“Como traer a un niño que no conoce el mundo”. Así describe Patricia Tirapu, natural de Pamplona y madre de acogida por segunda vez de Naila, de 10 años. Los primeros días son duros para los niños acogidos, al estar lejos de su familia. “Lloran bastante y te miran con miedo, pero poco a poco se van haciendo al lugar y con gestos de cariño te entienden. Ahora, con la tecnología, pueden hablar casi a diario con su familia por videollamada”, cuenta Tirapu. “Verles sonreír es una experiencia que merece la pena vivir. Hay que entender que estos niños no conocen lo que es una fuente, un árbol... Verles la cara de felicidad no tiene precio”, se emociona.

Patricia, que también es madre, está encantada cada vez que viene Naila a casa. “Es como una hija más. Además, mi hija y Naila se quieren como hermanas: pelean por las mismas cosas, se ríen, juegan, se defienden... Al final del verano, la despedida nos cuesta mucho a todos”, admite.

Txema Odériz tiene 61 años y este año repite, al igual que Patricia, acogiendo a Sidahmed, que tan solo tiene ocho. “Gracias a unos conocidos que tenían relación con la causa saharaui, nos hicimos eco de la iniciativa Vacaciones en Paz. Nos gustó y, después de valorarlo, nos lanzamos a traer a un txiki a casa”, explica.

La comunicación con la familia biológica, desde el primer momento, es constante. “Hablábamos con la familia casi todas las semanas desde que supimos que íbamos a acoger a Sidahmed. Él también agradece hacerlo, sobre todo cuando está algo más nervioso o se siente lejos de casa”, aclara.

Uno más de la familia

La pareja Odériz Oteiza disfruta mucho de Sidahmed cuando viene, aunque el pasado año el txiki no pudo disfrutar como quiso del verano debido a que lo pasó en una silla de ruedas. “Sabíamos que Sidahmed tenía un problema en la pierna y que necesitaba una operación. Hicimos todos los trámites y fue operado en Pamplona al poco de llegar. La pena fue que, al estar con escayola, no pudo disfrutar del todo de las piscinas y del monte como le hubiera gustado. Este año, queremos llevarle a todos los lados, sobre todo al agua, que le vuelve loco”, ríe el padre de acogida.

Joanes, hijo de Txema Odériz y Libia Oteiza, se comporta como un hermano mayor cada vez que viene Sidahmed. “Se lo pasan muy bien entre ellos. Joanes tiene 23 años ya, y aunque de primeras parezca que entre ambos hay mucha diferencia de edad, se compenetran y se quieren como hermanos”, asegura el aita.

Lo más difícil es la despedida. “Se nos hace corto porque la experiencia es maravillosa tanto para él como para nosotros. El objetivo es hacerle sacar una sonrisa y lo intentamos cada día del verano. Y claro, lo más duro llega cuando se tiene que ir. El año pasado lloramos como una madalena toda la familia, aunque está dos meses contigo te marca como si fuera un hijo”, se emociona.

Naila y Sidahmed tienen por delante un verano lleno de emocionantes aventuras que disfrutarán a tope con sus familias de acogida.