El año 1936 ocupa un amplio recoveco en la memoria de muchos; especialmente en las de aquellos hijos y viudas que, a finales de los 70, “recorrieron las cunetas con picos y palas para recuperar los restos de los suyos; esos hijos y viudas que quisieron llenar la geografía de nuestra comunidad con espacios y lugares de memoria”, ha recordado una de las miembros de la asociación Pueblo de las Viudas de Sartaguda. Por ello, la localidad navarra ha celebrado el Día de la Memoria con el objetivo de recordar a todas las víctimas y familiares que sufrieron las crudas consecuencias de la Guerra Civil y que, en última instancia, han servido como altavoz para contar todas las atrocidades cometidas durante esos años. “Se están yendo muchas de las personas que trabajaron por la recuperación de esta verdad. Ahora nos toca darles voz a nosotros”, han animado desde la asociación.
Por su parte, Amaia Lerga, presidenta de AFFNA’36 (Asociación de Familiares Fusilados de Navarra 1936) ha dirigido unas palabras a todos los que asistieron al evento: “Hemos consolidado nuestra propia efemérides; el Día de la Memoria. Nuestra labor es cuidarlo porque así rescataremos el recuerdo de todos aquellos que defendieron la democracia. Este Parque de la Memoria se logró con una enorme movilización ciudadana para luchar contra el olvido. Será el testimonio que haga que perdure del horror de miles de personas, pero también de sus valores y de su capacidad de resistencia. Gracias a este día, las generaciones próximas entenderán lo que ocurrió en nuestra tierra y también que la libertad se erige y dependerá de ellos y ellas protegerla”, aseguró. El parque simboliza para el pueblo y los familiares de las víctimas, según ha contado, el abrazo perdido por la injusticia de un asesinato y por la tortura de un desaparecido.
El 20 de julio de 1936 la tragedia entró por el paraje que los sartagudeses llaman popularmente “el puente primero”. Para evitarlo, los vecinos y vecinas derribaron y cruzaron carreteras para impedir el paso de los sublevados. Fue imposible, de manera que muchos de estos hombres acabaron frente al paredón de ejecución. Con esta imagen en mente, el parque cuenta con un monumento que emula esos instantes. A su lado se encuentra el muro de los nombres, “tan rozado y acariciado por miles de manos. En cada uno de estos espacios se recordará la historia detrás del nombre. No nos olvidaremos de ninguno de vosotros mientras aquí perdure este parque”, ha prometido la presidenta.
Víctimas del horror
Luci Moreno es una de otras tantas mujeres en Sartaguda que sufrieron las consecuencias de este conflicto: “El 18 de julio de 1936 las tropas se alzaron contra el poder; decían que era una guerra santa, ya que iba patrocinada por el clero. Y fusilaron a gente buena”, ha contado. En ese entonces Sartaguda apenas llegaba a los 1.300 vecinos, pero “asesinaron a 86 soles y se llevaron a 26 mujeres”. Luci Moreno perdió a sus abuelos, a su tío y a su madre le raparon la cabeza y le pasearon, como a las demás, por el pueblo hasta llegar a un camión que le llevaba camino a la muerte. Después de esto, su tía se fue a confesar y el cura le dijo que debía perdonar a los criminales que se deshicieron de su padre. “Mi abuelo, Jesús Moreno, estaba trabajando en el campo cuando fueron a por él. Lo metieron en una cabaña, le cortaron las orejas y le arrancaron sus partes. Mi abuelo tenía seis hijos. Y lo mataron, ¿qué hay que perdonar?”, ha dicho casi sin voz.
Por otro lado, Sartaguda cuenta con el programa Escuelas con Memoria, un proyecto educativo que quiere aproximar las aportaciones más relevantes de la historiografía sobre la represión franquista a las generaciones más jóvenes. Amelia Resano es una de esas voces que recuerdan el dolor de su pasado familiar. Su abuelo, Eloy Resano, era músico y agricultor. Su padre siempre lo recordaba como un hombre al que le gustaba mucho la poesía, “pero nunca me contó que era concejal y secretario de UGT de Lodosa; muy probablemente por el miedo que tenía”, ha confesado. Incluso, cada vez que en casa mencionaban a su abuelo, su familia le suplicaba a Amelia que no dijese nada para que no volviera a suceder lo mismo. “Hoy creo que debo contar para que se sepa. Cinco días después del golpe de estado, y tras estar dos días escondido en Pradejón, volvió a casa. Ese mismo día vinieron cinco hombres y dos guardias civiles armados. Siete personas contra un hombre que solo tenía un saco de paja para defenderse”, ha relatado. Su mujer y sus hijos le estuvieron quitando los restos de brizna de las ropas, pero aquellos hombres les dijeron que no hacía falta acicalarse tanto para ir al sitio que iba. El 26 de julio su hija pequeña fue a llevarle cena y le dijeron que su padre ya no necesitaba la cena porque se lo habían llevado. “Y el 27 lo asesinaron en Zúñiga, detrás del humilladero. No hemos podido recuperar sus restos, pero sí su memoria. A mi abuelo Eloy lo mataron por querer la igualdad, por ser un hombre bueno; yo no puedo estar más orgullosa de él. Salud y república”, ha concluido.
Tras el testimonio de estas otras víctimas, de aquellas que han luchado por recuperar el cuerpo y la historia de sus familiares, el resto de vecinos de la localidad se acercó al muro de los nombres para colocar un clavel en homenaje a todos los asesinados durante la Guerra Civil. Y, después de muchas lágrimas y besos a las flores, Sartaguda ha vuelto a recordar para evitar que el olvido se disfrace de concordia.