Cada vez que un táser se dispara, la propia arma documenta todos los datos sobre su uso: cuántas veces se enciende, los disparos, los ciclos de descarga, cuánto tiempo ha durado el disparo, la temperatura... información que se almacena en un servidor informático virtual (nube) y que se pone a disposición de la autoridad judicial.

Además, la pistola se debe usar siempre en conjunción con una cámara unipersonal que lleva el agente colocada en su pecho y que se enciende y comienza a grabar cada vez que se le quita el seguro al dispositivo, con la capacidad de registrar los 120 segundos previos a esa activación. “La grabación es un medio de prueba de la propia actuación policial y también sirve para la protección de la propia persona reducida, porque si el policía lo ha hecho mal, queda registrado”, afirma Marcos García, jefe de la Policía Municipal de Peralta. “Es un medio de ayuda para el trabajo policial”, incide.

No obstante, además de incidir en la importancia de la formación, recalca que “el táser debe usarse siguiendo los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad. Ante una persona armada con un cuchillo, y la posibilidad de que se golpee la cabeza al caer al suelo, la alternativa es usar un arma de fuego, que a buen seguro causará mayores lesiones”.