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“El trauma del suicidio se quita con ternura”

La asociación Besarkada conmemora el día internacional del superviviente por suicidio con las historias de varias víctimas

“El trauma del suicidio se quita con ternura”Unai Beroiz

Unos se van con el miedo en la cabeza dando gritos; otros se quedan con unas “voces internas que nos culpan, que nos hacen sentir que les hemos matado”. Así lo ha expresado esta mañana Sara Pérez, psicóloga de Besarkada-Abrazo y superviviente del suicidio de su padre, con motivo del Día Internacional del Superviviente por la pérdida de un ser querido. En 2022, se produjeron 58 suicidios en Navarra y 348 personas que quedaron afectadas de por vida. “Se sabe que, por cada suicidio, al menos seis personas sufren esta pérdida, se convierten en supervivientes y tienen que vivir en un proceso de duelo. Sin embargo, ¿cuántas son atendidas?”, se ha preguntado.

El impacto del suicidio puede asociarse “con las consecuencias del bombardeo de Hiroshima. Tiene una naturaleza tan extrema que te destroza la vida, a tu familia, tu casa... Estos efectos perduran en el tiempo y empieza el trauma”, ha contado. Se trata de un dolor que altera las emociones de las personas y afecta a todos los planos de la vida ordinaria. Incluso, muchos de los supervivientes por la pérdida de un ser querido se sienten como “monstruos” porque no han logrado impedir el suicidio de ese amigo, familiar o compañero de trabajo. Por esta razón, la forma de ayudar a estos supervivientes es hacerles sentir que su dolor es válido, pero “hay que darle la vuelta. Se deben reconciliar con ellos mismos y sentirse acompañados, con la esperanza de encontrar un significado vital diferente después del suicidio”, ha apuntado la psicóloga.

Para superar este trauma, muchas personas tratan de reconstruir “obsesivamentecómo ha sido la historia y la relación con la persona fallecida, pero “no conseguimos respuestas y no siempre son suficientes. Nada nos explica por qué nuestro padre o nuestro hijo se ha quitado la vida”, expresó. De pronto, cae la lluvia sobre los supervivientes y solo “necesitan un paraguas que les proteja del agua y del frío”, ha dicho Pérez.

Los supervivientes del suicidio quieren “ser escuchados, sentir que lo que les pasa es normal, que entiendan su dolor, que alguien les ayude a perdonar y a que se perdonen, sentir afecto sin juicio y amor”, ha enumerado Unax Flores, psicólogo de Besarkada. El duelo conduce a un estado de shock donde, además de buscar respuestas, las víctimas reciben emociones contradictorias que tienen que volver a gestionar porque “son difíciles de encajar a la vez. Por eso, en cada sesión, tratamos de volver a contar las partes de su historia con la persona fallecida, revivir lo ocurrido para ampliar la experiencia y resignificar sus vidas. En este proceso no hay respuestas, no se resuelven estas preguntas, pero lo que tenemos que hacer es que eso es lo que menos importa. El foco debe estar puesto en tratar de que aprendan a gestionar las emociones contrariadas, su dolor y sus matices”, ha apuntado.

“Hoy termina todo”

El padre de Sara se quitó la vida hace diez años, “y a mí me la rompió”. La primera parte de su duelo comenzó tras la muerte, cuando comenzó “el pitido de la bomba. Tenía que estudiar, trabajar, terminar la carrera y seguir con mi vida porque él ya estaba descansando, pero para mí era imposible”, ha contado. La última vez que vio a su padre le dijo que se iba a quitar la vida. “Jamás pensé que me estaba diciendo eso de verdad. Esa misma noche me desperté gritando que iba a terminar todo, como si estuviera augurando el final. A la mañana siguiente, mi madre me llamó para decirme que se había suicidado”, ha recordado. A Sara le invadieron la culpa, el sentimiento de que no había hecho nada por salvar a su padre y la rabia. “Sin embargo, no fui consciente de mi trauma hasta que yo también traté de quitarme la vida”, se emocionó. Fue entonces cuando empezó a pedir ayuda y a mostrarse tal y como es. “Cuando llegué a Besarkada empecé a mirar la muerte de mi padre con otros ojos y empecé a sentir ternura por mí y por mi historia. Y el trauma se cura con ternura; no hay otro antídoto, ha concluido.

Víctimas, no culpables

El duelo de Marcos Chups comenzó dos meses antes del suicidio de su padre, cuando tuvo lugar la primera tentativa y una enfermera del 112 le dijo que le había salvado la vida. “Habíamos intercambiado nuestros papeles, y para mí fue agónico”, ha expresado. A pesar de que su padre –su mejor amigo– dijo varias veces que quería morir, Marcos nunca creyó que fuera a ocurrir en realidad. El 22 de septiembre de 2022 le llamó su madre para darle la noticia de la muerte de su padre. “Empecé a gritar, golpeé todo cuanto tenía por delante y la rabia y la culpa se apoderaron de mí. Pensé que todo lo que había hecho para ayudarle fue insuficiente. Era una pesadilla. No podía asumir la realidad y te resignas a creer que todo cuanto está pasando se va a terminar en algún momento”, ha comentado con la voz entrecortada.

Marcos trató de resolver su trauma por medio de las exigencias. Se obligaba a estar activo durante todo el día. “Mi padre me había inculcado unos valores que me hacían sentir que si paraba le iba a defraudar. Y eso era lo único que no quería hacer, así que traté de continuar mi día a día como si no hubiera pasado nada”, ha señalado. Así lo hizo hasta que llegó el primer cumpleaños de su padre con su ausencia. Como de costumbre, llegó a su trabajo tratando de ocultar su dolor bajo una sonrisa. “Un compañero dijo que era el único que llegaba alegre, y lo sentí como un golpe. ¿Cómo podía esconder tan bien mis traumas y mis miedos a pesar de que para mí sea un día tan oscuro?”, ha reflexionado. Y regresó la culpa. Todo le daba pánico. No podía hacer frente a su trauma, pero “yo no era culpable.Yo también era víctima del suicidio de mi padre”.