Con la entrada del 2025, José Ángel Remírez Arana se despedirá del liderazgo de la Federación Navarra de Caza (FNC), una entidad que ha presidido durante los últimos 25 años, en los que se ha esforzado por afrontar con solvencia retos como, entre otros, el relevo generacional, la presión animalista, el rechazo de parte de la sociedad urbana al mundo rural o la necesidad de una comunicación efectiva para hacer ver a la población que la actividad cinegética, además de imprescindible para el medio ambiente, resulta esencial para muchos enclaves de la España vaciada.
Tras 25 años al frente de la FNC, ¿qué siente al poner el punto final?
Cuando dedicas 25 años de tu vida a liderar una entidad como la FNC, declarada de utilidad pública, descubres que no hay un punto final en el verdadero sentido de la palabra. Este no es el cierre de un ciclo, sino la continuación de una misión que va mucho más allá de las responsabilidades de un cargo. Estoy convencido de que, cuando trabajas en beneficio de la ciudadanía, especialmente a través de una actividad tan completa como el deporte cinegético, las aportaciones que realizas se transforman en un legado vivo que sigue impactando a la sociedad.
El deporte cinegético no es solo una actividad que conecta al ser humano con la naturaleza; es también un medio para fomentar valores esenciales como el respeto, la responsabilidad, la solidaridad y la conservación. A lo largo de estos años, he podido comprobar cómo la caza, cuando se practica de manera ética y sostenible, genera un impacto social profundo. No solo contribuye al equilibrio del medioambiente y al mantenimiento de la biodiversidad, sino que también refuerza el tejido social del mundo rural, promueve la economía local y crea comunidades unidas por una pasión común.
Más allá de los logros tangibles, lo que más me llena es saber que hemos trabajado para dignificar esta práctica y destacar su valor como deporte y herramienta de desarrollo social. El deporte cinegético une generaciones, enseña a los más jóvenes la importancia de cuidar lo que nos rodea y los conecta con tradiciones que han dado forma a nuestra identidad como sociedad.
Poner fin a esta etapa significa dejar paso a nuevas voces y nuevas ideas, pero también significa reafirmar mi compromiso con estos valores. Porque el avance de la sociedad no es una tarea individual, ni tiene un punto final; es una responsabilidad compartida que todos debemos asumir desde nuestras respectivas posiciones. Mi mayor satisfacción es haber contribuido a que la caza en Navarra sea hoy más respetada, comprendida y valorada tanto por sus practicantes como por la sociedad en general.
Este punto y seguido es una invitación a seguir trabajando, no solo en la defensa de nuestros derechos como cazadores, sino en la promoción del deporte cinegético como una actividad llena de valores y beneficios para todos. Sé que, desde cualquier lugar donde esté, seguiré defendiendo y poniendo en valor esta forma de vida que tanto nos da como personas y como comunidad.
¿Cómo se encontró la FNC y la caza cuando llegó a la presidencia? ¿Cuáles eran los retos que estaban entonces encima de la mesa?
-Cuando asumí la presidencia de la FNC en el año 2000, lo que encontré fue un panorama desolador, un vacío absoluto de liderazgo y un cúmulo de problemas que parecían insuperables. La entidad que debía ser el pilar del conservacionismo, el mundo cinegético y el deporte cinegético en Navarra estaba prácticamente desaparecida, reducida a una sombra de lo que alguna vez fue. Nadie quería liderarla, nadie se atrevía a enfrentarse a los retos que tenía por delante. Era como subirse a un barco que hacía aguas por todos lados, sin timón ni rumbo claro.
La federación estaba atrapada en un círculo vicioso de inacción y desorganización. No había recursos, ni humanos ni económicos, para impulsar proyectos y, mucho menos, para defender los intereses del sector. El reconocimiento social de la caza era alarmantemente negativo, ya que se trataba de una actividad vista con prejuicios, incomprendida y atacada por una sociedad que desconocía su valor real. Incluso dentro del propio colectivo cinegético había división, desconfianza y un sentimiento de abandono.
Además, la caza en Navarra carecía de una definición clara. No existía una narrativa positiva que destacara su papel esencial en la gestión del medioambiente, en la conservación de las especies o en el desarrollo del mundo rural. En lugar de ser percibida como una herramienta de equilibrio ecológico y un deporte lleno de valores, se había convertido en el blanco fácil de críticas y estigmatización.
La situación era tan crítica que más de uno me dijo que era una locura aceptar el reto, que estaba condenado al fracaso. Pero era precisamente esa sensación de urgencia, de tener que salvar algo tan valioso para nuestra tierra, lo que me impulsó a dar el paso. Sabía que no sería fácil, pero también sabía que rendirse no era una opción.
Los retos eran inmensos: reconstruir desde cero una federación que debía liderar y unir al colectivo cinegético, recuperar su credibilidad ante la sociedad y las instituciones, y trabajar para que la caza fuese vista como lo que realmente es, un pilar del equilibrio natural y un patrimonio cultural que merece ser respetado y protegido. Había que superar años de desidia, levantar la moral de los cazadores y convencer a una sociedad escéptica de que la caza no es el problema, sino parte de la solución.
Fue, sin duda, una tarea titánica. Pero, mirando atrás, puedo decir que lo que entonces parecía casi imposible se convirtió en una oportunidad para transformar una crisis en un renacimiento.
¿Cuáles han sido los cambios más importantes que ha registrado el sector cinegético en este último cuarto de siglo?
-Responder a esta pregunta es un reto, porque el sector cinegético ha vivido transformaciones tan profundas que encajar todos los puntos de vista es complicado. Sin embargo, es un desafío increíblemente bonito, porque nos permite reflexionar sobre dónde estamos, cómo hemos llegado aquí y, sobre todo, qué camino queremos seguir.
En este último cuarto de siglo, hemos sido testigos de avances significativos en algunos aspectos, pero también de graves retrocesos en otros. Uno de los cambios más preocupantes ha sido la desconexión de ciertos sectores de la sociedad con la conservación del medioambiente. Este alejamiento ha dejado una huella visible en el equilibrio natural: mientras se demandan soluciones rápidas, la educación en muchos casos sigue siendo superficial o sesgada, especialmente entre los más jóvenes. La proliferación de relatos basados en fake news ha generado confusión y ha erosionado la confianza en quienes realmente trabajan por el bienestar del entorno.
La burocracia, cada vez más asfixiante, y la falta de inversión en seguridad medioambiental han agravado los problemas. En lugar de actuar con sentido común y priorizar acciones que preserven el medioambiente, se han implementado políticas que a menudo parecen desconectadas de la realidad del mundo rural. Esto, sumado a un discurso que fomenta la división y, en algunos casos, el odio hacia la actividad cinegética, ha creado un clima de inestabilidad social que no beneficia a nadie.
Por otro lado, los cambios en el paisaje y la simplificación del hábitat natural han puesto en jaque a muchas especies, tanto cinegéticas como protegidas, que ahora luchan por adaptarse a entornos que no les ofrecen los recursos necesarios. Esto, unido a la presencia de especies invasoras, tanto vegetales como animales, y al desequilibrio provocado por la superabundancia de ciertas especies, nos ha llevado a un escenario que simplemente no existía en el siglo pasado, ni siquiera en nuestras peores previsiones.
Sin embargo, esta situación no es irreversible, y aquí es donde lanzo una petición a la sociedad. Tenemos que entender que los cambios no son algo que debamos temer, sino algo que debemos guiar y moldear para que sean mejores. Es fundamental que dejemos de lado el enfrentamiento y el desconocimiento, para trabajar juntos, desde todos los sectores, en soluciones que beneficien tanto al medioambiente como a las personas que dependen de él.
El sector cinegético tiene mucho que aportar. Somos conscientes de los problemas y estamos dispuestos a ser parte activa de la solución, pero necesitamos que la sociedad nos escuche y comprenda nuestra labor. La caza, bien gestionada, es una herramienta imprescindible para mantener el equilibrio natural, proteger la biodiversidad y preservar el patrimonio cultural que nos define como sociedad. Es hora de construir puentes, de unir esfuerzos y de tomar decisiones que dejen un legado positivo para las generaciones futuras. Solo así podremos enfrentar los retos que tenemos por delante y asegurarnos de que los cambios que vivimos hoy sean el preludio de un mañana mejor.
De todo lo que ha logrado en la FNC, ¿de qué se siente más orgulloso? ¿Hay algún aspecto que se haya quedado fuera y que le hubiese gustado conseguir?
-No es fácil detenerse y escoger un único logro en un camino tan largo y lleno de desafíos. Pero si tuviera que destacar algo, sería aquello que no se puede tocar ni medir, pero que se siente en el corazón de cada persona que ha formado parte de esta institución: la reputación y el prestigio que la FNC ha logrado construir. Hoy, la FNC no es solo una entidad, es una marca con una identidad consolidada. En Navarra, en España y, me atrevería a decir, incluso a nivel internacional, hemos ganado el respeto de instituciones, colectivos y ciudadanos. Este reconocimiento no es fruto de la casualidad, sino que es el resultado de años de esfuerzo, compromiso y una defensa incansable de los valores que representan la caza y el deporte cinegético. Haber alcanzado ese "sello de excelencia" como referencia en conservación, sostenibilidad y cohesión social es algo que llena de orgullo no solo a quienes trabajamos en la federación, sino a toda una comunidad que sabe que está bien representada.
Pero no nos podemos detener aquí. Hay retos que aún no hemos podido completar, y uno de ellos, quizás el más importante, es lograr que cada cazador no solo reconozca a la FNC como una parte esencial de la solución a los desafíos a los que nos enfrentamos, sino que también sienta el deseo genuino de formar parte de ella. Mi sueño siempre ha sido que la federación no sea vista como una estructura distante, sino como un hogar, un lugar al que los cazadores quieran pertenecer porque saben que aquí encuentran apoyo, representación y una causa común.
En el aspecto interno, también debemos seguir trabajando para fortalecer la conexión entre generaciones. Los más jóvenes deben encontrar en la FNC un espacio que los inspire, que les hable de futuro sin olvidar el peso de la tradición. Y los más veteranos, aquellos que han dedicado su vida a esta pasión, deben sentir que su legado está en buenas manos.
Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que lo que más me enorgullece no son los logros materiales o los hitos administrativos; es haber contribuido a construir algo que trasciende el tiempo y las personas: un sentido de pertenencia, una voz unificada y una causa que nos inspira a todos. Pero, al mirar al futuro, también sé que la obra no está completa. Quedan caminos por recorrer y objetivos por alcanzar. Lo importante es que hemos dejado los cimientos sólidos y una visión clara para que quienes tomen el relevo sigan construyendo, no solo sobre lo que hemos hecho, sino sobre lo que soñamos que se podría hacer. Como todo en la vida, no se trata solo de lo que hemos logrado, sino de lo que dejamos como inspiración para los demás. Porque, al final, lo que realmente importa no es solo haber liderado, sino haber encendido en otros la chispa del deseo de continuar este viaje. Porque está claro que juntos se llega más lejos.
Estos últimos años, ha habido que ejercer mucha presión a los gobiernos (regional y nacional) para defender los derechos de los cazadores, incluso saliendo a las calles. ¿Cómo ha vivido estos momentos y qué le parecen los movimientos que realizó el sector con las manifestaciones y la ‘marea naranja’?
-Han sido años intensos, años en los que nos vimos obligados a levantar la voz como nunca antes. Porque cuando los derechos de un colectivo son ignorados y las decisiones políticas amenazan con desmantelar una forma de vida esencial para el mundo rural, no queda otra opción que movilizarse. Y lo hicimos, con dignidad, con fuerza y con una unidad que pocos esperaban.
Recuerdo perfectamente los momentos clave de estas reivindicaciones. Desde el 2 de marzo del 2008, cuando miles de personas llenaron las calles a nivel nacional, logrando incluso dimisiones ministeriales, hasta la histórica manifestación del 20 de marzo del 2022, que congregó a cientos de miles de personas en defensa del mundo rural. Cada una de estas acciones fue una demostración inequívoca de que el sector cinegético no está dispuesto a ceder ante la injusticia, ni a permitir que se nos silencie.
En Navarra, hemos vivido episodios especialmente significativos. El 18 de abril del 2018, por ejemplo, marcó un antes y un después con una concentración que consolidó la llamada marea naranja como un movimiento estatal. Poco después, nos plantamos ante el Parlamento navarro para reivindicar una ley de bienestar animal justa y adaptada a la realidad del medio rural, otro hito que resonó a nivel nacional. Más recientemente, el 15 de abril del 2023, Pamplona vivió una manifestación sin precedentes en nuestra comunidad. Miles de personas, cazadores y ciudadanos, salieron a las calles para defender no solo nuestros derechos, sino también la dignidad de un sector que es un pilar fundamental del equilibrio medioambiental, la conservación de la biodiversidad y la economía rural.
Todas estas manifestaciones no fueron gestos simbólicos; fueron respuestas contundentes a una serie de decisiones y posturas que ignoraban nuestras necesidades. Fueron el eco de un sector que, a pesar de los prejuicios y los ataques, ha demostrado estar más vivo que nunca. Desde la FNC, hemos estado presentes en cada foro, en cada comparecencia parlamentaria, tanto en Navarra como en el Senado, llevando nuestras reivindicaciones allá donde era necesario. Pero también entendimos que el debate político no era suficiente. Había que ganar la batalla en las calles, en los medios de comunicación y en la opinión pública. Y así lo hicimos. Cada una de estas acciones no solo defendió los derechos de los cazadores, sino que también reforzó la unión del colectivo y puso en evidencia el valor incalculable del mundo rural en nuestra sociedad. Fue una lucha por la supervivencia de nuestras tradiciones, por el reconocimiento de nuestro trabajo como una herramienta indispensable para la sostenibilidad y el desarrollo del medio rural.
Vivir estos momentos ha sido, sin duda, una de las experiencias más intensas de estos 25 años. Ver a tantas personas unidas, luchando por lo que creen y defendiendo con orgullo su forma de vida, me llena de esperanza y de convicción. Porque, al final, estas movilizaciones no solo son una respuesta al presente, sino una declaración de que no permitiremos que se ignore nuestra voz en el futuro.
La persona que lo sustituya, ¿qué se va a encontrar tanto dentro de la FNC como en la caza en general en Navarra?
-Quien tome el relevo en la FNC se encontrará con una institución fuerte, consolidada y llena de oportunidades para seguir creciendo y liderando el sector cinegético y deportivo, no solo en Navarra, sino también a nivel nacional e internacional.
Dentro de la federación, hay grandes proyectos en marcha, que abarcan desde el ámbito medioambiental hasta el deportivo, respaldados por una estructura profesional que combina experiencia y especialización. La FNC es un referente en la producción de estudios, documentos y estrategias clave para el sector cinegético. Ha desarrollado herramientas que son un ejemplo a nivel nacional, como la ley de bienestar animal, elaborada en colaboración con un gran equipo multidisciplinar formado por abogados, ingenieros, veterinarios y especialistas en comunicación. Además, hemos liderado la creación de normativas y planes cinegéticos que han puesto a Navarra en la vanguardia de la gestión sostenible. Desde la ley de caza hasta la regulación de núcleos zoológicos y las mejoras en los hábitats de especies esteparias, como la perdiz roja, el trabajo realizado ha sido extenso y minucioso, siempre buscando el equilibrio entre la conservación del medioambiente y la práctica cinegética responsable.
En el ámbito deportivo, la actividad es intensa y vibrante. Contamos con campeones y subcampeones de España que han llevado el nombre de Navarra a lo más alto, demostrando que el deporte cinegético no solo es una tradición, sino una disciplina que fomenta valores como la competitividad, la ética y la superación personal. Las competiciones, eventos y programas formativos que hemos impulsado han creado una sólida base para que el deporte cinegético continúe creciendo en prestigio y participación.
Pero no solo se trata de lo que ya se ha hecho; también está lo que queda por hacer. Hay una hoja de ruta clara para el futuro, con proyectos que buscan consolidar la colaboración internacional, fortalecer el diálogo con las instituciones y seguir desarrollando iniciativas innovadoras para garantizar la sostenibilidad del sector. Quien asuma la presidencia encontrará una federación que no solo es un referente, sino también una plataforma cargada de posibilidades. Sin embargo, también deberá afrontar los retos que siguen siendo parte de nuestra realidad: la necesidad de conectar aún más con la sociedad, de atraer a las nuevas generaciones y de mantener firme nuestra posición en un contexto político y social cada vez más desafiante. Dejo una federación que está preparada para afrontar el futuro con determinación, pero también con humildad. Porque, al final, el mayor activo de la FNC no son sus logros o sus proyectos, sino la pasión y el compromiso de las personas que la conforman. A ellas les corresponde ahora seguir construyendo sobre este legado, con la convicción de que el mejor camino siempre es el que se recorre juntos.
Uno de sus objetivos en los últimos años fue el de incrementar la comunicación de la FNC, para hacer partícipe a la sociedad de lo que hacían los cazadores (con artículos en prensa y secciones en programas de radio todas las semanas). ¿Cree que sigue siendo vital esta labor?
Sin lugar a dudas, esta labor no solo sigue siendo vital, sino que es imprescindible. Vivimos en una sociedad que demanda información y formación constante. El ciudadano actual no solo quiere saber lo que ocurre a su alrededor, sino entenderlo, analizarlo y formar su opinión. Desde la FNC, hemos trabajado precisamente para satisfacer esa necesidad, utilizando un lenguaje claro, accesible y respaldado por el conocimiento de grandes especialistas en la materia. Nuestra labor informativa tiene un propósito que va más allá de la comunicación: buscamos formar. Queremos que las personas comprendan lo que hacemos los cazadores, el impacto positivo que nuestra actividad tiene en el medioambiente y en la sociedad, y cómo contribuimos al equilibrio ecológico, a la preservación de especies y al desarrollo del mundo rural. Muchas veces, trasladamos a los ciudadanos hechos que ya son consumados: éxitos en conservación, avances en sostenibilidad y logros deportivos. Pero no basta con contar, sino que es necesario explicar y generar empatía, acercando nuestra labor a todos los sectores de la sociedad.
La comunicación desde la FNC no es solo una herramienta; es un pilar fundamental de nuestra misión de servicio público. A través de artículos en prensa, programas de radio y televisión, hemos logrado sumar, construir puentes y desmitificar muchas ideas erróneas sobre el sector cinegético. Cada palabra escrita y cada minuto de emisión es una oportunidad para mostrar que detrás de cada cazador hay un compromiso real con el medioambiente, la biodiversidad y la sociedad en su conjunto. Para mí, esta labor es tan importante como cualquier otro proyecto que hemos desarrollado. Porque si no contamos nuestra historia, otros lo harán por nosotros y, quizá, lo hagan desde la desinformación o el prejuicio. La transparencia, la claridad y la pedagogía son las claves para seguir avanzando y ganándonos el respeto de una sociedad que, cuando entiende lo que hacemos, se muestra mucho más receptiva y solidaria.
La comunicación no solo debe continuar, sino que debe intensificarse. El mundo cambia rápidamente, y el sector cinegético debe adaptarse a estos nuevos tiempos. Más que nunca, necesitamos plataformas para hablar con todos los ciudadanos, para explicar nuestro papel como cazadores y para hacer partícipe a la sociedad de nuestros valores y de todo lo que hacemos por el bien común. En este sentido, estoy convencido de que la FNC tiene aún mucho que aportar. Tenemos la experiencia, los recursos y, sobre todo, la voluntad de seguir comunicando, de seguir formando y de seguir sumando. Porque no hay nada más poderoso que una sociedad bien informada, y eso es, en esencia, lo que buscamos: sumar conocimiento, empatía y respeto hacia una actividad que, aunque a veces incomprendida, es esencial para el equilibrio de nuestro mundo.
La sociedad y las instituciones se adhieren cada vez más a los postulados de los movimientos animalistas, que muchas veces no tienen en cuenta ni las tradiciones ni la idiosincrasia del mundo rural. ¿Cree que a la caza le esperan años complicados?
Estamos viviendo un momento donde las posturas polarizadas están marcando el debate sobre la caza y el mundo rural. Hay un crecimiento exponencial de ciertos discursos que, aunque bienintencionados en apariencia, muchas veces carecen de un análisis profundo y realista sobre el papel que juega la caza en la conservación de los ecosistemas y el equilibrio natural. Este buenismo, basado en un animalismo exagerado y artificial, a menudo desenfoca lo que debería ser una prioridad: la protección del medioambiente desde un enfoque integral, respetando tanto la naturaleza como las tradiciones y la idiosincrasia del mundo rural.
Lo que observamos es un distanciamiento cada vez mayor entre lo rural y lo urbano, entre quienes viven el campo de manera directa y quienes lo perciben desde una visión idealizada y, en ocasiones, desinformada. Esta desconexión genera consecuencias perversas no solo para la caza, sino para el equilibrio del entorno en su conjunto. Porque cuando se toman decisiones desde los despachos sin entender la realidad del terreno, se corre el riesgo de imponer soluciones que, lejos de beneficiar, terminan perjudicando a los ecosistemas y a las comunidades que dependen de ellos. Además, es importante recordar que la caza no es un capricho ni una práctica anacrónica. Es una actividad profundamente arraigada en nuestra cultura y, más allá de eso, es una herramienta indispensable para la gestión del medioambiente. Desde el control de especies superpobladas hasta la lucha contra las especies invasoras, los cazadores desempeñan un papel activo y necesario en la conservación. Sin esta actividad regulada y responsable, los desequilibrios en la fauna y la flora pueden llevar a consecuencias devastadoras, tanto para los ecosistemas como para las economías rurales.
Afrontar estos años que vienen requerirá de diálogo, respeto y, sobre todo, de educación. Porque no se trata de enfrentar posturas, sino de tender puentes entre sensibilidades diferentes. Es fundamental que las instituciones y la sociedad entiendan que la caza no se opone al animalismo bien entendido, sino que es parte de la solución cuando se aborda desde la ciencia, la ética y el compromiso con la sostenibilidad.
No podemos permitir que las tradiciones y el conocimiento acumulado durante generaciones en el mundo rural se pierdan por prejuicios o desconocimiento. Es responsabilidad de todos, tanto de quienes practicamos la caza como de quienes no, construir un futuro donde lo urbano y lo rural puedan convivir y complementarse. Porque el equilibrio no se logrará eliminando una parte del todo, sino trabajando juntos para encontrar soluciones que beneficien a todos los seres humanos que compartimos este planeta. Por supuesto, a la caza le esperan años complicados, pero también oportunidades para demostrar su valor. Con unidad, argumentos sólidos y un compromiso firme por parte de quienes representamos este sector, podemos seguir avanzando. Este no es un debate de vencedores y vencidos, sino una ocasión para que todos aprendamos a respetar y valorar las diferentes perspectivas, siempre con el objetivo común de proteger lo que nos une: la naturaleza y su equilibrio.
En su opinión, ¿cuáles deberían ser las claves en las que deba trabajar la próxima presidencia de la FNC?
-La próxima etapa de la FNC debe cimentarse sobre tres pilares fundamentales: investigación, conocimiento y conservación. Estos conceptos no solo definen el papel que el sector cinegético puede y debe desempeñar en la sociedad actual, sino que también son la base para construir un futuro más sostenible y equilibrado para el medioambiente y las comunidades rurales.
En cuanto a la investigación, la caza no puede desligarse del conocimiento científico. Es crucial seguir avanzando en estudios rigurosos que analicen la gestión de las especies cinegéticas, el impacto de los cambios en el paisaje y el efecto de fenómenos como el cambio climático en los hábitats naturales. Además, debemos ser pioneros en el desarrollo de soluciones innovadoras para gestionar tanto las superpoblaciones de ciertas especies como la amenaza de las especies invasoras. Esto no solo contribuirá a una caza más sostenible, sino que también reforzará nuestra credibilidad ante la sociedad y las instituciones.
Sobre el conocimiento y la educación, es necesario resaltar que el futuro de la caza pasa por transmitir a los jóvenes el conocimiento acumulado durante generaciones, pero también se debe acercar este saber a la sociedad en general. Es imprescindible desarrollar programas educativos que expliquen, desde un lenguaje claro y accesible, el papel del cazador como gestor del medioambiente y defensor de la biodiversidad. Las campañas de sensibilización deben romper los estereotipos y mostrar la caza como una actividad ética, regulada y esencial para el equilibrio natural.
Y acerca de la conservación y la sostenibilidad, creo que la conservación debe ser el eje vertebrador de cualquier acción futura. Desde la mejora de hábitats para especies emblemáticas como la perdiz roja o la becada, hasta la creación de proyectos que restauren ecosistemas degradados, la FNC tiene la oportunidad de liderar iniciativas que combinen tradición y modernidad. La colaboración con organismos internacionales, ONG y expertos en biodiversidad será clave para que Navarra siga siendo un referente en la gestión cinegética sostenible.
Además, el próximo liderazgo de la FNC deberá centrarse en fortalecer las alianzas estratégicas con otros sectores del mundo rural. Agricultura, ganadería y turismo son aliados naturales que comparten los mismos territorios y se enfrentan a retos similares. Trabajar juntos permitirá que se genere un impacto positivo más amplio, beneficiando tanto al medioambiente como a las comunidades locales. Por último, no podemos olvidar la importancia de una comunicación efectiva. La transparencia, la accesibilidad y la proactividad en la transmisión de nuestro mensaje serán fundamentales para que la sociedad vea en la caza no solo una tradición respetable, sino también una herramienta vital para el bienestar de nuestro entorno natural. En resumen, el futuro de la FNC debe ser ambicioso pero realista, y debe estar basado en la ciencia, el respeto y la sostenibilidad. Si conseguimos avanzar en estas áreas, no solo aseguraremos el legado de la caza, sino que también consolidaremos nuestra posición como una institución de referencia para Navarra e, incluso, para España y a nivel internacional.
Resultado de la Asamblea para la elección de Presidente de la Federación Navarra de Caza:
Total de Asambleístas con derecho a voto: 20.
Votos emitidos: 19
Resultado: José María Ferrer De Cabo ha recibido 18 votos.
José Ángel Remirez Arana ha recibido 1 voto.
La proclamación del nuevo presidente será el próximo 30 de diciembre estando prevista la toma de posesión del cargo para el día 14 de enero de 2025
¿Por qué aspectos le gustaría ser recordado como presidente de la FNC?
La FNC que asumí hace 25 años no tiene nada que ver con la que dejo hoy. Ha sido un camino largo, lleno de retos y aprendizajes, pero, sobre todo, marcado por el compromiso de transformar esta entidad en algo más que una organización. Querría ser recordado por haber contribuido a construir una federación que no solo es más conocida y respetada, sino también más cercana a la sociedad y mejor preparada para afrontar los desafíos del futuro. Lo que más me enorgullece no son los logros materiales, aunque estos son importantes: una federación financieramente estable, con una estructura sólida y un reconocimiento que trasciende nuestras fronteras. Pero lo que realmente llena mi corazón es haber trabajado para unir a un colectivo diverso, a menudo incomprendido, y haberle dado una voz clara y fuerte, tanto dentro como fuera de Navarra. Quiero que se recuerde mi paso por la FNC como el de alguien que defendió con humildad y determinación a los cazadores, que supo tender puentes entre lo rural y lo urbano y que siempre puso por delante los valores que la caza representa: el respeto, la conservación, el esfuerzo y la comunidad. Me gustaría ser recordado también por el amor que siento por este colectivo, por mi tierra y por las generaciones que vienen detrás. Porque todo lo que hemos hecho no ha sido por un logro personal, sino por dejar un legado del que nuestros hijos y nietos puedan sentirse orgullosos.
Además, también querría ser recordado por mi rigor y mi exigencia. Porque liderar una institución como la FNC no es solo una cuestión de pasión, sino una responsabilidad que exige trabajo constante, decisiones difíciles y, a veces, sacrificios personales. Mi objetivo siempre ha sido el de avanzar con paso firme, sin olvidar nunca de dónde venimos, pero con la mirada puesta en un futuro mejor para todos. Si algo espero haber dejado es la certeza de que la FNC no solo es parte de la solución a los problemas del medioambiente y del mundo rural, sino que es un ejemplo de lo que se puede lograr cuando se trabaja con honestidad, transparencia y amor por lo que uno hace. Al final, más que por mis logros, espero ser recordado por las personas con las que trabajé, por los momentos compartidos y por haber contribuido, aunque sea en pequeña medida, a hacer de nuestra comunidad cinegética un lugar más fuerte, unido y respetado. Porque lo importante no es quién lidera, sino lo que deja tras de sí para que otros sigan construyendo.
¿Está la caza en Navarra en mejor o peor situación que en otras comunidades, como, por ejemplo, las vecinas Aragón o el País Vasco?
La caza, como actividad y como colectivo, se enfrenta a desafíos en todos los territorios, pero el contexto puede variar significativamente según la región. En el caso de Navarra, creo que nos encontramos en una posición relativamente sólida, aunque no exenta de dificultades. Es cierto que las comunidades del norte, como Navarra, Aragón o el País Vasco, a menudo sienten una mayor presión por parte de sectores que, desde el desconocimiento o la desinformación, critican la caza sin valorar su papel esencial en el equilibrio medioambiental y en la gestión del territorio. Sin embargo, pese a estas presiones, la caza continúa siendo un colectivo muy relevante, tanto en términos de participación como de impacto en la sociedad y en el mundo rural. Es importante destacar que, probablemente, después del fútbol, la caza es uno de los deportes con más federados en nuestra comunidad y en el resto del país. Este dato refleja la fuerza y la importancia de un sector que, más allá de ser una práctica deportiva, es también una tradición profundamente arraigada y una herramienta clave para la sostenibilidad del medio rural.
En comparación con otras comunidades, Navarra tiene algunas ventajas. Nuestra federación ha trabajado intensamente para garantizar una gestión cinegética sostenible, adaptada a las necesidades específicas de nuestro territorio. Hemos liderado iniciativas pioneras, desarrollado normativas modernas y creado una red sólida de colaboración con cazadores, instituciones y expertos. Todo esto nos ha permitido mantener un equilibrio que, aunque frágil, nos posiciona como un referente en varios aspectos. Por otro lado, es justo reconocer que algunas regiones del sur tienen un contexto más favorable en términos de aceptación social y menor presión política sobre el sector cinegético. Esto no significa que la caza sea menos importante en el norte, sino que los desafíos aquí suelen requerir un esfuerzo adicional en términos de comunicación, sensibilización y defensa de nuestros valores y derechos. Lo que está claro es que, independientemente de las diferencias entre comunidades, el colectivo cinegético comparte los mismos retos a nivel nacional: la necesidad de seguir demostrando nuestro compromiso con la conservación, de defender nuestra actividad con argumentos sólidos y de trabajar unidos para garantizar el futuro de la caza como una práctica ética, sostenible y respetada.
En Navarra, creo que estamos en el camino correcto. Tenemos un colectivo fuerte, una federación comprometida y una tradición que, a pesar de las adversidades, sigue viva y adaptándose a los nuevos tiempos. Y aunque el camino no sea fácil, estoy convencido de que nuestra capacidad para superar los retos y destacar por nuestra gestión nos permitirá mantenernos como un ejemplo, no solo para el norte del país, sino para toda España.
¿Cómo valora el trabajo que han realizado sus diferentes equipos a lo largo de sus 25 años como presidente?
El trabajo en equipo ha sido, sin lugar a dudas, el pilar fundamental de todos los avances que hemos logrado en estos años. Sin un equipo comprometido, profesional y apasionado por el sector cinegético, nada de lo que hemos conseguido habría sido posible. Cada proyecto, cada reto superado y cada paso adelante que hemos dado como federación es el resultado del esfuerzo colectivo, donde cada persona ha aportado su conocimiento, su experiencia y, sobre todo, su dedicación. A lo largo de los años, he tenido la fortuna de contar con equipos que entendieron que la FNC no es solo una institución, sino una misión, definida en defender nuestros valores, proteger nuestra forma de vida y construir puentes entre la caza, la sociedad y las instituciones. Ha sido un trabajo arduo, pero también profundamente gratificante, porque los resultados no solo se miden en logros tangibles, sino en el impacto positivo que hemos generado en la percepción de la caza y en su papel como motor de conservación y desarrollo rural.
En el ámbito político, hemos conseguido posicionarnos como un interlocutor sólido y respetado, capaz de participar en debates complejos y de aportar soluciones basadas en el conocimiento técnico y la experiencia en el terreno. Hemos trabajado codo con codo con legisladores y responsables institucionales para garantizar que la caza sea reconocida como una actividad esencial y sostenible, adaptada a los desafíos de nuestro tiempo. En el ámbito social, hemos avanzado enormemente en acercar la federación y el mundo cinegético a la ciudadanía. Desde iniciativas de comunicación hasta programas educativos y eventos comunitarios, hemos logrado que más personas entiendan y valoren la caza por lo que realmente es: una actividad ética, necesaria y profundamente arraigada en nuestra cultura y nuestra historia.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a todos los que han formado parte de estos equipos a lo largo de este cuarto de siglo. Su esfuerzo y su compromiso han sido el motor que ha permitido a la FNC llegar a donde está hoy. Y aunque siempre quedan retos por afrontar, estoy convencido de que la base que hemos construido juntos es lo suficientemente sólida para seguir avanzando. Para mí, lo más importante de este camino no han sido los logros personales, sino el haber formado parte de un grupo de personas que, con rigor y amor por lo que hacen, han demostrado que el trabajo en equipo puede superar cualquier obstáculo. Esa es, sin duda, la mayor satisfacción que me llevo de estos años como presidente. En estos momentos, tengo la oportunidad de expresar la frase que más me gusta decir: muchas gracias.