Estar preparado y formarse en supervivencia "antes era un 'hobby', pero ahora es una necesidad, como ha demostrado el apagón eléctrico" de esta semana, asegura Ignacio Ortega, presidente e instructor jefe de la Escuela Española de Supervivencia (AEEPS).
Con una experiencia acumulada de 48 años, Ortega es uno de los principales especialistas españoles en la materia y afronta un largo calendario de cursos a lo largo de todo el año en toda España, donde ha formado a unas 10.000 personas y confiesa llevar 22 años sin vacaciones. "Esto es una pasión que absorbe, además de ser muy útil".
Prueba de esa utilidad, subraya en una entrevista para EFE, es que al recuperar la línea telefónica tras el apagón, tenía más de cien mensajes de WhatsApp de alumnos dándole las gracias "porque habían superado el momento como una mera anécdota, gracias a lo aprendido".
Qué se aprende
La formación más básica es un taller de tres horas, pero un curso mínimo de preparacionismo abarca un fin de semana e incluye varias materias: protocolos de actuación, inteligencia y psicología, agua, fuego, refugio, alimentos, cartografía, primeros auxilios y defensa personal.
Cada una contiene otros microtalleres, como en el caso del de refugio, donde se aprende a evitar la hipotermia, tallar sílex para conseguir herramientas, trenzar fibras naturales para obtener cuerda, etc.
"Hace tiempo venían cuatro frikis pero ahora tenemos familias enteras: la mitad de los alumnos son familias con hijos", porque la supervivencia "era algo que sólo veíamos en la tele y ahora llama a nuestra puerta con multitud de crisis", dice, y cita desde la pandemia hasta la dana de Valencia pasando por los conflictos armados en distintos países.
Un bien social
No todos sus alumnos son españoles: algunos llegan incluso de EEUU, considerada tradicionalmente la meca del preparacionismo y donde algunos estudios hablan de la existencia de más de tres millones y medio de "preppers" -diminutivo en inglés de "prepared" o preparado-.
"Ellos mismos me dicen que no existe una escuela de supervivencia como la nuestra, la mejor del mundo", asegura Ortega, que puso en marcha una Asociación Mundial de Escuelas de Supervivencia para compartir experiencias con otros países y así "subir el nivel".
Las habilidades de los "preppers" no sólo benefician a ellos y sus familias, apunta Ortega, porque no sólo pueden resolver sus problemas, sino también ayudar a sus vecinos. "El día del apagón, por ejemplo, le presté un hornillo de gas a unos vecinos para que prepararan la comida de su hijo".
Por ello, califica a los preparacionistas como "un bien social" en un país como España en el que "la inmensa mayoría de la población civil no tiene ni idea de qué hacer ante una crisis".
Los conocimientos de supervivencia "deberían ser obligatorios en los colegios, como pasa en otros países" porque "la formación es luz", añade.
La mochila no basta
El pasado mes de marzo, la UE insistía en la necesidad de que, vista la evolución geopolítica internacional, los europeos tuvieran a mano una "mochila de las 72 horas": un conjunto básico de recursos para afrontar los primeros tres días después de una emergencia, que debería contener documentos importantes, alimentos, agua, botiquín de primeros auxilios, dinero en efectivo y otros artículos de supervivencia.
Sin embargo, "esa mochila sólo ayuda ante una catástrofe corriente pero, en un contexto de colapso general, no te va a rescatar ni Perry el ornitorrinco", advierte Ortega, recordando el desastre de la dana valenciana.
"Imagínate que el apagón eléctrico se prolonga diez días..., perdona por lo que te voy a decir, que es muy crudo, pero te digo que al tercer día salimos a matar por agua, porque sin luz puedes estar pero sin agua no", señala.
Por ello, indica que "hay que estudiar cada caso, no es lo mismo vivir en un quinto piso en un edificio del barrio de una ciudad, que en un pueblo", por lo que cada ciudadano debería hacerse una pregunta: "¿Qué debería salvar en caso de desastre?".
Recomendaciones generales
"Lo más básico es garantizar agua, luz, hornillo y comunicaciones, pero también tener un plan de contingencia" que debe conocer toda la familia para que cada miembro de la misma sepa qué hacer si pierde el contacto con los demás.
En cuanto al refugio, "el mejor es siempre la vivienda, si no está cerca de una infraestructura delicada" y, si no es posible guarecerse en ella, "usar los conocimientos como preparacionista".
La mejor recomendación, resume, es la prevención: "No hay que esperar a que suceda la catástrofe, sino tener previsto qué hacer si sucede".