El pasado 22 de julio la pequeña Olha Hlushchenko cumplió uno de sus dos sueños: celebrar un cumpleaños junto a su familia navarra. Y lo hizo por todo la alto. Esta niña ucraniana tuvo la oportunidad de disfrutar de su noveno cumpleaños en el hogar de Raquel Lacarra, de 42 años, y Javier Sainz, de 37. El matrimonio de Cintruénigo ha abierto las puertas de su casa a Olha para que pase con ellos el verano lejos de la radiación que afecta a su aldea, Stanyshivka, situada a 30 km de la central nuclear de Chernobil.
Olha llegó a Navarra el pasado 1 de julio y alargará la visita hasta el 27 de agosto. Estos dos meses son el tiempo máximo que puede pasar fuera del país como acogida, ya que los treinta días restantes que les permite el Gobierno ucraniano ya los gastó en su primer viaje a Navarra en estas Navidades. Desde Chernobil Elkartea, asociación con la que han colaborado Raquel y Javier, recuerdan que el objetivo de estos viajes es permitir que menores como Olha puedan “abandonar la zona contaminada por el desastre nuclear durante al menos 40 días al año y reducir el riesgo de padecer enfermedades derivadas de la exposición a la radiactividad”.
Como explicó Raquel, “con los 90 días que ella está aquí limpia su organismo y coge fuerzas para el resto del año. Se le nota un montón que cuando viene está más débil y se va muchísimo más fuerte”. Y es que, como recordó Javier, Stanyshivka es una “aldea pobre y en situación precaria, donde lo que come y bebe está contaminado por la radiación, así que salir de allí durante estos dos meses les viene muy bien para limpiarse, comer bien y coger fuerza para aguantar allá, que pasan más penurias”.
La comida, precisamente, se ha convertido en uno de los grandes retos a los que Raquel y Javier se están enfrentando, al margen de la barrera lingüística, en la que destacaron el rápido aprendizaje de Olha para entender y, cada vez más, para expresarse. Sin embargo, Javier apuntó que la pequeña se sigue mostrando “muy reacia a probar cosas nuevas que no conoce”. De esta manera, y como añadió Raquel, Olha está más acostumbrada a que su comida no tenga condimentos. “Las alubias verdes apañadas no las quiere, pero sí se come una patada cocida o un pepino sin sal ni nada”, remarcó.
La adaptación
Raquel y Javier no tienen hijos, de manera que Olha es hija única tanto en Navarra como en Ucrania, donde tampoco le esperan hermanos. Esta falta de niños en el hogar de los navarros complicó un poco los primeros días tras la llegada de Olha en Navidad, ya que es también su primera vez como familia de acogida y están “acostumbrados a un orden. Cuando entra un niño en casa esto se pone patas arriba”, apuntó Raquel. Pero, en palabras de Javier, “enseguida hemos tenido el apoyo de toda la familia, amigos y conocidos, que se han volcado una barbaridad con nosotros y nos han dado desde ropa hasta bicicletas. Hemos tenido ayuda por todos lados”, añadió agradecido.
De la misma forma, Olha también está trabajando en adaptarse a su segunda casa y las nuevas normas que implica. Otro gran reto para el matrimonio está siendo la enseñanza ya que, según Javier, “tienen mucha menos disciplina porque allí la mayoría son familias desestructuradas y les ponen menos normas, como los horarios de las comidas y el sueño”.
Una integración rápida
Uno de los factores que más han ayudado a Olha a mejorar su castellano, además de las explicaciones de Javier y Raquel, han sido sus nuevas amigas. Javier nota “mucho la mejoría porque tiene mogollón de amigas con las que pasa mucho tiempo y lo practica mucho más”. Entre sus nuevas cuadrillas destacaron las que ha hecho en la piscina, uno de los lugares predilectos de Olha. De hecho, durante las videollamadas que mantenía desde Ucrania, la pequeña manifestó las ganas que tenía de venir a Navarra para celebrar su cumpleaños y aprender a nadar. Así que lo primero que la pareja hizo al volver Olha fue apuntarla a natación y, cuando llegó el 22 de julio, Raquel preparó invitaciones para que Olha invitara a sus amigos. “Fuimos una tarde a la piscina y la vi con veinte niños alrededor. Resulta que repartió todas las invitaciones y tuvimos un cumpleaños de al menos 45 niños y 30 adultos”.
Esta es solo una de las anécdotas que Raquel recuerda con cariño de una “experiencia brutal” como es haber acogido a Olha. “La recomiendo al 100%, aun teniendo dificultades. Merece mucho la pena por el aprendizaje pero también por la satisfacción que tienes al saber que le estás ayudando”. Sin embargo, Raquel hizo hincapié en el “palo” que supuso que en Navarra “se les haya denegado la sanidad pública”, de lo que se ha hecho cargo Chernobil Elkartea con un seguro privado.
Aun así, el matrimonio no ha dejado de recordarle a Olha que, además de su familia en Ucrania, tiene otra en Navarra y que, siempre que ella quiera, tendrá abiertas las puertas de su casa.