El día después de la expulsión de Sergio Sayas y Carlos García Adanero fue de control de daños. La sanción estaba prevista y a nadie le ha pillado por sorpresa, pero su confirmación es un golpe duro para el partido, dividido entre quienes ven la sanción inevitable y quienes la consideran un error estratégico. No está claro todavía qué consecuencias va a tener la crisis interna en UPN, pero se asume ya que el coste será importante.

Un mes después de que Sayas y Adanero rompieran la disciplina de partido, la tormenta no parece que vaya a amainar. Al menos no tan rápido como hubiera deseado Javier Esparza, que apostó por una expulsión directa de los dos diputados díscolos que finalmente ha conseguido, pero que tiene también un serio desgaste para su liderazgo.

Lo ha asumido estos días el propio Esparza, consciente de que, en el fondo, la crisis es un pulso a su autoridad como máximo dirigente del partido y candidato en las próximas elecciones. De hecho, el presidente UPN rechazó la propuesta de mediación que planteó el comité de garantías para buscar un solución acordada y menos traumática. Una posibilidad que sí aceptaron los dos diputados expedientados, pero que no se pudo llevar a cabo por la negativa de la dirección, firme en su exigencia de un castigo ejemplar para dos militantes referenciales como Sayas y Adanero. El primero logró el 42% de los votos en las primarias en las que rivalizó con Esparza, y el segundo fue el miembro de la ejecutiva más votado en el último congreso.

Ambos están hoy fuera del partido, y con ellos se están marchando también algunos afiliados en un goteo pequeño pero constante que todavía se mantenía ayer. Es difícil cuantificar su importancia porque el partido evita dar los datos, y porque no parece que vaya a dar el paso ningún cargo relevante. Nadie ha salido en apoyo público de los expulsados en medio de un hermetismo absoluto en la organización. Pero el propio Esparza admite que “puede haber gente que legítimamente manifieste su malestar y deje de ser afiliado de UPN”. Alega no obstante que estas bajas se están compensando con las “nuevas afiliaciones” que, afirma, también se están dando.

El líder del partido trata en cualquier caso de pasar página. Ayer dio por hecho que ni Sayas ni Adanero hablan ya en nombre de UPN, y que la única voz del partido en Madrid es hoy la del senador Alberto Catalán. Triste bagaje de una candidatura, la de Navarra Suma, que logró dos diputados y tres senadores en noviembre de 2019. A tres de ellos se les ha requerido el acta -también a la senadora Ruth Goñi- y solo Catalán y Amelia Salanueva (PP) se mantienen en la disciplina de partido. Y queda por ver qué ocurre con la senadora popular, alineada con Ana Beltrán junto a Pablo Casado.

El objetivo de UPN ahora es recuperar cuanto antes la normalidad, aunque sea de forma aparente. Y hacerlo además desde la unidad política, limitando las deserciones a elementos menores y puntuales del partido. En apenas unos meses hay que empezar a preparar las próximas elecciones autonómicas y municipales, y antes UPN debe decidir si concurre en solitario o apuesta por reeditar Navarra Suma u otra plataforma similar. Un escenario que se muestra más abierto que nunca, y en el que será imprescindible activar e ilusionar a una base electoral que asiste preocupada a la sucesión de crisis internas en el centro derecha.

De momento, la ejecutiva ha optado por cerrar filas con Esparza, mostrando su “apoyo” y “respaldo” al líder tras las duras críticas que está recibiendo de los dos diputados díscolos, y reclamando “respeto” para los órganos internos. Lo hizo este martes mediante una nota de prensa urgente, apenas una hora después de que Adanero acusara a Esparza de renunciar a ser alternativa de Gobierno para ser la “muleta” del PSOE. Y lo hizo sin reunir previamente a la propia ejecutiva, que avaló el comunicado sin debate y por asentimiento. La dirección sí se reunió el lunes de manera ordinaria, aunque no se trató la expulsión de los dos diputados, comunicada formalmente el día siguiente.

El cierre de filas se impone así en el conjunto de la organización a la espera de que las aguas vuelvan pronto a su cauce y el partido pueda ejercer la oposición al Gobierno de Navarra en el tramo final de la legislatura. Queda tiempo todavía para recuperar el espacio perdido, pero internamente se asume ya que el relato de Sayas y Adanero, con el altavoz que les seguirá proporcionando la presencia mediática en Madrid, tendrá también un impacto electoral en Navarra. Falta saber de qué forma y con qué siglas, pero la fractura de la derecha en Navarra parece ya una realidad.

Por la estabilidad institucional. El portavoz del Gobierno de Navarra, Javier Remírez, deseó ayer que UPN “resuelva cuanto antes” la situación interna por la que atraviesa “por el bien de la estabilidad institucional”. En la rueda de prensa posterior a la sesión de Gobierno, Javier Remírez evitó entrar “a valorar aspectos internos de una formación política” y expresó su “máximo respeto sobre la situación interna” de UPN. “El Gobierno va a seguir, con la mano tendida al conjunto de las formaciones políticas del Parlamento, en concreto a UPN-Navarra Suma, y también a EH Bildu, para trabajar, acordar y avanzar”, señaló.

La crisis interna de UPN ha provocado un goteo de bajas difícil de cuantificar, pero que es un reflejo de la división que existe en la derecha navarra