Bilbao - Ana Garbati resume su visión de Xabier Arzalluz diciendo que “era un sujeto muy particular con sus aciertos y errores”.

¿Era una persona fácil para un informador?

-En cierto sentido era un chollo porque sabías que siempre ibas a salir de sus entrevistas o ruedas de prensa con un titular. Por lo general era especialista en dar buenos titulares y eso para los periodistas era como ir a balón parado. Se manejaba de maravilla desde el atril, lo había aprendido muy bien en sus épocas de Iglesia.

¿Alguna anécdota?

-Me acuerdo de un Alderdi Eguna, en los años 90, Carlos Solchaga era ministro de Economía y aunque era septiembre hacía un tiempo horroroso, parecía invierno. Allí, en las campas, todos estábamos pasando un frío tremendo y Arzalluz, como caían chuzos de punta, debió pensar que la gente se iba a morir de pulmonía, así que optó por hacer un mitin rapidísimo, de cinco o diez minutos, que tuvo gracia desde el minuto uno hasta el último. Me acuerdo que hablaba de que Carlos Solchaga, con el que tenía sus tira y afloja, quería hacer tortilla sin huevos. El mitin iba de los huevos de Solchaga, fue genial. Me imagino que Solchaga también se reiría. Eso fue lo más magistral que le he oído.

Eso contradice su imagen de serio y con mal genio.

-Tenía pinta de ogro, como que te iba a comer, pero solo era una pose, porque no dejaba de ser un gallo en el corral político vasco. Parecía que en cualquier momento podía saltar, pero era llevadero y siempre se agradecían sus intervenciones. Daba juego, aunque dependía de lo que le conviniera, porque era lo más cercano a Maquiavelo que yo he conocido en política. El sabía manejar los tiempos, sabía qué quería decir, cuándo y a quien se lo quería decir. - B.S.