- Cuando el coronavirus irrumpió en nuestras vidas, hace ya más de dos años, en Navarra se creó una red de ambulancias paralela para el traslado de los pacientes con covid-19 que llegó a tener 11 vehículos. No era así en un comienzo, cuando se detectaron los primeros casos. En ese momento únicamente había una, una única ambulancia podía trasladar a personas contagiadas o sospechosas de estarlo. Mikel López, de 42 años, y Maite Alcaiza, de 33, eran dos de los doce técnicos de emergencias que trabajaban en esa ambulancia, que ellos mismos apodaron cariñosamente la bichoneta.

“Al principio se hizo así, pero duró poquísimo. Luego se tuvo que utilizar más ambulancias, porque nosotros íbamos al hospital y nos llamaba SOS Navarra con que tenía siete u ocho personas en espera”, recordaba ayer Mikel sobre esos primeros momentos en los que estuvieron solos ante la covid. “Teníamos que descontaminar la ambulancia, ventilar, desvestirnos, volver a vestirnos... Hubo días de muchísimo trabajo. Nos hemos recorrido con una ambulancia toda Navarra”, corroboraba Maite, que asegura que “es gratificante que quieran plasmar tu trabajo en un momento tan duro, plasmar también el trabajo en equipo”.

Sobre el momento, ya meses después de esos primeros días, en el que les dijeron que varios periodistas subirían a la bichoneta para retratar como era uno de sus días de trabajo, Mikel afirma que al principio tuvo dudas de que fuera una buena idea: “Al final, con la ambulancia vamos a sitios delicados”, justifica. Sin embargo, asegura que finalmente fue “un placer”. “Fueron muy profesionales, sabían cuándo mantener la distancia y cuándo preguntar. Fue un placer y participar en el libro también lo ha sido, porque no es algo que se haga todos los días”.

Su trabajo, aunque también gratificante por poder colaborar activamente en la lucha contra el virus, tuvo muchos momentos duros. Mikel sostiene que, aunque “cada compañero habrá tenido los suyos”, a él nunca se le va a olvidar el momento en el que llegaban a una casa a llevarse a alguien en la ambulancia. “Aunque ya sabían que íbamos a ir a por su padre, madre, abuela o abuelo, cuando llegábamos para llevárnoslos, en ese momento muchas familias se derrumbaban”, afirma. “Estaban oyendo en televisión que la gente mayor se moría y llegas a una casa, te ven vestido de astronauta y les tienes que explicar todo, pero se quedaban con la incertidumbre de si su familiar volverá o no volverá. En ese sentido, también éramos un equipo que tenía que dar esa parte de cercanía, de humanidad, porque para las familias era muy duro”, coincide Maite, que también quiere quedarse con los momentos bonitos: “Lo importante era ayudar e intentar hacerlo lo mejor posible. Aun estando enfundado en un EPI llegabas a las personas, les dabas un abrazo que necesitaban o tratabas de tranquilizarlas”, manifiesta.

En ese sentido, la sanitaria tiene claro que sin el equipo que hicieron todos los trabajadores “habría sido más difícil”: “Muchos ni nos conocíamos, caímos ahí por unas listas, e hicimos un equipo súper grande. Si no hubiese sido así habría sido más difícil”.