Todas aquellas personas que comparten vivienda con un gato saben de las peculiaridades de estas mascotas a la hora de elegir sus rincones preferidos, en especial a la hora de echar un sueñecito. En las redes sociales abundan las fotos de mininos acurrucados en un armario entre jerseys o toallas recién lavadas, estirados a más no poder sobre los cojines del sofá u ocultos bajo las mantas de la cama.

Estos felinos domésticos pueden llegar a dormir en torno a 16 horas diarias, aunque no necesariamente seguidas ni son todas de sueño profundo. De hecho, se calcula que tres de cada cuatro solamente dormitan con un sueño ligero.

Por ello, para evitar molestias y que interfieran con la vida doméstica familiar más de lo necesario, es más que recomendable dedicar tiempo y reflexión a elegir la cama más adecuada para nuestro compañero. Si no le ofrecemos un espacio propio, adecuado a sus gustos y características, él lo hará por nosotros con el riesgo de que se convierta en un problema y comience una lucha titánica para desalojarlo.

El primer paso es observarlo. Analizar sus costumbres e identificar cuáles pueden ser su lugares preferidos para descansar. El objetivo es darle un espacio propio, suyo, exclusivo, en el que se encuentre cómodo y se vea seguro. En definitiva, que respete su independencia característica.

Dos datos básicos que hay que tener en cuenta son, uno, la postura en la que acostumbra a dormir y, dos, si prefiere hacerlo en entornos cerrados o abiertos.

1. Edad de nuestra mascota

Con estas preferencias claras, la edad del animal es un primer aspecto que debemos considerar. No es lo mismo un cachorro inquieto que un veterano con achaques propios de los años. La propia durabilidad de la cama hará necesario un cambio que se adaptará a sus circunstancias vitales de cada momento.

En caso de tener por compañía un gato joven, un cachorro, una cama que integre accesorios con los que jugar, que estimulen sus sentidos y que ejerciten sus músculos puede convertirse en el eje de su rutina diaria. La curiosidad le hará salir a explorar, pero su cuartel general estará en su rincón.

En cambio, la cama de un gato anciano debe ser de fácil acceso, tanto para entrar como para salir. Quizá sea el momento de plantearse una cama ortopédica que le facilite encontrar la postura más cómoda.

2. ¿Dónde va a estar más a gusto?

Las preferencias de nuestro felino compañero son importantes. El lugar donde vaya la cama le tiene que dar seguridad. Debe servirle de apostadero desde el que tener controlados los alrededores. Por ello prefieren las ubicaciones con cierta altura. Por ello, si la propia cama tiene cierta altura, además de ser más mullida, no tendrá la sensación de estar a ras de suelo. Que tenga que darse su leve impulso para subir a la cama suele bastar.

Además, si le das cierta altura adicional a la base de la cama también es más fácil evitar corrientes de aire. Asegurate que esa base está sólidamente sujeta a la pared o al mueble donde la coloques, no vaya a deslizarse y acabe en el suelo. Se trata de que esté relajado y seguro.

3. El tamaño es importante

Las dimensiones del nido que adquiramos debe ser acorde con el tamaño del gato, eso es obvio, y para su comodidad es algo esencial. Pero además es importante habernos fijado en su postura cuando duerme. Algunos prefieren recogerse sobre sí mismos, hacerse una bola; otro lo hacen completamente estirados, casi despatarrados.

Para los primeros es mejor una cama circular de un diámetro de unos 40 centímetros. Mientras no le resulte objetivamente pequeña, no importa demasiado que quede justa, ya que esa sensación de estar arropado, bien cubierto, le añadirá seguridad y confort. Para los que les gusta descansar estirados, se recomienda que tenga entre 45 y 50 centímetros de diámetro.

Algunos expertos recomiendan medir al felino desde la cabeza a la base de la cola y sumarle 5 centímetros más. Afirman que una cama de ese tamaño basta.

Por cierto, también hay que tener en cuenta el rincón en el que va a ir, que quepa sin problemas. Especialmente si los gatos son dos y duermen juntos.

4. No puede ser de cualquier material

El tipo de material con el que esté hecha la cama también es importante. Por un lado debe permitir mantener una higiene regular y continua, fácil de lavar y de secar. Por otro, no debe repeler al nuestro compañero, resultarle mullido y confortable.

Los materiales sintéticos son muy prácticos por su resistencia a la suciedad de todo tipo y por su durabilidad, pero su olor químico suele producir un general rechazo entre los mininos, seres de olfato fino. El algodón o la lana pueden ser muy bien aceptados, pero la cama debe poder lavarse en la lavadora y secarse con cierta rapidez para evitar los mohos y la anidación de parásitos variados.

No es del todo descabellado tener una segunda cama para que la use mientras la otra esta en la lavadora.

Pero la resistencia no debe ser solo a la suciedad, pelos y otros elementos. También debe aguantar arañazos y dentelladas. Nunca se sabe a que puede jugar un gato.