Enclavado en el corazón de Navarra, Olite se presenta como uno de los pueblos más encantadores y un destino perfecto para septiembre. Sus viñedos, que en otoño se visten de tonos ocres y rojizos, anuncian la llegada a una villa que combina historia, arte y tradición vitivinícola. No es casualidad que Carlos III de Navarra trasladara su corte aquí desde Pamplona en el siglo XV: la abundancia de bodegas y graneros garantizaba el sustento de su séquito, y la villa acabó transformándose en símbolo del poder real.
El Palacio Real: un sueño medieval
El gran emblema de Olite es su imponente palacio, cuya primera fortaleza se levantó en el siglo XIII. El denominado Palacio Viejo, hoy convertido en Parador, fue el inicio de lo que más tarde sería un conjunto monumental sin parangón. La gran transformación llegó con Carlos III el Noble y su esposa Leonor de Trastámara, quienes soñaban con una residencia que rivalizara con las cortes europeas más refinadas.
El Palacio Nuevo, resultado de esa ambición, despliega un perfil majestuoso gracias a sus siete torres, murallas doradas y galerías que aún transmiten la grandeza de aquella época. En su interior sorprenden los jardines colgantes, las galerías abiertas y los patios donde antaño crecían jazmines, naranjos y cidras. Artesanos franceses dejaron su huella en esculturas, tapices y ornamentos que dotaron al palacio de un aire afrancesado único en la península.
Santa María la Real, la iglesia palatina
Muy cerca del palacio se encuentra la iglesia de Santa María la Real, levantada en el siglo XIII como capilla de la corte. Su peculiar claustro, situado en la entrada principal, es una rareza arquitectónica que añade aún más encanto al templo. La portada policromada, con escenas bíblicas en piedra, y el retablo mayor de Pedro de Aponte son joyas que transportan al viajero al esplendor del Gótico y el Renacimiento.
Plazas, calles y torres con historia
El casco antiguo de Olite está plagado de rincones sorprendentes. La Plaza de Carlos III el Noble concentra la vida local con terrazas, el renacentista Ayuntamiento y la Fuente de los Leones, que desde el siglo XVI provee de agua a los vecinos. Desde allí, calles como la Rúa Mayor o la Rúa de San Francisco invitan a perderse entre casas solariegas y restos de murallas romanas. La iglesia de San Pedro, con sus torres desiguales y su claustro románico, añade otro toque distintivo al recorrido.
Tierra de vino y bodegas
Olite es también la capital del vino navarro. Aquí se ubica la sede del Consejo Regulador y un conjunto de bodegas que forman parte de la Ruta del Vino de Navarra. Entre ellas destacan las históricas Bodegas Ochoa, la fotogénica Marco Real —que presume de la sala de aromas más grande de España— y Pagos de Araiz, con un moderno château donde arte y vino se dan la mano. A ello se suma la enoteca Reyna de Copas, famosa por sus visitas guiadas y catas en un espacio integrado en la muralla medieval.
Septiembre: el mejor momento para visitarla
El final del verano convierte a Olite en un destino aún más especial. Este 2025 la localidad celebra su centenario como Conjunto Histórico-Artístico, un reconocimiento a su inigualable patrimonio. Además, septiembre está marcado por la fiesta de la vendimia (29 a 31 de agosto) y las fiestas patronales (13 al 19 de septiembre), dos citas que llenan las calles de ambiente.
El visitante que se acerque en estas fechas encontrará, además, la actividad vibrante de la cosecha de uva, que da a las bodegas un encanto irrepetible. Una combinación de historia medieval y tradición vinícola que convierte a Olite en una escapada única para despedir el verano.