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El ciclo Desayunos DNN con Taberna recibe a Héctor Barbarin, director general del CNTA, que repasa su infancia en Navarra y cómo los valores familiares y de amistad siguen guiando su trabajo. Durante la conversación, habla de su llegada al CNTA, los proyectos pioneros que lidera, su visión sobre sostenibilidad, inteligencia artificial y el futuro de la alimentación, así como su pasión por la gastronomía que conecta con sus raíces navarras.
¿Cómo fue tu infancia en Navarra? ¿Qué valores de aquella época todavía hoy llevas contigo en tu forma de trabajar?
Bueno, creo que mi infancia fue como la de cualquier otro niño. Ir al colegio, hacer los primeros amigos, salir a la calle, jugar… En definitiva, una infancia muy normal, llena de momentos sencillos y compartidos.
¿Qué valores de aquella época todavía hoy llevas contigo en tu forma de trabajar?
Diría que los valores más vinculados a nuestra sociedad y a nuestra manera de ser. La cercanía con el núcleo familiar, por ejemplo, es algo que sigo manteniendo muy presente. También conservo a mis amigos de toda la vida, aquellos con los que compartí colegio y juegos de infancia. Creo que esas raíces, ese apego al entorno más cercano, marcan mucho la forma de relacionarme y de entender el trabajo.
¿Hubo alguna persona que marcara tu camino y te inspirara a mirar más allá?
No podría señalar a una sola persona. Más bien ha sido el roce con mi entorno cercano lo que ha ido moldeando mi manera de ser. Además, siempre he sido muy exigente conmigo mismo en todo lo que he hecho, y esa autoexigencia también ha sido una guía importante.
Si cierras los ojos y piensas en un recuerdo entrañable de tu infancia, ¿cuál es el primero que te viene?
Me vienen dos imágenes muy claras. La primera, los domingos comiendo en casa de los abuelos, cuando nos juntábamos con tíos y primos: era un momento muy especial. La segunda, los veranos en la piscina de Osasuna, donde teníamos una cuadrilla con la que lo pasábamos realmente bien. Son recuerdos que guardo con mucho cariño.
¿Cómo fue tu llegada al CNTA?
Mi llegada al CNTA fue totalmente casual. Yo soy ingeniero industrial y venía del sector de automoción cuando descubrí el sector agroalimentario. Fue una sorpresa tremendamente positiva. Es un ámbito en el que ya llevo 18 años y que, desde luego, me tiene enamorado, porque no solo tiene un presente fantástico, sino también un futuro extraordinario.
¿Cómo recuerdas aquellos primeros días como director?
Asumí la dirección con solo 31 años, así que los primeros días fueron, sobre todo, un trabajo de posicionamiento. Se trataba de generar un prestigio que a veces la juventud no te da de entrada. Por eso era importante empezar a sembrar desde el principio: marcar mi manera de trabajar y de ser, y dejar clara una forma de liderazgo.
En una entrevista dijiste que en CNTA “inspiráis, creáis y acompañáis a las empresas hacia el futuro de la alimentación”. ¿Podrías compartir una imagen o momento concreto en que lo hayas sentido especialmente cierto?”
A lo largo del año hay muchos momentos que lo representan, pero si tuviera que destacar uno, diría la asamblea anual de socios. Es un encuentro en el que reunimos a las empresas asociadas e intentamos traer ejemplos de desarrollos propios o de vanguardia que muestran lo que está pasando en el mundo. Ese evento ejemplifica muy bien la parte de inspiración.
En cuanto a la creación, me gusta citar dos ejemplos claros: Nucaps y Nulab, dos empresas que hemos impulsado a partir del conocimiento generado en el CNTA. Y en lo que respecta al acompañamiento, ocurre cada día: un gran número de técnicos de nuestra organización trabaja codo con codo con las empresas. No hay mejor ejemplo de esa cercanía que ese trabajo diario.
Hace un año vivisteis la integración con FUDin, en La Rioja, creando el mayor centro tecnológico agroalimentario de España. ¿Cuál fue el momento más difícil y el más emocionante de ese proceso?
Lo primero que debo decir es que este proyecto, para mí, es quizá el que más ilusión me genera como director del CNTA. En cuanto a la parte más complicada, pondría como ejemplo el propio hecho de que se trata del primer caso en España en el que centros tecnológicos de comunidades autónomas diferentes deciden fusionarse. Esa circunstancia, por sí sola, refleja la complejidad de sacar adelante un proyecto de este tipo, por lo que me siento muy satisfecho de haberlo logrado.
La emoción llegó cuando, después de pensarlo y lanzarlo, hubo un momento en el que tomamos conciencia de que realmente iba a convertirse en una realidad. Esa certeza, ese instante en el que ves que todo el esfuerzo se materializa, fue sin duda el más emocionante de todo el proceso.
El mundo de la alimentación evoluciona a gran velocidad. Desde tu amplia experiencia, ¿qué transformación te ha impactado más en estos años?
Me resulta muy difícil señalar una sola, porque quizá el sector agroalimentario no vive cambios tan radicales como, por ejemplo, la automoción, que ha pasado de la combustión a la movilidad eléctrica. Sin embargo, en un ámbito que impacta en la vida de todas las personas cada día, cualquier avance tiene una enorme relevancia.
Si tuviera que destacar dos grandes ámbitos, el primero sería la relación entre alimentación y salud. Estamos aprendiendo muchísimo en este terreno y estoy convencido de que en el futuro aprenderemos aún más. El segundo es la sostenibilidad: los recursos son limitados y todo lo que implique producir alimentos, conservarlos adecuadamente y reducir al máximo el desperdicio me parece esencial.
Además, aunque todavía es incipiente, creo que la inteligencia artificial tendrá un papel inmediato y decisivo en la forma en que producimos, diseñamos y gestionamos los alimentos.
El CNTA acaba de poner en marcha el Sandbox Agrifoodtech, un espacio pionero en España y Europa para que empresas y startups puedan experimentar y probar tecnologías, productos y servicios del sector agroalimentario. ¿Qué emoción sentiste al ver los primeros proyectos funcionando en ese espacio de experimentación?
Este es otro de los grandes proyectos que me ilusionan especialmente. En Europa somos conscientes de que, por nuestra burocracia y la rigidez a la hora de adaptarnos a nuevas tecnologías o innovaciones transformadoras, a veces no resultamos el territorio más atractivo para que se desarrollen proyectos de este tipo, que acaban marchándose a otros mercados como el sudeste asiático o Estados Unidos.
El sandbox regulatorio busca precisamente que los avances tecnológicos vayan de la mano de los avances en el terreno normativo. Eso permitirá atraer proyectos realmente transformadores.
Que desde el CNTA, y en el ecosistema del eje del Ebro, hayamos sido capaces de poner en marcha el primer sandbox regulatorio europeo en el ámbito agroalimentario me parece un hito de enorme relevancia. Estoy convencido de que será una estructura clave para hacer de nuestro territorio un lugar atractivo para los grandes proyectos del futuro.
Has defendido en ocasiones que al plástico se le ha demonizado, pero que tiene un papel en la conservación de los alimentos. ¿Cómo vives tú ese pulso entre lo emocional —la sostenibilidad— y lo racional —la seguridad alimentaria—?
No lo veo tanto como un pulso, porque estoy convencido de que la preservación y el respeto al medio ambiente son compromisos que todos debemos asumir. Lo que me resisto es a que a problemas tremendamente complejos intentemos darles soluciones excesivamente simples. Demonizar al plástico me parece una respuesta sencilla para un problema que es, en realidad, muy complejo.
Si eliminamos el plástico sin contar con alternativas que ofrezcan la misma funcionalidad, podríamos resolver parcialmente un desafío y, al mismo tiempo, generar otros. Por ejemplo, el desperdicio de alimentos: el plástico desempeña un papel fundamental en alargar la vida útil de los productos y en garantizar su seguridad. Si perdemos esa capacidad de conservación, corremos el riesgo de aumentar el desperdicio y de reducir la seguridad alimentaria, lo que sería un retroceso.
Creo que la mirada debe ser global. Mi apuesta pasa por potenciar la circularidad de los envases, de manera que cada envase tenga muchas vidas útiles y se aproveche al máximo. Ahí está, en mi opinión, una parte importante de la solución, y por eso lo defiendo con convicción.
Y mirando al futuro inmediato: ¿qué papel jugará la inteligencia artificial en lo que comeremos dentro de 10 o 20 años?
Creo que la inteligencia artificial va a aportar muchísima eficiencia a muchos procesos, y eso es muy relevante. Por ejemplo, cuando diseñamos un nuevo alimento o una formulación para mejorar el perfil nutricional —reducir grasas, azúcares o sal, que son tres elementos que consumimos en exceso en los países desarrollados—, encontrar la combinación óptima puede ser un trabajo de I+D largo y tedioso. La inteligencia artificial nos permitirá agilizar enormemente esos desarrollos.
También en procesos fermentativos o en el uso de microorganismos como “factorías” de nuevos productos, la IA será clave para identificar rápidamente aquellos que aporten las características deseadas. Su capacidad de analizar de manera masiva grandes volúmenes de datos hará que seamos mucho más ágiles.
Y, por supuesto, tendrá un papel importante en la eficiencia interna de los procesos industriales. El campo de aplicación es tan amplio que, incluso ahora, resulta difícil anticipar todos los ámbitos en los que impactará. Pero estoy convencido de que su uso se normalizará en muy poco tiempo.
Más allá del laboratorio y los proyectos, ¿eres cocinillas?
Me gusta mucho cocinar porque disfruto siendo anfitrión, y también me encanta ir a restaurantes. En general, la cocina me atrae muchísimo.
¿Tienes algún plato navarro que disfrutes preparar, o que te recuerde a tu infancia en casa?
Ahora que estamos en esta cafetería de Taberna, diría que preparo unas tostadas y unos desayunos que podrían competir perfectamente con los de un local como este.
Si hablamos de platos navarros, me encanta una buena menestra o un buen ajoarriero, que también me animo a preparar. Y para las cenas, una tortilla de patatas es siempre una apuesta segura, tanto hecha por mí como esas magníficas que puedes encontrar por ahí… o, por supuesto, la de mi madre, que sigue siendo insuperable.
En varias ocasiones has dicho que esperáis sumar 300 empresas socias más para 2030 y consolidar inversiones clave. Si pudieras viajar al 2030 y regresar, ¿qué mensaje te gustaría que ese ‘Héctor del futuro’ te diera?
Los números siempre son importantes, por supuesto, pero para mí la clave va más allá. Mi verdadero deseo es que el CNTA sea, sin ninguna duda, el centro líder del sector agroalimentario a nivel nacional, con una visibilidad y una capacidad internacional sólidas.
Más que la cifra, lo que me interesa es que la relación con las empresas con las que trabajamos se haya fortalecido, que seamos cada vez un aliado estratégico más valioso para ellas.
Así que, si ese Héctor del futuro pudiera hablarme, me gustaría que me dijera: ‘has tenido ambición, has seguido empujando y no has dejado pasar ninguna oportunidad relevante para que el CNTA sea una herramienta de verdadera utilidad para la industria alimentaria’.
Imagina la mesa del futuro para un niño de Navarra dentro de 20 años: ¿qué alimentos tendría y qué mensaje transmitiría esa mesa?
Creo que esa mesa nunca dejará de transmitir el placer hedonista que acompaña a la alimentación. El ser humano seguirá disfrutando de la comida y de la gastronomía, y eso me parece muy positivo.
La gran diferencia estará en que los alimentos estarán mucho más adaptados a las características individuales de cada persona. Cada uno sabrá con precisión qué productos le convienen para mantener una buena salud, tanto presente como futura. Ese nivel de personalización, sin duda, será uno de los grandes avances de las próximas dos décadas.
Si tuvieras delante a un joven navarro con ganas de dedicarse a la innovación, ¿qué consejo emotivo le darías?
Le diría que apueste por el sector agroalimentario. Navarra tiene un presente sólido y un futuro prometedor, y la innovación será siempre un camino interesante para explorar.