“La madre nos da el don de la vida, pero también el don del lenguaje”
Gustavo Martín Garzo nos acompaña en un viaje vital por la literatura que, como él mismo dice, es lo que nos permite vivir nuestra vida oculta y acercarla a nuestra vida real.
Gustavo, a primera vista, parece que tiene que ser fácil, para un escritor, hablar de literatura. ¿Es así?
No tanto. Para mí es complicado hablar de literatura, de los libros, sobre todo porque han formado parte de mi vida desde que era un niño. En el fondo, para mí la literatura tiene que ver con la espera de lo maravilloso. Tiene que ver con la crítica, con el deseo de conocimiento. Es hacer vivir las preguntas. Queremos vivir, pero sobre todo que nuestra vida merezca la pena, se pueda transformar en una aventura llena de belleza. Sólo a través de las palabras podemos conseguir algo así.
En estos tiempos, hablar de algo tan accesible como la literatura y hablar de lo maravilloso que hay en ella, no es tan habitual. ¿No le parece?
Todo es mito, todo está traspasado de fantasía. Lo real no es sólo lo que podemos tocar y comprender, sino que también está hecho de nuestros pensamientos y deseos. Para el niño, lo maravilloso es lo más normal, porque vive en un mundo donde todo es posible. Vive en el asombro de ser. A medida que nos vamos haciendo adultos, perdemos en parte la capacidad de asombrarnos
Aunque no sea una pregunta muy ocurrente, Gustavo, ¿qué es para Ud. un libro?
Los libros caminos, puertas que nos llevan al otro lado de lo real. Son esos accesos inesperados que te sacan de este mundo que llamamos real, sendas que, como decía Rilke, nos llevan al arsenal de las cosas no vividas. Todos los lectores deliran, al menos mientras el libro continua abierto en sus manos y son presos del hechizo de la lectura. Entonces se separan del mundo que conocen para sumergirse en una realidad distinta a la suya, traspasados por vidas y pensamientos que no son los suyos, que les son dados desde el exterior de sí mismos. Leer es delirar, habitar un mundo y unos pensamientos que no son los nuestros, que nos son dados por un poder superior. Apollinaire dijo que la pintura es materia encantada y eso es un libro, palabra encantada que tiene el poder de cautivar nuestra voluntad.
¿Por qué piensa que un libro representa tanto en nuestra vida?
Hay hay un deseo en el ser humano que le hace que nunca esté conforme con lo que tiene. Por más que alguien tenga una vida con la que está medianamente de acuerdo, que no la siente perdida, que de alguna manera piensa que gran parte de las cosas que él quiso que hubiera en esa vida, las ha conseguido; incluso en ese caso, siempre hay un momento en el que se pregunta, bueno, ¿Y esto es todo lo que hay? ¿No hay otra cosa? ¿La vida es esto solamente? No, no puede ser.
¿Quiere decir que siempre le pedimos más a la vida?
El deseo de pedir más a la vida, de no conformarnos con lo que tenemos, es un deseo inherente al ser humano. Todos queremos otra cosa. Todos estamos a la espera de algo que no ha sucedido aún.
Según entiendo, para usted, la literatura no habla solamente de lo vivido, ¿no?
John Keats decía que el poeta debía estar con los pies en el jardín y con los dedos tocando el cielo. Los antiguos relatos cumplían esa función, eran un puente entre lo divino y lo humano, entre el mundo del sueño y el mundo real. No podemos vivir sin relatos, aunque los hayamos olvidado. Viven a través de nosotros, son el humus del que nos alimentarnos, la savia que protege nuestros pensamientos.
¿Está diciendo que para cualquiera de nosotros es más importante el futuro desconocido que lo ya vivido?
Cualquier historia, para resultar sugestiva y hermosa, debe ser como una puerta que nos abre a otros mundos. El corazón del hombre es así y la misión de la literatura es dar cuenta de lo que pasa en ese corazón. Se lee para agrandar el mundo. En definitiva, por un deseo de aventura. El escritor, y el lector, son, por encima de todo viajeros de lo desconocido.
Gustavo, díganos entonces por qué leemos un libro
La vida del hombre es muy amplia, una parte importante permanece desconocida. Explorar esas zonas olvidadas de nosotros mismos y de los demás es un deber. Sólo así podremos decir que hemos vivido de verdad. Los cuentos se cuentan para darnos placer, para protegernos de la angustia, para celebrar la belleza de las cosas. Las hadas, los elfos, los dragones, todas las criaturas que pueblan el mundo del relato y del mito los cuentos no son sino expresión del asombro de vivir. No se trata solo de que los necesitemos, sino que forman parte de nosotros. La literatura nos enseña a estar atentos, a escuchar la voz secreta de las cosas.
"La literatura, tiene que ver con las palabras, pero también con el silencio."
Entonces, ¿la emoción nos deja mudos?
Así es, así sucede en la vida siempre con todas las experiencias que realmente se transforman en experiencias claves. Cuando alcanzamos ese momento de intensidad en la vida, siempre es muy difícil traducirla al lenguaje, encontrar las palabras que necesitamos para explicar aquello que nos está pasando o para explicar aquello que en ese momento estamos viviendo. Siempre hay como una especie de carencia en el lenguaje, una especie de silencio que se forma ahí en relación a ese deslumbramiento que te producen determinadas cosas.
¿Hablamos de magia o de lectura?
De ambas. Todos vivimos esperando la irrupción del prodigio. Los libros nos enseñan que no debemos mantener separados el mundo real del de la fantasía. Lo realidad necesita de la fantasía para volverse deseable; la fantasía de lo real para poderse compartir con los demás.
¿Tiene el mundo del amor su propio lenguaje, independiente del resto?
Como cada mundo. En el fondo, la primera pregunta del amor es ¿quién eres tú? ¿Y por qué? ¿Por qué me haces esto? En definitiva, ¿Qué nos va a pasar a partir de ahora? ¿Qué sucede aquí? que parece que ya ni siquiera las palabras que yo utilizaba antes me sirven ahora para hablar contigo. Alguien puede pensar que esto es un delirio, pero el delirio está bien, porque nos permite ver un poco lo insuficiente que es el mundo de lo real. Todos los amantes están locos, todos buscan la noche, todos sueñan con esa vida secreta que esperan descubrir juntos. El amor es el deseo de irse por los tejados. No hay forma de impedir que lo hagan.
Entonces, ¿Puede ser más importante el delirio que lo real?
La realidad ¿qué es? ¿Solo lo que tenemos delante de los ojos, aquello que percibimos con nuestros sentidos y que compartimos con los demás? Una calle es real porque sus tiendas, sus aceras, son visitadas por multitud de personas, que pueden encontrarse en ella y detenerse ante sus escaparates. Pero los sueños, los deseos ocultos, todo lo que esas personas callan acerca de sí mismos y de lo que quieren, ¿acaso ¿son menos reales?
No puedo evitar que sus palabras me recuerden a una célebre frase de El principito.
Le entiendo. Para dar cuenta exacta, por ejemplo, de lo que sucedía ayer, mientras impartía mi conferencia, tendríamos que ser capaces no solamente de escucharme a mí sino de escuchar también el silencio de los demás, de asistir al curso de sus pensamientos. En el fondo, nuestra verdadera vida ¿es la vida que mostramos a los demás o es esa otra vida escondida, silenciosa, no visible que sin embargo llevamos con nosotros y que es la vida de nuestros recuerdos, la vida de nuestros pensamientos más íntimos, la vida de nuestros deseos, la vida de nuestros anhelos?.
Parece que volvemos a la vida oculta que ya mencionaba antes, ¿no?
Efectivamente. Hay una vida oculta, una vida invisible que nos acompaña y que no debemos desdeñar. La literatura nos enseña a aprehender el mundo como pregunta. Es, por tanto, un alegato contra el totalitarismo en todas sus formas. Todos los totalitarismos son mundos de respuestas, no de preguntas. Frente a los que prefieren juzgar a comprender, contestar a preguntar, la literatura defiende el poder sanador de la palabra como pregunta, que su sonido se oiga en el estrépito necio de las certezas humanas.
¿Cómo se relacionan las palabras con el silencio?
Las palabras de la literatura son un lenguaje particular y esa lengua es también una lengua de silencio. Esto es importante. Si lo pensamos bien, todos los momentos más intensos de nuestra vida son momentos en los que el silencio está presente. Incluso, fijaros en los cuentos infantiles, qué cantidad de personajes se enmudecen ante algo que le sucede en estas aventuras que tienen que vivir. Esa idea del silencio está, por otra parte, muy vinculada con el mundo de la mística, con el mundo de ciertas órdenes religiosas. Por ejemplo, los cartujos, que no hablan precisamente para separarse un poco de ese barullo que son las conversaciones humanas y poder acceder a eso que las palabras están ocultando de nosotros mismos.
Tal como lo expresa, parece que se va cerrando -o abriendo- un círculo de palabras, silencios, contemplación, belleza.
Claro, el cartujo, en la medida que cree en una divinidad superior, espera que ese silencio pueda crear un espacio para que esa divinidad se haga presencia ante él, para poder escucharle de alguna forma, para poder abrirse a él.
Al tiempo que le escucho, tengo la sensación de que estamos hablando de momentos íntimos de la persona. ¿Es así?
Es así, hay un momento extraordinario, de una intimidad suprema, que es el momento en que un adulto cuenta un cuento a un niño: en el momento en que se va, le lleva a la cama y le tiene que dejar solo, en medio de la noche, le va a abandonar en el momento más complicado para él. Es el momento en que la oscuridad le va a rodear. Entonces, por eso el niño tira del adulto y no quiere dejarle marchar. Para mí, ese es el momento fundacional de la literatura. La literatura se crea en ese instante. De la misma forma que el lenguaje, si lo pensáis, es un don de la madre, realmente.
¿Podría explicarnos algo más de esta relación entre la madre y sus hijos a través de la palabra?
La madre nos da el don de la vida, pero también el don del lenguaje. No hay mujer, incluso cuando está embarazada, que no sienta que para hablar con ese niño, que primero tiene su tripa, no solamente necesita el alimento que ella le puede dar y que esté bien, limpio y abrigado, sino que sabe, de una manera intuitiva, que hay algo, un alimento secreto, que solo las palabras contienen. Y ese es el alimento que precisamente le va a transformar en un ser humano. Por eso le canta, por eso le habla, todas las madres se hablan con sus recién nacidos, aunque saben que no le pueden entender, porque se dan cuenta de que esas palabras están haciendo que esa criatura que no se sabe de dónde viene, que viene del mundo de la naturaleza, poco a poco se va transformando, digamos, en un niño. Todos esos cuidados son los cuidados del amor. Por eso, para mí, todo el mundo del arte, todo el mundo de la literatura, es una empresa amorosa.
“La razón, de alguna forma, es la que nos permite vivir juntos, pero es una casa demasiado pequeña para que quepa en ella toda la vida”
Gustavo, tengo la sensación de que caminamos por mundos diferentes, por una parte, en la realidad y, por otra, en los sueños y los deseos.
Nuestra razón nos dice que en el mundo de los vivos y el de los muertos, el de los niños y el de los adultos, hay siempre dos mundos, el de la realidad y el de los sueños y la imaginación tiende puentes entre esos mundos. Ahora bien, yo no desdeño en absoluto la razón. La razón, de alguna forma, es la que nos permite vivir juntos, pero es una casa demasiado pequeña para que quepa en ella toda nuestra vida. Hay una parte de nuestra vida que no cabe en ese espacio que nuestra razón acorta.
¿Volvemos a la lectura para no perdernos la literatura y la capacidad de soñar?
La literatura no sirve para instruir. Leer es llamar lo que está fuera para que otros nos regalen el poder de enriquecer nuestra vida. Ese es el sentido que tiene para mí la literatura y todo el mundo del arte. El arte es ese algo que necesitamos porque tenemos el sentimiento de una falta. Hay en nuestro tiempo una infantilización del adulto. Todo son recetas, tópicos, ideas vulgares. El auge de los libros de autoayuda es una prueba de ello. Todo el mundo habla, por ejemplo, de lo importante que es ser positivo, pero también es importante saber estar triste. La vida es muy compleja, hay muchos problemas, muchas preguntas que no sabemos responder, y no podemos ir por el mundo con el convencimiento de que todo debe ser como un baile interminable. Estar triste a veces nos ayuda a comprender, a darnos cuenta de las cosas. No hay que huir de la tristeza. La mayoría de los libros que merecen la pena son tristes. Y eso no hace que al leerlos perdamos el deseo de vivir sino todo lo contrario.
Literatura, ¿verdad o mentira?
Somos seres humanos en la medida en que vivimos en el lenguaje, en que nos alimentamos de palabras. El alma son las palabras. La protagonista de La sirenita, el cuento de Andersen, quería tener un alma inmortal, pero no podía hablar, no podía expresar lo que sentía. Querer tener un alma no es distinto a querer hablar. Necesitamos palabras para enfrentarnos a la angustia, para crecer y entender el mundo que nos rodea, pero sobre todo para vivir nuestra propia verdad. La literatura nos ayuda hacerlo. Marcel Proust lo dijo con palabras más precisas que las mías: “La verdadera vida, la única vida realmente vivida es la literatura. Gracias a ella se nos revela el mundo. Sin la literatura, nuestra propia vida nos sería desconocida”.
Muchas gracias, Gustavo, ha sido un placer hablar con usted. Le deseo muchas vivencias literarias, momentos de realidad y fantasía.
En este enlace se puede ver el vídeo de la conferencia: https://forogogoa.org/
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