El trabajo pionero realizado por la comisión de reconocimiento de las víctimas de ataques contra la libertad sexual en el ámbito de la Iglesia Católica en Navarra ha reconocido ya a un total de 16 víctimas y ha recibido un total de 58 solicitudes en toda su andadura. La comisión de expertos que tratan con las víctimas realiza un repaso en su memoria de los distintos abusos denunciados y las afecciones que arrastran los y las supervivientes, la mayoría situados en un espacio temporal entre la década de los 60 y comienzos de los años 80, y que en edad adulta han seguido durante años lesionados por aquellos abusos sufridos como menores. El daño deja una huella inexorable.
En el documento se expone que “la perspectiva del historial psicológico-psiquiátrico también ha sido otra de las informaciones tomadas en consideración para elaborar la Memoria”. Para ello, tras haber mantenido conversaciones en esta línea con los solicitantes, la mitad, ocho, han respondido afirmativamente al hecho de sufrir problemas de salud mental, mientras que la otra mitad, otros ocho, refieren no haber acudido nunca a servicios de dicho ámbito. Igualmente, en relación a consumos y adicciones, dos de los reconocidos como víctimas han respondido que sí y 14 de manera negativa.
Los problemas de trastornos adaptativos y la influencia en el desarrollo personal que dichas agresiones sexuales han provocado en las víctimas hace en muchos casos que dicho trauma se consolide incluso con el paso de las décadas y muchas de esas víctimas incluso siguen en la actualidad en tratamiento psicológico ante las vivencias que sufrieron y su prolongado daño. En la Memoria refieren que “en lo relativo al ámbito psico-emocional, se ha analizado también el impacto sufrido y la gestión a lo largo de su trayectoria vital. Según se desprende de sus relatos, la mitad de las víctimas (8) han necesitado tratamiento psicológico, en algún momento de su vida, derivado de estas experiencias de abusos. Y la otra mitad, 8, han informado que, aunque nunca han acudido a tratamiento psicológico, en algún momento, señalan algunos, han sentido la necesidad de acudir”. En cuanto al diagnóstico, de las 8 víctimas que han recibido tratamiento psicológico, 3 de ellas presentan trastornos de personalidad y 5 trastornos emocionales.
Afección a nivel personal y sexual
Josean Echauri, psicólogo forense en el gabinete Psimae, que se encarga de la atención psicológica como encomienda de la Oficina de Víctimas del Delito, preside la comisión de especialistas del Gobierno. A la vista de la tarea efectuada, Echauri recuerda que “hay víctimas que durante toda su vida ha ido arrastrando esta situación en mayor o menor intensidad, según las épocas de su vida. Ese daño o esa huella ha interferido en lo que tiene que ver con las relaciones personales que han mantenido como adultos, les ha sembrado de desconfianza porque cuando eran niños y niñas confiaban en una autoridad, como un cura, profesor o un religioso, que es quien les ha fallado. Eso les condiciona a la hora de relacionarse con terceros en momentos de estrés y de ansiedad”, analiza.
Explica que, a otros niveles, aquellas agresiones sufridas cuando eran menores, también “han interferido en sus relaciones sexuales y estas personas se han sentido más inhibidas, más cortadas, les ha condicionado la sexualidad. Cuando se es muy niño no tienen una conciencia en lo sexual porque aún no está madurada, ni saben lo que eso supone, pero en la edad adolescente toman conciencia de todo lo que ha pasado y aparece el miedo y la vergüenza. Algunos han arrastrado esa situación y otros han experiementado un trastorno de estrés postraumático en diferido o demorado. En estos últimos casos creo que siempre se les ha condicionado, estaba oculto y mediatizaba su vida, hasta que emergen los disparadores, activadores que pueden surgir a partir de una noticia o un acontecimiento. De repente haces click y emergen todos los recuerdos y sintomatología y eso no importa los años que hayan transcurrido para que aparezca”.
Otras víctimas utilizan estrategias de supervivencia durante años o los hay quienes ante agresiones sexuales de menor intensidad han podido sobreponerse y han mandado ese trauma al trastero de la conciencia. Los hay quienes han sacado el dolor como han podido y otros que en caso de llevarlo muy adentro “pueden caer en ciertas adicciones”, como una respuesta reactiva o tóxica al sufrimiento o a la injusticia.
Gran parte del daño que arrastran las personas afectadas tiene que ver con el contexto histórico y de autoritarismo y mando eclesial en el que se produjeron dichas agresiones. “Ahora tenemos medios para visibilizar, tratar y prevenir los abusos. A nadie se le pasa por la cabeza que se cuente un caso en la familia y no se reaccione y no se denuncie. Pero en aquella época todo el contexto estaba muy mediatizado por el poder que tenía la Iglesia. Todo ese contexto marca mucho porque además había quienes sus padres hacían un gran esfuerzo por llevarles a determinados colegios y, por tanto, denunciar luego al cura era considerado una especie de traición”.