El 13 de diciembre de 2007 se firmaba en el Monasterio de los Jerónimos de Belém el Tratado de Lisboa, que venía a modificar el de Maastricht y que salía al paso de la crisis institucional provocada en la UE por el fracaso del proyecto de Constitución Europea. El de Lisboa es un acuerdo que dotó al Parlamento Europeo de notables capacidades legislativas y de veto de la acción del Consejo y de la Comisión, entre ellas el de su artículo 17.7., que regula la elección del presidente del Ejecutivo comunitario: “Teniendo en cuenta las elecciones y tras haber llevado a cabo las consultas pertinentes con el Parlamento Europeo, el Consejo Europeo con mayoría cualificada deberá proponer a la Eurocámara un candidato para presidir la Comisión”, reza. Mientras la Cámara legislativa ve estas consultas y el “tener en cuenta” como un margen suficiente para avalar el spitzenkandidat, el Consejo lo ve una vulneración del Tratado. Así, los jefes de Gobierno podrían ignorar la elección del Parlamento, pero corre el riesgo de que la Cámara bloquee a su candidato y que ambos entren en un impasse. Después de las elecciones del próximo mayo, Europa se enfrenta como sucedió hace seis años a este dilema.

El precedente Juncker

Hace cinco años, el actual presidente de la Comisión Europea fue elegido por el Parlamento emanado de las urnas. Jean-Claude Juncker se convirtió así en el primer presidente cuyo nombramiento no dependió realmente de los jefes de Gobierno, sino del voto de los europeos. De hecho, la campaña institucional llamando al voto en estos comicios se basó en gran medida en que esta vez los europeos elegíamos al presidente del Ejecutivo comunitario. También en aquella ocasión hubo voces notables de los Estados miembros contrarios al spitzenkandidat con Ángela Merkel a la cabeza, pero finalmente, el cabeza de lista del Partido Popular Europeo, el veterano político luxemburgués, fue elegido por la Eurocámara y el Consejo Europeo no hizo más que dar el visto bueno. En las elecciones de 2014, la participación media se incrementó casi en un 10% gracias en parte a los debates que los distintos candidatos de los partidos llevaron a cabo a través de televisión y medios digitales. La expectación de ver hablar a políticos sobre Europa y jugarse en el voto su elección, dio a la cita electoral un interés que nunca antes había tenido.

Macron, el más contrario

El debate lo abrió hace unos días el ministro de Asuntos Exteriores holandés que calificaba, en una entrevista en el Financial Times, el proceso del spitzenkandidat nada menos que como “un golpe de Estado institucional”. Si hace cinco años fue Merkel la principal opositora a la elección del presidente directamente por los eurodiputados, esta vez es Francia, huérfana hasta ahora en el Parlamento Europeo, quien lidera la oposición. Chequia, Holanda, Bélgica, Finlandia, Hungría o Eslovaquia han expresado también abiertamente su rechazo. Por el contrario, Italia, Croacia o Irlanda no se han mostrado tan escépticos. Esta vez la canciller alemana permanece en silencio, entre otras cosas porque ha colocado a su candidato, el alemán Manfred Weber, como cabeza de lista del Partido Popular Europeo, favorito en las encuestas para ganar las elecciones en mayo.

Candidatos lanzados

La mayoría de los grandes partidos europeos ya han elegido sus candidatos a las elecciones de mayo. Así, como se ha señalado, el PPE presenta a Weber, mientras que los Socialdemócratas han nominado al actual vicepresidente de la Comisión Europea, el holandés Frans Timmermans. Dos amplios conocedores de las instituciones europeas, el primero desde el Parlamento y este segundo desde la Comisión. Por los Verdes repite Ska Keller junto al holandés Bas Eickhout. La alemana ya fue candidata en 2014 y Eickhout, químico, es coautor del informe del IPCC sobre el cambio climático que recibió el Premio Nobel de la paz en 2007. Los Conservadores anunciaron que su spitzenkandidat será el actual eurodiputado Jan Zahradil, del Partido Democrático Cívico de centro-derecha checo. La Izquierda Unitaria también ha designado recientemente a la eslovena Violeta Tomic y al belga Nico Cue, mientras que falta por conocer el o la candidata de los liberales e ALDE. Además queda por saber si Salvini logrará su lista unitaria de eurófobos, pero sí sabemos que tendremos a los “chalecos amarillos” franceses, la vuelta a la escena política de Berlusconi y del exministro griego Varoufakis. Prepárense para grandes emociones.