Meses después todavía existen necesidades críticas para muchas familias, sobre todo si tienen niños. El fotoperiodista de Unicef Juan Haro Simarro cuenta parte del horror que vivió su población. Llegó a Haití unos días después del terremoto del 14 de agosto, acaecido un sábado a las ocho de la mañana, y permaneció en Los Cayos, al sur del país, moviéndose por las zonas más afectadas durante alrededor de dos semanas y retratando con su cámara el horror que estaba viviendo la población.

“Cuando aterricé allí me esperaba que todo iba a ser mucho peor; creía que iba a ver una tragedia absoluta, pero cinco o seis días después del seísmo la gente retomó el pulso de su vida. Eso sí, en cuanto me adentré en los barrios y las comunidades cambió mi perspectiva de lo que había ocurrido, de la gran tragedia del terremoto que había vuelto a asolar zonas enteras”, recuerda desde Nueva York. La tragedia se mascaba al observar casas, colegios, centros de salud, y barrios enteros derruidos.

“Sobrecogía la tristeza y la pesadumbre de las gentes de las comunidades. Como fue sábado el día del siniestro, muchas madres dejaron a sus hijos en casa jugando mientras ellas acudían al mercado, y al volver se toparon con que a algunos de ellos la tierra se los había tragado”, rememora apesadumbrado.

¿La invasión de Afganistán tapó en parte la tragedia que volvió a cebarse con la población de Haití?

Sin duda alguna. El 14 de agosto tuvo lugar el terremoto y el 15 los talibanes tomaron Kabul, con lo que todos los ojos y las miradas de los medios de comunicación y la política internacional se volvieron a Afganistán, y las ayudas que iban a ser para Haití se transfirieron a aquel país. Eso jugó muy en contra del interés de Haití y de las familias que los días después seguían retirando escombros y buscando a familiares bajo las casas. Lo de Kabul fue un antes y un después para la cobertura informativa de Haití y también para la manera de gestionar la petición de ayuda internacional. Desde Unicef y otras organizaciones no gubernamentales hemos estado intentando que no se olvide a la gente de Haití, que tengamos presente el sufrimiento de la población, porque lo peor está pasando ahora, cuando la gente quiere retomar la vida y no puede porque no dispone de medios, ya que lo han perdido todo. Es una injusticia difícil de entender.

¿Haití genera siempre los mismos titulares por sus tragedias?

Solo nos acordamos de este país cuando se producen seísmos, pero luego nos volvemos a olvidar de él. Honestamente creo que muchas veces las noticias en los medios generan atención durante unos segundos y luego se quedan en el vacío. Desgraciadamente, la gente piensa que en Haití solo hay terremotos, pero el país tiene mucha cosas más. Hablamos de un país con una población muy joven, con una cultura muy fuerte. Podría tener un potencial turístico como su vecina la República Dominicana por su mezcla de cultura africana y caribeña. Hay cosas muy positivas que no se conocen.

Pero también está aflorando la violencia con gran virulencia...

Es un problema enorme, al igual que las altas tasas de malnutrición, de mortalidad infantil/maternal, de falta de acceso a agua potable. Después del terremoto Haití ha vuelto a quedarse sin muchos servicios públicos, y los que hay están sobrecargados. Por eso es importante que sigamos dando cobertura informativa a este país.

¿Tiene solución Haití, con un gran índice de pobreza y una política inmersa en la corrupción?

Creo que sí, pero tienen que cambiar mucho las cosas, y las deben cambiar los haitianos, el propio país. La cooperación y la ayuda humanitaria están para acompañar y apoyar a la población y a las gentes más vulnerables, pero los cambios estructurales no llegan de fuera, de la ayuda externa. Tienen que llegar de Haití, de su comunidad. En este sentido, los haitianos son un ejemplo: ellos mismos se ponen a trabajar, a cuidar a los suyos, a apoyarse, y lo hacen desde el espíritu de comunidad. Lo que precisan es que desde las autoridades tengan también esa voluntad de remar juntos y que el país siga adelante, aunque por ahora parece difícil de conseguir.

¿Por dónde pasaría su desarrollo?

La idea es que ellos mismos aprendan, sean independientes y puedan salir adelante sin la ayuda externa. Es clave integrar a la mujeres en la industria, en las instituciones estatales y en los negocios, porque ellas son las que llevan la economía del hogar y lo hacen de forma muchísimo más eficiente que los hombres. Además de apoyar a la mujer, también hay que hacerlo con el profesorado, con los directores de los centros, que necesitan apoyo moral, académico y económico para crear una generación con acceso a una educación de calidad.

Todo esto será imposible sin frenar la violencia y las mafias...

Las autoridades deben erradicar y perseguir los secuestros semanales, porque el nivel de trauma y miedo en Puerto Príncipe es tremendo. La capital se ha convertido como una ciudad de película, con los grupos violentos controlando los pasos de carretera que, incluso, impedían que llegara la ayuda humanitaria allí donde hiciera falta y había que negociar con ellos.

¿La ayuda internacional está siendo suficiente?

No. Necesitan más y de manera urgente. En estos meses precisan reconstruir los colegios y los centros de salud, que siguen siendo de campaña.

Su trabajo como fotoperiodista le habrá hecho ver mucha miseria humana.

Tengo la suerte y la desgracia de haber conocido lo mejor y lo peor de la dignidad humana y así lo intento retratar con mis fotos, pero sin adulterar la realidad que estoy experimentando con los protagonistas. En mi caso, trabajar con Unicef es hacerlo con niños y mujeres, que es lo que más me apasiona, pero este trabajo requiere también de compromiso y sacrificio personal: tienes que estar comprometido con la causa, un compromiso ético con los protagonistas a la hora de contar las historias y no mostrar solo el morbo, sino respetarles aunque sean pobres. Además, me gustaría conocer estos lugares por causas ajenas a las crisis, porque hay cosas increíbles. Al final todos los humanos somos iguales. Amamos, nos echamos de menos, nos gustan las mismas cosas... Aunque con culturas distintas, el lado humano es el mismo allá donde vamos.

¿Qué pueden hacer los países ricos?

Hay que promocionar la igualdad entre los pueblos y los países, igual que con el cambio climático. Si dejamos a países pobres contaminantes atrás en el cambio climático, nos afectará también a Occidente. No se trata solo de protegernos a nosotros mismos, ni de ser individualistas a tope. La pobreza es una lucha global, como lo son el hambre y la desigualdad económica y lo vemos con la migración. Si no apoyamos a los países que lo están pasando mal, tenemos un flujo de inmigrantes y refugiados en países en Occidente no porque lo eligieran, sino porque no tienen otra alternativa. La desigualdad es una lucha de todos: de los ricos y pobres. Además, no debemos mirar la pobreza como algo que solo ocurre en África, en Latinoamérica o Asia. No, esto pasa también en España y lo vemos con la pandemia.

Acabamos de recordar a las víctimas del 11-S con gran boato. ¿Las víctimas pobres son de segunda categoría?

Siempre ocurre lo mismo. Parece que cuentan menos los 2.200 de ahora en Haití y los 200.000 del año 2010 que los 3.000 que fallecieron en las Torres Gemelas de Nueva York. Todas son vidas humanas y todas tendrían que tener los mismos homenajes. Es lo mismo que si tenemos un vecino migrante en la comunidad al que también tendríamos que preguntarle cómo está y cómo le va la vida. La mezcla entre pueblos y culturas genera riqueza en todos los países. Haití lo está pasando muy mal y no podemos olvidarnos de él, a pesar de todo lo que está sucediendo en el resto del mundo. El foco siempre debe ser equitativo.