Visión borrosa, pérdida de peso, sed excesiva, hambre constante o aumento de la frecuencia para orinar son algunos de los posibles síntomas que padecen las personas con diabetes. Se trata de una “enfermedad silenciosa” que condiciona por completo la vida de quienes la padecen. En muchos casos, lo que vino después del debut es una fase “de miedo”. Inés González, una mujer con diabetes de tipo 2, ha reconocido haber estado “como un zombie, completamente paranoica porque me dijeron que no tenía que tomar ni hidratos, ni azúcar”, ha asegurado esta mañana durante una mesa redonda organizada por Anadi (Asociación Navarra de Diabetes).

En concreto, Lucía Tapiz, Izaskun Azcona, David Gómez, Inés González, María Armendáriz y Manu Larralde han sido los seis encargados de hacer ruido y dar voz a sus historias para mostrar tanto la cara oscura de la diabetes como toda la luz que puede albergarse detrás de esta enfermedad. “Nuestro objetivo es que la gente descubra nuestra enfermedad y la normalice, que me miren por quién soy, no por ser la que tiene diabetes”, ha dicho Lucía.

La luz después de la diabetes

David debutó en el año 2003 en Colombia. Su evolución, según contó, la afrontó casi sin ayuda porque “el lugar del que yo vengo no tiene asociaciones como Anadi, y eso me hizo el camino mucho más complicado porque sentí que era yo contra el mundo”, ha relatado. De hecho, durante su adolescencia pasó por varios episodios de no querer vivir más: “A medida que creces, te cuestionas por qué te ha tocado a ti y también pensaba que si me voy a morir por esta enfermedad, mejor hacerlo ya que de viejo”, ha confesado. Una vez superó esta etapa, David viajó a Navarra y conoció a la asociación y fue mejor atendido. “Puedo decir que gracias a la diabetes tengo hábitos mucho más saludables; una mente y un cuerpo más fuertes. Me conozco mucho mejor”, ha comentado.

Invisibilidad

Por otro lado, aunque la diabetes sea una enfermedad “silenciosa”, estigmatizada y marcada por el desconocimiento, la problemática es mayor en el caso de quienes padecen diabetes de tipo 2. “Nuestra realidad está todavía menos visibilizada”, ha reconocido Inés. En su caso, ella recibió su diagnóstico después de que falleciera su hermana, también diabética. Sin embargo, “a mí me dijeron que tenía que dejar de comer todos los alimentos que tuvieran azúcar o hidratos. Recuerdo que no podía ni siquiera ir a comer con amigos porque me daba miedo comer algo que no pudiera controlar”, ha señalado. Y así estuvo mucho tiempo, al menos hasta que conoció a la asociación, gracias a la que ha visto la luz tras la diabetes. “Como hay tanto desconocimiento, nadie me ayudaba con mi problema, pero en Anadi he podido conocer a gente que está pasando por lo mismo que yo y que me recomienda qué pasos puedo dar para vivir más tranquila. Aquí he encontrado una familia”, ha concluido.