Las aulas de los centros escolares navarros vuelven a llenarse a lo largo de esta semana. Minutos antes de abrir las puertas, los patios de los colegios aglutinan la alegría de las cuadrillas que se acaban de reencontrar, el desconocimiento de los más pequeños y la mezcla de ganas y preocupación de los padres y madres. El nuevo curso siempre trae alegrías y aprendizaje y la primera lección es saber adaptarse al propio colegio y los cambios que conlleva, en especial, para los más pequeños. 

Jaso Ikastola es uno de los centros educativos que recibió ayer a sus nuevos alumnos y alumnas, 35 en total. Una cifra muy celebrada después de que el curso anterior bajase hasta las 16 matriculaciones y provocase el cierre de una línea. “Estamos muy contentos por haber remontado y con muchas ganas de empezar el curso”, asegura la directora de Infantil, Izar Lizarza

Un proceso realizado a fuego lento para conseguir la mejor adaptación de los niños y niñas a la nueva rutina. “Los dos primeros días vienen hora y media, divididos en dos grupos y con los padres. De esta manera están más tranquilos y se adaptan poco a poco”, resalta la directora. 

La directora de Infantil, Izar Lizarza, juega con los niños en el primer día de clase. Patxi Cascante

Los escolares de 4 y 5 años, aunque no sea su primera vez, también requieren de un periodo de aclimatación después de tres meses de verano. Para ellos proponen “entrada flexible durante 20 minutos para que puedan entrar con los padres a dejar sus cosas” antes de comenzar las clases. “A esta edad suelen venir a gusto porque ya nos conocen”, destacaba la tutora Begoña Fernández antes de que tres niños corran hacía a ella para abrazarla.

 A primera hora realizan “circulación autónoma” para que curioseen por la clase, un proceso que fue más costoso el año pasado ya que las aulas estaban recién reformadas. “Ahora ya conocen la clase perfectamente y dónde están los juegos o las cosas que quieren”, señala. Después, ya sentados en círculo, comienzan “las rutinas” en las que comparten qué tal el verano y la vuelta a clase, “poniendo énfasis en los sentimientos”.

De este modo, van introduciendo las clases de manera paulatina hasta completar le horario y disfrutar de las clases de psicomotricidad, estimulación del lenguaje, inglés, un proyecto que llevan a cabo entre todos hasta añadir el horario de tarde en octubre. 

Un nuevo mundo

En el mismo pasillo, al lado de las agradables entradas de los mayores de Infantil hacían lo propio los nuevos de 3 años, con bastante más escepticismo. Asier es padre de un niño que comenzó ayer su escolarización ya que no ha acudido a la escuela infantil 0-3 años. “Es muy nuevo para él y para nosotros también es pena, porque al final dejamos de estar con él todo el día, aunque son cambios necesarios”, reconoce. Para afrontar esa nueva rutina, le han preparado en casa y, de esta a manera, su hijo acude sabiendo que “es un sitio dónde va a hacer muchos amigos, va a poder jugar y tiene que hacer caso a las maestras”. En los días previos tuvo dudas en alguna ocasión y “decía que no quería venir”, pero nada más llegar se puso a jugar con unas conchas y se olvidó del resto de novedades. 

Aula de 3 años de Jaso Ikastola Patxi Cascante

Su hijo va a estar a cargo de Jone Iribarren, una tutora que comienza su 34º curso. Tras haber vivido treinta y tres primeros días asegura que lo más difícil es la separación. “Para los padres y madres es complicado dejarlos y para los niños es difícil porque es un entorno desconocido y las maestras no somos figuras de apego”, explica.

También para ellas supone un cambio ya que “dejas de tu grupo de cinco años para volver a empezar de cero” y tener que ganarse la confianza de otro nuevo grupo. Uno de los aspectos que más les cuesta a aceptar a los pequeños es “perder el protagonismo que tienen en casa. Pasan a ser uno más, tener que esperar, y eso cuesta mucho”. Respecto al método de actuación, Iribarren destaca que “es un periodo de adaptación muy light”, también útil para ellas ya que gracias a haber empezado en dos grupos, cuando se juntan todos, “ya sabemos sus nombres y les conocemos un poco”. 

Atención centralizada

Para todos los niños y niñas supone un cambio drástico empezar el colegio, un reto para el que necesitan el apoyo de sus familias y las docentes. Miren Ayerra, es educadora, trabaja con los escolares que más apoyo necesitan, y este curso estará “como uña y carne” con Asier. “Va con más retraso que el resto de niños en todo. Ahora ya entiende, pero todavía no habla”, explica su madre, Belén Blázquez, sin apartar la mirada de su hijo.

El primer día es para que los niños conozcan las aulas y a las tutoras Patxi Cascante

Mientras su madre analiza nerviosa cómo responde a “la nueva guarde”, como le llaman en casa, Asier parece no tener ningún reparo y juega desde el primer momento con Ayerra. “El primer día consiste en ver si te acepta, pero ha entrado súper contento”, explica la educadora mientras recuerda cómo “la niña del año pasado me miraba con desconfianza el primer día y luego estuvimos muy bien”. Igual que logrará con Asier, aunque, por ahora, hay que adaptarse, “descubrir el nuevo entorno, ver cuáles son sus límites, cómo responde. Hay que darnos un tiempo para conocernos”.

Su madre confía en que tendrá un buena experiencia y valora “la suerte de que pueda estar con una profe de apoyo” aunque no puede evitar el agobio de estos momentos. “Su padre está más tranquilo, pero yo estoy muy nerviosa, llevo dos días sin dormir. Tengo ganas de reír, de llorar, de que esté bien... Al final dejas de estar dos meses de manera constante con él a dejarle en un sitio que no sabes cómo está” expresa.

Por de pronto, “ha entrado muy contento, lo que me hace súper feliz”. Así, poco a poco, Asier y sus compañeros conocerán a sus maestras, harán sus primero amigos, y jugarán y aprenderán hasta que ellos mismo salgan con ganas de volver al día siguiente.