Bruselas - Las elecciones europeas del año 2014 no eran como las anteriores. Por primera vez los ciudadanos europeos acudían a las urnas con un cometido muy concreto: la lista que votaran tenía un cabeza visible, una persona que lideraba a la familia europea de esa formación, y que sería el candidato a la presidencia de la Comisión Europea. Pero en Bruselas algo ha cambiado.

Los últimos comicios europeos incluyeron una novedad importante. A un lado, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, era el cabeza de lista del Partido Popular Europeo (PPE), al otro el alemán Martin Schulz representaba a la lista de los Socialdemócratas (S&D). Quien venciera en las elecciones y quien más apoyos sumara en la nueva Eurocámara que surgiera de la votación, sería el próximo presidente de la Comisión Europea. Hubo incluso debates, con poco éxito, en ese intento de que fuera lo más parecido a una elección presidencial.

Pero a estas alturas y con elecciones europeas en mayo de 2019 no podemos dar por hecho que la escena vuelva a producirse. El spitzenkandidaten no es un sistema automático: el Consejo sigue siendo quien decide quién se sienta en el decimotercer piso del edificio Berlaymont, sede del Ejecutivo comunitario. Y no está dispuesto, al menos por el momento, a convertirlo en un automatismo, a dar al Parlamento Europeo el poder total de decidir quién será el presidente de la Comisión Europea. Es tal su rechazo que ni siquiera se permite el lujo de decir que respetará la propuesta de la Cámara. Cuando se pregunta sobre si lo harán, las respuestas son vagas y esquivas.

Con el sistema del spitzenkandidaten tal y como se estableció en 2014, los jefes de Estado y de Gobierno designan a un candidato a presidir la Comisión teniendo en cuenta la aritmética de la nueva cámara, y debía ser uno de los líderes designados por cada partido. “Si se quiere reforzar la democracia europea, entonces no se puede invertir el progreso democrático alcanzado con la creación de candidatos principales”. Estas fueron las palabras de Jean-Claude Juncker en su último discurso sobre el estado de la Unión (septiembre de 2017). Pero el problema es que la forma en la que el Parlamento Europeo interpreta el spitzenkandidaten choca con cómo lo ve el Consejo. En el Ejecutivo comunitario están preocupados porque saben que, incluso siendo un progreso que la ciudadanía no demasiado conectada con la actualidad no termina de percibir, una marcha atrás en él sería muy negativo. El spitzenkandidaten es el único sistema que tiene Europa para explicar a los votantes que ellos tienen cierto poder de decisión sobre quién lleva las riendas del Ejecutivo comunitario.

La visión del Consejo es que el sistema no puede ser automático. No señalan que vayan a rechazar los resultados de las elecciones y respetar que su candidato elegido debe ser un cabeza de lista (tampoco que lo vayan a aceptar), sino el que el sistema de nombramiento sea un automatismo: las elecciones europeas dejan unos resultados que los jefes de Estado y de Gobierno tendrán en cuenta para elegir a un candidato a presidente de la Comisión, pero no es el Parlamento Europeo el que designa al presidente del Ejecutivo comunitario. Para el Consejo si se quiere convertir el spitzenkandidaten en un auromatismo que haga que en este caso la Eutoámara esté por encima de las capitales, eso requeriría un cambio en los tratados, algo a lo que los Gobiernos no están abiertos. Con lo cual el debate se encalla de forma inevitable.

El Parlamento Europeo se ha mostrado listo para rechazar cualquier candidatura a presidir el Ejecutivo comunitario que no sea la de uno de los cabeza de las listas que acuden a las elecciones.

ni merkel, ni macron Precisamente Alemania, cuya canciller, Angela Merkel, ha sido la primera en apoyar a un candidato para el liderazgo de su familia política, al dar su bendición a Manfred Weber para presentar su candidatura para liderar el Partido Popular Europeo, es una de las que no apoyan este sistema de forma automática. Emmanuel Macron, el presidente francés, también lo ve con malos ojos: no tiene una familia política europea y de formar una tendría pocas opciones de colocar a algún candidato suyo en la presidencia de la Comisión Europea, por lo preferiría que la decisión quedase en manos del Consejo.

Desde el Parlamento Europeo no tienen ninguna duda: el sistema del spitzenkandidaten es lo más cerca que ha estado la UE de elegir democráticamente a la cabeza del Ejecutivo comunitario. Pero las capitales tienen miedo de aquellos procesos que no pueden controlar, y por eso no se abren a este procedimiento. Para la Eurocámara no hay vuelta atrás: no aceptarán que el Consejo no asuma que los cabeza de listas son los únicos que pueden ser nombrados.

Hay otro elemento que juega en contra de este sistema para 2019: todavía no sabemos la lista total de candidatos que acudirán como cabezas de partido a los comicios, pero por lo que sabemos hasta el momento ninguno de ellos tiene un perfil alto, como era el de Juncker, que venía de ser primer ministro de Luxemburgo. El único político que ha confirmado que luchará por encabezar un partido, el PPE, ha sido Weber: un alemán cuya trayectoria ha sido ser el jefe de filas de la formación en el Parlamento Europeo.

Que el Consejo diga ‘no’ a uno de los suyos, como era Juncker, era muy complicado. Por eso Merkel no veía con buenos ojos que el luxemburgués se presentara. Pero que los jefes de Estado y de Gobierno digan ‘no’ a una figura comunitaria gris y desconocida para el gran público, no tiene demasiado recorrido mediático.

El Consejo. El Consejo de Europa, que es la representación de los Estados, utiliza su prerrogativa y elige al presidente de la Comisión Europea.

El ‘spitzenkandidaten’. Los grupos políticos del Parlamento Europeo se presentan a las elecciones con un cabeza de lista para presidir la Comisión. El que cuente con los votos de los ciudadanos es propuesto al Consejo y éste le nombra presidente.