Los forenses concluyen que la reclusa de la cárcel de Pamplona murió al ser estrangulada en el cuello y las vías respiratorias
Afirman que la causa más probable de la muerte fue una agresión violenta por compresión con el antebrazo por detrás y que había ADN de la víctima en la acusada y viceversa
Dos médicos forenses adscritos al Instituto Navarro de Medicina Legal (INML) realizaron este jueves una ilustrada exposición sobre la autopsia practicada a Margarita Munilla Moreno, la mujer de 39 años que falleció en la celda 45 del módulo de mujeres del centro penitenciario de Pamplona en noviembre de 2022 presuntamente a manos de su compañera de celda, Milagros Jiménez, que está siendo juzgada por asesinato.
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A la vista de las lesiones que presentaba la víctima, como surcos en el cuello, lesiones internas en la tráquea y el cuello, múltiples petequias (puntos rojos en la piel) e infiltrados (puntos de sangrado en los músculos), los forenses descartaron que Margarita muriera por causa natural, accidental, víctima de una sobredosis (había consumido heroína horas previas y no sería compatible con las lesiones que presenta) o por un suicidio.
Por tanto, todas las evidencias halladas en el cuerpo de la víctima se corresponden con que murió tras ser estrangulada en el cuello y que le comprimieran a su vez las vías respiratorias, tanto las fosas nasales como la boca, donde presentaba restos de alimentos propios de haber vomitado.
El mataleón y a su vez el taponamiento de vías respiratorias
"Se trató de una compresión con el antebrazo en el cuello, seguramente desde atrás y en posición más alta por parte de la agresora, lo que conocemos como mataleón, efectuado con el brazo derecho. Y a su vez, de manera simultánea, la persona le estaría tapando la respiración, bien para causarle la muerte o para que no gritara", concluyeron los forenses.
Añadieron que la fallecida presentaba algún hematoma en los nudillos y en los dedos, más que propiamente defensivas, fruto de haber braceado con la persona que le agredió y haberse golpeado contra la pared, y ofrecieron un dato clave como que tanto en las manos de la víctima, como en las de la acusada, existía ADN cruzados, es decir, restos biológicos de una en la otra. "A la procesada hay que tener en cuenta que se le tomaron muestras 18 horas después de los hechos y el ADN se limpia en un 75% al cabo de seis horas. Por tanto, si tenía restos de la fallecida, la explicación más probable es porque hubo un contacto físico intenso en las manos entre ellas".
Además, en la sesión de esta mañana han declarado los forenses de Aragón que exploraron a la acusada en la cárcel de Zuera, donde fue trasladada después del crimen, y han informado de que "no presenta ninguna alteración mental, su juicio de la realidad es correcto y solo estaba diagnosticada de síntomas ansioso-depresivos. Después de los hechos, no se apreció ninguna psicopatología y no hay ningún informe que refleje alteración ni en su capacidad de razonar y de obrar. En ningún informe se constata una alteración psicótica y del pensamiento".
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