“No hay nada natural en la prostitución. El putero no nace, se hace. Es un deseo legitimado y construido socialmente por el patriarcado. La prostitución es una guarida de la masculinidad hegemónica y un lugar de confraternización masculina. No tiene que ver con pagar por sexo, sino que el pago es el medio para un fin, y el fin es reforzar ese modelo de hombría, de jerarquía de lo masculino sobre lo femenino. Por eso los hombres no deben callarse como lo hace un putero y deben romper ese pacto de silencio”.
Alrededor de esta idea, deslizó su conferencia en Civican, Beatriz Ranea, doctora en Sociología y Antropología, profesora de la Universidad Complutense de Madrid y autora de Puteros, quien afirmó que la industria de explotación sexual avanza más rápido que las instituciones y el ámbito académico, y por ello es urgente abordar el problema desde múltiples frentes. Ranea señaló que “los factores sociales y culturales que perpetúan la demanda de prostitución son, principalmente, la tolerancia social y la normalización de esta práctica en una sociedad patriarcal”.
Subrayó que “el consumo se ha normalizado en diferentes situaciones, como despedidas de soltero, cenas de empresa o celebraciones que terminan en prostíbulos”, algo que “desvincula la prostitución del daño que representa para las mujeres”.
Turismo sexual
No solo Ranea apeló en su conferencia al resto de hombres que no acuden a la prostitución para interpelarles y que no se callen, también apostó por cambiar la mirada y ensanchar el marco de estudio: "Ahora todo el foco esta puesto en ellas, lo que las estigmatiza y etiqueta. El marco es prostitución y prostituta, el hombre desaparece de ese marco y sin embargo está sobrerrepresentado en cualquier otro ámbito de la sociedad. Con La Manada se ha ido desplazando el foco, pero cuando se habla de demanda de prostitución tiende a hablarse sin género. Y sin embargo el 99,7% son hombres, eso nos dicen los datos".
La investigadora abundó en que no son demasiadas las cifras existentes del sector y que, si bien, el CIS reflejó en una encuesta que el 32% de hombres había pagado por algún servicio de prostitución, "es una encuesta de 2009 que no se ha vuelto a hacer. Es curioso porque el CIS ha hecho encuestas incluso de si se prefiere la tortilla de patata con cebolla o sin ella, pero lleva 15 años sin preguntar por la prostitución cuando España es además un destino de turismo sexual. Hay cantidad de viajes de negocios, congresos académicos y tecnológicos cuyos participantes terminan acudiendo a la prostitución. De hecho en el World Mobile Congress de Barcelona se supo que los taxistas que acudían a recoger a los asistentes tenían un mapa con las zonas de prostitución a las que les podían llevar".
La escasa estadística oficial al respecto solo pudo ser completada con un informe de Juventud que reflejó que el 10% de jóvenes de 15 a 29 años había pagado por prostitución. "Me parece un dato importante por ser hombres jóvenes y porque si se hace la proyección con otras cohortes de edad superaría el 32% del CIS. Lejos de desaparecer, la prostitución se mantiene, con un perfil de todo tipo, con más formación y con menos, con universitarios y trabajadores, con mas y menos estatus o edad, con ideología de izquierda y de derecha...No son todos los hombres pero de alguna manera siempre es un hombre", refirió usando un símil anglosajón.
Prostitución y exclusión social
La académica también afirmó que “la mayoría de las mujeres en contextos de prostitución, cis y trans, son víctimas de discriminaciones múltiples: muchas de ellas son migrantes, a menudo en situación administrativa irregular, lo que las sitúa en una posición de extrema vulnerabilidad y exclusión social”. Advirtió, en ese sentido, de que estas mujeres “son vistas como las otras, expulsadas de otros espacios, y no se las percibe como iguales, cuando no se trata de ellas, sino de todas las mujeres”.
Según su análisis, “estas mujeres, debido a la exclusión de otros espacios laborales, se ven empujadas a la prostitución, que debe entenderse como una forma de violencia sexual”, puesto que “en esencia, pagar para acceder al cuerpo de alguien que no te desea es violencia”. Ranea destacó que existe una desconexión social respecto a la violencia sexual dentro de la prostitución, pero “a raíz del impulso feminista, hemos comenzado a reconocer estas situaciones como violencias sexuales”.
“La prostitución es una guarida de la masculinidad hegemónica”
El foco en el consumidor
Sobre el perfil del consumidor de prostitución, Ralea ha afirmado que “puede ser cualquier hombre, independientemente de su clase social, nivel educativo, formación o profesión”. Insistió en que “es un error pensar que el consumidor de prostitución tiene un perfil homogéneo” y que “no es necesariamente alguien con pocos recursos o que se desvía de los cánones de belleza”. Respecto a los discursos de estos consumidores, explicó que “algunos tienen un enfoque misógino y otros lo justifican desde una perspectiva mercantilista, vinculada al machismo”.
En este último caso, indicó que estos hombres “consideran que pagar es más fácil que interactuar con mujeres fuera de estos contextos”, y también tienen “actitudes que deshumanizan a las mujeres y las tratan como objetos para satisfacer deseos sexuales o de reafirmación personal”. También indicó que muchos consumidores opinan que el consumo de prostitución “es una necesidad fisiológica”. Ranea señaló que “no existen soluciones rápidas para erradicar la prostitución, porque está profundamente arraigada en nuestra sociedad, es un problema estructural, como la violencia de género en la pareja, y requiere un cambio cultural y social que llevará tiempo”.