De la noche a la mañana, Anas Ahmed Andala ganó dos hermanos. Además de los tres con los que comparte sangre, el joven saharaui de 11 años ha creado un nuevo vínculo con Hugo, de 12 años, y Elsa, de 8. Son los hijos de Esther Fernández, de 44 años, e Ismael San Juan, de 50, la pareja madrileña y afincada en Zizur Mayor que, por tercer año consecutivo, han acogido Anas en su hogar para pasar dos meses del verano. Esta es una oportunidad que ya aprovecharon los dos hermanos mayores de Anas, con el objetivo de evitar las altas temperaras que sufren en los campamentos de refugiados en el Sahara Occidental, como el de Dajla, en el que vive su familia.
Anas llegó por tercera vez a Navarra el pasado 3 de julio y estará hasta el 3 de septiembre. Como explicó Esther, “el primer año fue más intenso porque para él era todo nuevo, no hablaba nada de castellano y tenía que adaptarse a la cultura. Pero lo ha ido haciendo muy bien”. Y es que, además de las clases de castellano que recibe en el Sahara, sus favoritas junto a las matemáticas, Anas ha dominado el idioma a base de escucharlo en casa y con la ayuda del traductor. Eso sí, la familia recordó con humor esos momentos en los que Anas intentó enseñarles alguna palabra en árabe, pero “pronuncian fatal”.
Exprimir el tiempo
El saharaui está aprovechando al máximo sus meses en Zizur Mayor con la familia, en especial jugando con las bicicletas o en la piscina con Hugo y Elsa. Aunque dejando alguna que otra anécdota por el camino.
El primer año que Anas vino a Navarra, y nada más llegar a la Comunidad Foral, la familia lo llevó de vacaciones a Cádiz. Hugo narró que “al llegar estábamos asados de calor, nos tiramos al agua y él se vino detrás”. Ismael añadió que, cuando le habían preguntado si sabía nadar, él había asegurado una y otra vez que sí sabía, pero desde la Asociación Navarra de Amigos del Sahara (ANAS) ya les habían advertido que “decía que sí a todo porque quiere ser como igual que los demás”. Y fue Anas el que finalizó la historia entre risas: “Salté y no sabía nadar. Me salvó Isma”. Después de esta anécdota, y cuando el joven saharaui les aseguró que sí sabía montar en bici, Esther recordó las dudas que sintieron hasta que, efectivamente, les demostró que lo dominaba.
Y es que Anas no solo disfruta de la bicicleta o la piscina, sino que “tiene un montón de vida y quiere hacer un montón de cosas. Es una pasada ver cómo disfruta de todo y de las pequeñas cosas”. Entre estos momentos para el recuerdo Ismael destacó la primera vez que vio los fuegos artificiales durante estos Sanfermines. “Es un espectáculo ver cómo alguien los disfruta por primera vez. Esas cosas son las que aportan, ver cómo conoce cosas nuevas que tú tienes muy interiorizadas”.
Aprendizaje mutuo
Además del idioma, Anas ha hecho frente a diferencias culturales como la igualdad con las mujeres o las que existen en las comidas. En palabras de Esther, “allí comen con las manos y sentados todos en el suelo, así que le cuesta mucho esfuerzo usar cuchillo y tenedor o estar sentado en una mesa. Pero lo hace”.
En este sentido, y aunque Ismael recordó el “esfuerzo físico y mental que supone tener de repente un tercer hijo de once años”, también es una experiencia “muy enriquecedora si estás dispuesto a abrir la mente, porque son otras formas de pensar”. Y es que “tienen tanta vitalidad que te contagias. Un chaval de estos te insufla ganas de vivir”. Tampoco Esther se olvidó de recordar la predisposición de Anas para ayudar, ya que “es muy activo y dispuesto. Está pendiente de muchas cosas, como cuando llueve y ve que hay que recoger cosas”.
Asimismo, Esther añadió lo positiva que supone esta experiencia para Hugo y Elsa, en cuanto a “conocer otra cultura, forma de vida y valores. Me parece súper bonito cuando por la noche se quedan hablando y Hugo le pregunta cosas del Sahara”. Además de que “te hace replantearte muchas cosas y darle una vuelta a la forma que tenemos aquí de vivir y hacer las cosas”.
La despedida
Este es el último verano que Anas podrá pasar en Navarra con el programa que se lo ha permitido hasta ahora. La falta de familias de acogida ha provocado que los menores solo puedan venir un total de tres años, por lo que el joven saharaui lo completa este verano. Es por eso que Ismael y Esther aún no se han planteado si continuar el próximo año. Para Ismael “supone un compromiso familiar importante, hemos compartido muchas cosas y a lo mejor no te apetece estar repitiendo esta historia cada tres años”. De todas maneras, Ismael y Esther tienen muy claro que va a disfrutar del mes que les queda con Anas y, en un futuro, esperan poder ser ellos los que viajen a Dajla para conocer a su familia.