Más allá de si un chaval quiere hacer abdominales o levantar mancuernas, Ainhoa Arruabarrena, psicóloga de la Asociación contra la anorexia y la bulimia nerviosas de Bizkaia, insta a “ahondar en las razones” por las que quiere hacer ejercicio. “Si de repente te viene un adolescente con que quiere ir al gimnasio, hay que preguntarle que para qué. Si es para tener un cuerpo concreto o para perder peso, eso sería una señal de alerta”, explica esta profesional, que da charlas en los institutos para prevenir los trastornos de la conducta alimentaria y la vigorexia. “El estereotipo estético de la mujer tiende a la delgadez y el masculino, a la musculatura. En realidad, parten un poco de la misma base”, observa.

Sin restarle méritos a la actividad física, que “a nivel emocional, como forma de regulación, de soltar estrés, está bien”, esta psicóloga advierte que practicar ejercicio para “tener un cuerpo determinado implica que hay un problema de autoestima, que se le está poniendo demasiado valor”, lo que conlleva que, “en el momento en el que el cuerpo cambie y no estén a gusto, se les desmonte la propia autoestima”.

Cuidado con la alimentación

Respecto a los modelos que les sirven de espejo en las redes, explica que “son personas que promueven la vida fit desde una perspectiva muy poco sana a nivel psicológico: la musculatura, despertarte a las cinco de la mañana y hacer no sé qué... Un montón de cosas que no atienden a la salud mental, sino a una cuestión estética”.

En el caso de la vigorexia, apunta, “también hay un desequilibrio en la alimentación porque empiezan a hacer cosas curiosas -que si hago volumen, que si hago definición...- y a esa edad es una señal de que algo pasa, al igual que si consumen productos con muchas proteínas. La alimentación tienen que estar equilibrada”.