En Tierra Santa todo tiene dos nombres, empezando por la propia Jerusalén, que en hebreo se llama Ursalim y en árabe al-Quds. No solo eso, sino que el significado de algunos términos es mucho más simbólico que literal. ¿Es importante que la Declaración de Balfour hablara del pueblo judío y de comunidades no judías? ¿Fue Jerusalén conquistada o unificada en 1967? ¿Cuál es la línea que separa terrorismo de un acto de guerra?

Mai Diab, una palestina de 20 años, y Meyrav Stein, una israelí en la treintena, tratan de poner algo de luz en todas estas preguntas, aunque no necesariamente con el mismo foco. Ambas forman parte del personal de Mejdi Tours, una empresa que fue creada con un único objetivo: cambiar el modelo de turismo a través de un negocio socialmente responsable que honrara tanto a las comunidades como a los clientes.

Su creador, Aziz Abu Sarah, es un palestino de Jerusalén oriental. Cuando tenía nueve años, durante la Primera Intifada, la policía israelí arrestó a su hermano mayor al acusarle de haber lanzado piedras. Lo llevaron a prisión y aunque lo liberaron nueve meses más tarde, murió al poco tiempo después a causa de las heridas que le habían provocado. Aquel acontecimiento provocó ansias de venganza en Aziz, quien se negó a aprender hebreo porque era la lengua del enemigo. Sin embargo, al acabar el instituto y no poder conseguir un buen trabajo, se apuntó a un curso diseñado para inmigrantes recién llegados a Israel. Esa experiencia cambió su perspectiva y despertó su curiosidad. Empezó a trabajar para una compañía de cerámica en el barrio judío ultra ortodoxo de Mea Shearim y se unió a un colegio evangélico cristiano. También se apuntó a un grupo de apoyo para personas que habían perdido a algún familiar, donde se dio cuenta de que esas historias tenían un potencial enorme para mover a la gente hacia la reconciliación.

En un primer momento creó un programa de radio en árabe y hebreo en el que invitados israelíes y palestinos hablaban sobre procesos de cambio de actitud y reconciliación, y finalmente fundó Mejdi Tours. Desde entonces, la empresa no ha hecho más que crecer y actualmente ofrece recorridos en quince países que han sufrido o sufren algún conflicto como Irlanda del Norte, Vietnam, Ucrania, Alemania, Bosnia Herzegovina o Croacia.

Al igual que su identidad, los motivos que llevaron a estas mujeres a unirse a Mejdi Tours fueron totalmente diferentes. Nacida y criada en el Kibbutz de Beit Zera, cerca del lago Tiberíades, Stein llegó a Jerusalén cuando estaba haciendo el servicio militar, y desde entonces ya no se ha movido. "Yo vengo de un sitio donde todo el mundo era muy parecido a mí. Jerusalén es todo lo contrario, hay barrios es los que me siento extranjera, y eso me encanta", explicó. Actualmente trabaja para varias compañías de tours y es voluntaria en el Centro Intercultural de Jerusalén, una organización que anima a los residentes de la ciudad, de diversas identidades, a convertirse en socios activos y responsables para el desarrollo de sus comunidades. Diab no fue criada muy lejos de Stein, en Tamra, un pueblo de mayoría palestina situado a pocos kilómetros de Haifa. Tanto su familia como ella tienen ciudadanía israelí, fue educada en colegios israelíes y llegó a la ciudad santa el año pasado para estudiar en la Universidad Hebrea de Jerusalén. A pesar de eso, tiene claro que ella es palestina y decidió empezar a trabajar con Mejdi porque "quería que mi perspectiva también fuera escuchada".

Dos caras de la misma moneda

Diab y Stein se conocieron por primera vez un domingo por la mañana en la puerta de Jaffa o en la puerta de al-Khalil, según a cuál de ellas le hubieras preguntado. El caso es que las dos se encontraron en una de las siete puertas de acceso a la Ciudad Vieja, donde una veintena de estudiantes les esperaban para comenzar la visita a la ciudad vieja.

Una vez hechas las presentaciones, los asistentes cruzaron la entrada y comenzaron a recorrer las estrechas callejuelas milenarias, donde un viento helador se colaba aquella mañana. El barrio armenio, que suele ser el más tranquilo, permanecía en su estado habitual, pero el silencio se extendía esa mañana al barrio cristiano, donde todos los comercios permanecerían cerrados en su día festivo. Mientras tanto, los infinitos tenderetes de la laberíntica morería comenzaban a abrir sus puertas y a transformar la ciudad de piedra blanca en un mar de colores y olores; y los judíos ortodoxos se dejaban ver con sus kipás, sombreros y talits camino de las escuelas talmúdicas.

Que fuera la primera vez que Stein y Diab dirigían el tour juntas hizo que la visita fuera totalmente improvisada. Se contestaban una a la otra y respondían a todas las preguntas de los asistentes en un tono sereno pero sin ninguna línea roja.

Sin embargo, la mayoría de diferencias parecieron disiparse cuando llegaron a la cúpula de la roca, situada en medio de la explanada de las mezquitas. La tradición judía dice que desde esta primera piedra Dios comenzó a crear el mundo y que fue allí también donde Abraham estuvo a punto de sacrificar a Isaac por orden de Dios, mientras que según el islam es el punto desde el que Mahoma ascendió a los cielos, habló con los profetas y Dios le dio la orden de rezar cinco veces al día. Eso hace que el lugar sea santo para ambas religiones y de hecho, hubo libertad de paso y de culto hasta el año 2000. Sin embargo los judíos no solían acudir ya que es un lugar tan santo al que solo se podía acceder tras haber hecho una serie de ceremonias de purificación que ya no se sabían hacer, por lo que en 1967 el rabino mayor entregó las llaves al waqf y dio la orden de no acudir allí a rezar.

En los años 90 apareció un movimiento judío que luchaba por su derecho a rezar en la explanada de las mezquitas. Basaban sus demandas en el derecho de libertad de culto, aunque en realidad las aspiraciones de muchos de ellos eran de corte nacionalista. En el año 2000, en un acto de su campaña electoral, Ariel Sharon subió a la explanada acompañado por estos grupos, lo que fue tomado como un acto de provocación y dio inicio a la Segunda Intifada. La explanada estuvo cerrada durante tres años para cualquier no musulmán, pero en 2003 la policía israelí abrió un salvoconducto que permite la entrada, pero no el culto.

Aunque Diab proviene de una familia musulmana, ella no se considera religiosa. Stein sí que es judía, aunque como la mayoría de israelíes, es secular y la religión no tiene un papel principal en su día a día. Sin embargo, ambas coinciden en que siente una paz especial cuando suben a ese lugar. "Las diferencias entre palestinos e israelíes no son religiosas, sino puramente políticas. El judaísmo, de hecho, choca bastante más con el cristianismo que con el islam", dijo Stein, a lo que Diab añadió que "este sitio debería ser un lugar de paz, pero desgraciadamente no lo es por la política". "La explanada de las mezquitas y la cúpula de la roca, una mezcla entre historia y religión, representan Jerusalén a la perfección. No importa si las leyendas son verdad o no, lo que importa es el sentimiento que se tiene al subir aquí, y la política está terminando con esto", terminó diciendo.

Las dos estaban de acuerdo también en que ambas partes habían cometido muchos errores y que esos fallos habían generado desconfianza. "Mi padre cree que no hay una solución pacífica y que el conflicto solo terminará cuando una parte aniquile a la otra", explicó Diab. Esta joven no era tan fatalista, pero sí que aceptaba que "es muy difícil ser palestino en Israel porque en cada una de las acciones que haces te tienes que preguntar si eso significa que estás apoyando a Israel y contribuyendo a la normalización: cuando votas en las elecciones, cuando vas a la universidad, incluso cuando compras comida o haces deporte". Así, Diab explicaba que muchos de los jugadores de la selección de fútbol de Israel son palestinos, "pero la gente también tiene sueños, qué le vas a hacer". Asimismo, la palestina dijo que será muy difícil recuperar la confianza hasta que termine la ocupación israelí sobre Gaza y Cisjordania.

Sin ir tan lejos, Stein cree que el simple hecho de que todo el mundo aprendiera tanto árabe como hebreo en el colegio, ayudaría a entablar diálogo. Es más, afirmó que "las cosas están cambiando en Jerusalén y está empezando a haber un poco de interacción. Al fin y al cabo esto es inevitable cuando se vive uno en frente del otro".

Tras cinco horas de debate y aprendizaje, el tour terminó en el mismo punto en el que había comenzado. El público había escuchado ambas perspectivas, pero seguían siendo incapaces de determinar si se trataba de la puerta de Jaffa o la de al-Khalil. Muy al contrario, lo único que les parecía más claro es que solo habían escuchado dos voces entre miles.