pamplona - “El capitalismo está en crisis, pero cual león herido todavía tiene fuerza para lanzar violentos zarpazos”. Así describe el investigador Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate la voracidad de las élites globales por seguir recogiendo beneficios ante “la crisis que vive el capitalismo” . “Una crisis de recursos e inestabilidad financiera”, frente a la cual pretenden, con los tratados comerciales, eliminar fronteras y limitaciones políticas, para “blindar sus intereses”. Para la cumbre que se celebrará del 24 al 26 de agosto en Biarritz los temas en la agenda que se han anunciado hablan de desigualdades y perspectiva de género, pero este investigador afirma que el tema central será la pretensión de EEUU de conseguir un tratado comercial para “consolidar y ampliar sus espacios comerciales frente a China, aunque para ello nos conduzca al colapso social y ecológico”.

Explíquenos en primer lugar cómo surge el G7

-El G7 se crea en 1973 como uno de los principales espacios de encuentro y debate de los líderes de las principales potencias de “occidente”. Reúne de este modo a las y los presidentes de EEUU, Canadá, Reino Unido, Alemania, Italia, Francia y Japón, junto con representantes del Consejo y la Comisión Europea. China, como potencia mundial, quedaría fuera, así como Rusia, que participó de 2002 a 2014 en el truncado G8. Su principal objetivo, como el de otros espacios institucionales similares como el G20, o Foros como el de Davos, que convocan también a las élites empresariales, es el de elaborar y refrendar agendas comunes en aquellos temas de especial relevancia para las grandes potencias y sus empresas.

Lo que nos venden es que tratan temas como derechos humanos, sociales, medioambientales... ¿Parece bueno, no?

-En este tipo de cumbres siempre hay una gran distancia entre el relato de lo que se va a tratar como prioridad de la agenda y lo que realmente se habla. Esto provoca que este tipo de reuniones sea más digerible para la ciudadanía. Por ejemplo, el hilo conductor del relato de la Cumbre de Biarritz es la lucha contra las desigualdades, la defensa de la perspectiva de género, y el desarrollo de África. No obstante, todo hace parecer que la agenda real dista mucho de la oficial. En este sentido, la guerra económica entre EEUU y China, la carrera en la economía digital, el control de los bienes naturales y energéticos en el planeta, así como la recuperación del tratado de comercio entre EEUU y la UE (TTIP 2.0), serán los asuntos que en verdad se aborden. En definitiva, EEUU pretende en Biarritz consolidar sus alianzas en su explícita disputa con China, generando nuevos espacios de comercio, garantizando una base física suficiente y favoreciendo su posición digital para sus grandes corporaciones. Aunque para ello nos conduzca a un abismo social y al colapso ecológico, con graves afectaciones sobre nuestras vidas. No es, en definitiva, algo bueno para la humanidad, tampoco para los vascos y las vascas.

Los movimientos antiglobalización aseguran que las élites globales que se concentrarán en el municipio de Iparralde tratarán de consensuar una agenda para continuar con su particular hoja de ruta de organizar el mundo bajo la lógica del gran capitalismo. ¿Qué lógica es esta?

-Ese es precisamente el objetivo de esta Cumbre. No solo las mayorías populares estamos en crisis, también lo está el propio capitalismo. En primer lugar, no encuentra la forma de mantener un crecimiento económico estable; en segundo término, las fuentes de energía fósil se están agotando, siendo insustituibles por cualquier otro recurso, renovable o no; tercero y último, vivimos momentos de gran vulnerabilidad climática y financiera. Cómo crecer con menos recursos físicos, y en un contexto tan vulnerable, es el gran reto al que se enfrentan las élites globales, hecho que no tiene parangón histórico.

¿Y qué solución quieren poner las grandes élites a esa situación que describe?

-Ante ello, su objetivo consiste en derribar toda traba geográfica, sectorial y política a los negocios, al flujo del comercio y la inversión internacional. De esta manera, se lanza una ofensiva mercantilizadora, que llega a los servicios -también los públicos-, los bienes naturales, el comercio digital, la inversión, la compra pública, etc. Por otro lado, se blinda política y jurídicamente sus intereses vía tratados comerciales, que atentan contra los mínimos democráticos vigentes. Finalmente, se fomentan relatos reaccionarios y excluyentes, de fascismo social y “guerra entre pobres”, bajo un horizonte individualista y privatizado. Este es en definitiva el proyecto del capitalismo del siglo XXI, todavía más agresivo, violento y omnipresente que el del siglo XX. Este es el verdadero tema de debate de la Cumbre de Biarritz: cómo sostener al capitalismo en este momento crítico.

En su libro Mercado o democracia habla de esto.

-En dicho libro caracterizamos precisamente las principales tendencias y apuestas del capitalismo del siglo XXI, con un papel protagonista de las grandes corporaciones. Es importante entender qué están pensando e implementando las élites globales, para tratar de desmantelar su agenda, que nos conduce a un atolladero. En una segunda parte analizamos el fenómeno de los tratados comerciales (TTIP, CETA, Mercosur), que es una de las principales estrategias para la ofensiva mercantilizadora que proponen, blindando sus intereses y amputando definitivamente las capacidades de los Estados y la justicia pública.

¿El poder económico o corporativo es un riesgo para la sostenibilidad de la vida?

-El poder corporativo, esto es la red de alianzas estatales y multilaterales tupida en torno a las empresas transnacionales, es el verdadero protagonista e impulsor del capitalismo del siglo XXI. Un modelo que ahonda en las desigualdades de todo tipo (clase, género y etnia/raza) y que ya ha superado los límites físicos del planeta. Es, por tanto, un peligro para la sostenibilidad de la vida.

Entonces, ¿cómo enfrentar a ese omnipresente poder corporativo?

-No es una tarea sencilla. Hemos dicho que el capitalismo también está en crisis pero, cual león herido, tiene fuerza y capacidad para dar todavía zarpazos muy violentos. Es fundamental aumentar la movilización y organización social, así como concretar una agenda alternativa que confronte directamente con el poder corporativo desde principios claros: desmercantilizar, democratizar, construir lo común. A partir de ahí, definir prioridades: la defensa de los bienes naturales; la defensa del trabajo en sentido amplio; la oposición frontal a los tratados comerciales; la disputa por el control público-social de la economía digital; la nacionalización/puesta en común de sectores estratégicos como la banca, la energía o el agua; la apuesta por transiciones ecológicas y económicas. En definitiva, posicionar lo púbico, lo común frente a lo privado y corporativo.

Esta vez el G7 se reunirá en Biarritz. ¿Con relación a qué objetivos escogen los lugares de reunión?

-Francia ejerce la presidencia del G7 y su presidente Macron ha elegido Biarritz, ya que debe ser un lugar donde él ha pasado muchos veranos. Suele haber dos modelos en la selección de los lugares: uno, grandes ciudades con proyección mundial; dos, lugares más pequeños y distantes, más fáciles para responder a la contestación social. Indudablemente, Biarrtiz es el segundo de los casos.

¿Por qué ese oscurantismo?

-Este tipo de Cumbres, como las que se llevan celebrando desde la de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seatle en 1997, tienen un respuesta social contundente, dado los temas que se abordan y las repercusiones para las grandes mayorías. Precisamente por eso la agenda real y el programa se llevan con oscurantismo. Y los lugares donde se celebran se blindan policial y militarmente, para ocultar e impedir la movilización social y el rechazo popular.

¿Qué decisiones fundamentales e incluso negativas para la sociedad o para el estado de bienestar atribuye a este grupo?

-Como hemos dicho, este espacio más bien consensúa y acuerda en la lógica de los intereses de las élites de Occidente. De este modo, sirve como espacio de impulso de la agenda mercantilizadora y como presión para el conjunto de países. Así, son atribuibles al mismo todo tipo de decisiones que redundan en beneficio del capital y en contra de la clase trabajadora, la humanidad y el planeta en su conjunto.

Usted habla de la necesidad de organizarse para hacer frente a este modelo impuesto. ¿Cómo? Parece que las grandes movilizaciones en la calle no han servido durante los años de crisis.

-Es importante mantener esa movilización social, y sobre todo visualizar el vínculo entre lo que se habla en el G7 y nuestra realidad más cercana. Cómo el TTIP podría afectar por ejemplo a nuestros baserritarras, a la apuesta por el fracking o a los servicios públicos; cómo la alianza con las grandes empresas digitales como Google afectará al control de nuestras vidas, o al uso de nuestros datos; cómo se ahondará en nuestra dependencia energética y la lógica privada en la gestión del agua. Movilización, organización y agenda que nazca de lo cotidiano y que nos permita implementar otras formas de organizar la vida.

¿Qué hay del cierre de fronteras en Europa? Es curioso que estemos permitiendo un drama humanitario cuando la Unión Europea estableció unas cuotas para hacerle frente.

-La Unión Europea es uno de los principales adalides del poder corporativo y del capitalismo del siglo XXI. Sobre la tumba de la Europa de los valores se ha impuesto un proyecto explícitamente excluyente y antidemocrático, que practica la necropolítica: aliarse con el capital, dejar morir a ciudadanos y ciudadanas. El cierre de fronteras ejemplifica a las claras esta realidad: la legalidad internacional desaparece, solo importa el desarrollo del capitalismo. Hay que repensar de una vez si este proyecto, que como hemos dicho participa activamente en el G7, es algo que hay que repensar profundamente.

¿Es cierto que los grandes tratados comerciales que puedan negociarse en esta cumbre nos traerán la privatización y el desmantelamiento de las políticas sociales, entre otros grandes temas?

-Los tratados comerciales son la punta de lanza de la ofensiva pro-mercado que protagonizan las grandes empresas. En primer lugar, amplían la definición de comercio a prácticamente todo: inversión, compra pública, servicios, bienes naturales, competencia, innovación, etc. De este modo, estas cuestiones escapan al debate democrático, ya que entran bajo la lógica de los tratados.

En segundo término, imponen unos principios favorables a las grandes empresas: el acceso al mercado de estas como máxima, la seguridad de las inversiones como prioridad; tercero, generan nuevas estructuras que presionan a las instituciones para desregular los derechos, favoreciendo así el comercio y la inversión; y cuarto, imponen una nueva justicia privatizada, unos tribunales de arbitraje en los que solo las empresas denuncian a los Estados -nunca al revés-, si ven lesionados sus intereses pasados, presentes o futuros. Un blindaje político-jurídico en toda regla, una constitución corporativa global, un gobierno de facto de las multinacionales. La democracia agoniza en el altar del mercado. Y en el G7 se hablará de la posibilidad de crear el mayor espacio comercial del mundo bajo esta lógica el TTIP entre EEUU y la UE. Es fundamental mostrar nuestro rechazo frontal.