Tenía yo 18 años recién cumplidos cuando decidí coger mi maleta y trasladarme a Madrid para aprender a cocinar en el restaurante de Luis Irizar. Estaba nervioso, a la vez impaciente y un poco preocupado, pues no sabía qué es lo que me iba a

encontrar.

Apenas sabía nada de Cocina, apenas conocía Madrid, no sabía que compañeros iba a tener, y apenas sabía nada acerca de Luis Irizar.

Entré al restaurante preguntando por él, y al momento apareció allí un señor con un bigote muy identificativo que se acercó a mí y me saludó con una frase parecida a... “ Hombre, ya está aquí el cocinero de Leitza “. Me recibió con una sonrisa, me dio la mano, me preguntó por mis padres y me dijo qué tal había hecho el viaje.

Ese recibimiento fue suficiente para saber con qué tipo de persona estaba tratando. A partir de ahí, ya desaparecieron mis nervios y mis miedos y sólo quería que llegara el día siguiente para empezar a trabajar.

Estuve trabajando tres años contigo en Madrid y fueron unos años maravillosos. Me enseñaste un poco de todo, a cocinar, a elaborar nuevos platos, a organizar una cocina, etc, pero sobre, todo a tener la mente abierta a cualquier tipo de creatividad culinaria.

Además, tuve la suerte de compartir contigo infinidad de eventos, como servicios a la Banca privada, comidas a destacados políticos en diferentes escenarios privados, aperitivos, presentaciones de empresas, jornadas gastronómicas, cursos de cocina, inauguraciones de establecimientos, asesorías gastronómicas, etc, etc.

Pero en cada uno de estas situaciones, me sorprendías con una forma de ser y de actuar que no me dejaban indiferente.

Siempre estabas allí, en la pomada, organizando y gestionando todo antes de cada evento y trabajando como uno más en la cocina durante el servicio.

Siempre destacaba tu trato con el personal, tu predisposición para ayudar a todos y cada uno de los que hemos trabajado contigo, tanto a nivel profesional como personal. (Y podría poner muchos ejemplos).

Para mí, siempre has sido un gran cocinero, un gran profesional, alguien tremendamente generoso, una persona muy cercana, el ejemplo de la humildad, un apasionado de tu profesión, un comunicador excelente, un amante de la docencia, y una persona capaz de disfrutar de las pequeñas cosas.

Esas escapadas a la Ópera, esas cenas en las sociedades, esos aperitivos de Campari,, en definitiva, una persona amante de la vida.

Por eso, Luis, en este día de tu despedida, sólo me queda por decirte, Gracias!!

Gracias por haber mantenido durante los 91 años la misma forma de ser que cuando me recibiste a mí con 18.

Gracias por haberme enseñado a ser más generoso, más humilde, más trabajador, más responsable, más respetuoso con los demás, mejor profesional y en definitiva, mejor persona!

Gracias por haberme enseñado a disfrutar de las pequeñas cosas!

Gracias por haber podido compartir con Virginia y tus hijas tantos momentos de trabajo pero también de ocio y de celebraciones!

Gracias por haberme dado la oportunidad de compartir y disfrutar contigo muchos de esos momentos y haber aprendido de todos ellos!

Eskerrik asko. Maestro!!!!! Bihotz bihotzez