchar para conocer, escuchar para saber, escuchar para amar. También quiero escuchar al diferente, al singular, al que pueda mantener alguna diferencia conmigo”.

“Deseo que nadie en nuestra Iglesia se sienta discriminado y fuera de lugar. Nadie por su origen, por su lengua, por su sexo, por su ideología política, por pensar diferente, puede quedar al margen de la Iglesia”, ha defendido el nuevo arzobispo de Pamplona, que también ha pronunciado esas palabras en euskera en señal de su voluntad de “unión y hermandad”. 

También ha tenido palabras para “los pobres, los presos, los inmigrantes, las víctimas de trata”, quienes destacó que quiere que vean la Iglesia “no como alguien que les acoge, sino a como su casa. No un número para engordar nuestras estadísticas sino un rostro para el que compartir la fe o, por lo menos, la vida. Este otro redil, los presos, han sido objeto de mi ministerio sacerdotal durante muchos años y con ellos he vivido y disfrutado la fe”, ha recordado. En esta línea, ha señalado que viene “a vivir el carisma de la Merced, entregando mi vida por esta iglesia hasta que no pueda más. Desde hoy mi vida pertenece aquí”. 

Reflejo de esta voluntad es la elección de su lema episcopal Si no tengo amor, no soy nada, el cual “está presente en cada acto de mi vida" como pastor de esta archidiócesis de Pamplona y Tudela. “El amor supera la rutina, renueva compromisos y despierta proyectos. Quiero gastarme y desgastarme por esta iglesia, porque si no me entrego por esta tierra, si tengo amor, no soy nada. Porque con amor podré comprender, servir, ser paciente con esta nueva tierra que me acoge y en la que ya me siento en mi casa”, ha asegurado.

Una tierra para la que también ha tenido buenas palabras y aseguró que “Navarra es acogedora, es cosmopolita. Sus fiestas de San Fermín la han hecho universal, y eso se nota en sus gentes. En Navarra nadie se siente extraño y todo el mundo está en casa”. 

En su discurso, Roselló ha tenido palabras de agradecimiento para sus difuntos padres, sus hermanos, la orden de la Merced y su pueblo, Alcorisa (Teruel). También para las autoridades autonómicas y locales a quienes dijo que “el mundo es uno y lo hemos de construir entre todos: Iglesia, administraciones y sociedad. No puede haber dos mundos, no puede haber dos sociedades”.

33 obispos, 200 sacerdotes y un grupo de presos

La Catedral de Santa María la Real de Pamplona ha acogido ayer por primera vez desde, al menos, el año 1700 la ordenación de un nuevo obispo ya que quienes habían ocupado la cátedra de la capital navarra ya eran obispos ordenados. Sin embargo, Florencio Roselló Avellanas ejercía hasta ahora como director del departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española por lo que ha sido elevado hoy a la categoría de arzobispo.

Un hecho histórico como este ha reunido a 33 obispos, 250 sacerdotes, autoridades políticas, policiales, militares y cientos de fieles que han formado una larga cola más de hora antes del comienzo de la ceremonia. Varios jóvenes del grupo Hakuna amenizaron la espera con su música, que también han dedicado a Mons. Roselló en el recibimiento a la catedral. 

Desde su entrada hasta el comienzo ha pasado una larga media hora de preparación para el protagonista y de nervios y expectativas de los asistentes con la conciencia y la curiosidad de presenciar algo histórico. 

Entre los presentes también se encontraban autoridades de Instituciones Penitenciarias a quien Roselló agradeció que “han ayudado a la Pastoral Penitenciaria a poner rostros en números y necesidades en personas privadas de libertad”.

Parte de estas personas, un grupo de internos de las prisiones de Castellón y Pamplona, pudieron salir para acompañar al nuevo arzobispo porque “sin ellos, esta celebración sería incompleta”. 

Antes de acabar la ceremonia, Roselló ha recorrido las naves de la catedral saludando a las autoridades y a los fieles con los que se ha sacado fotos y se ha parado a hablar con quien le había acompañado desde Elche y Castellón entre los que se encontraban miembros de la Orden de la Merced y vecinos de pueblo natal, Alcorisa, en Teruel.

Tres mujeres presas cercanas a él le dedicaron una canción al final de ceremonia, con las que se fundió en un largo abrazo como cogiendo fuerzas de la que ha sido su vida hasta ahora para esta nueva etapa.