o por ser anunciado por las encuesta deja de ser destacable el gran triunfo, excelente resultado obtenido por el PNV ayer. Un victoria rotunda, más destacable aún en un contexto difícil, azotados por una pandemia y por una crisis económica cuyas consecuencias apenas hemos empezado a intuir. La ciudadanía confía, una vez más, en el buen hacer del PNV para superar los efectos negativos de la situación que nos ha tocado vivir. Es más, la ciudadanía ha reforzado con sus votos el acuerdo de coalición que ha sustentado el Gobierno vasco los últimos años, dándoles una cómoda mayoría absoluta. Se abre, pues, una nueva etapa. Una etapa que en la que los dos partidos que han conformado el Gobierno vasco tienen la mayoría suficiente para poder poner en marcha iniciativas que puedan superar la actitudes de bloqueo desarrolladas por parte de la oposición en las últimas legislaturas. Una oposición sin tregua, sin aportar soluciones a la hora de abordar los problemas de este País. Esta oposición inmisericorde ha sido liderada por EH Bildu, que en estas elecciones ha avanzado, al engullir gran parte de los votos perdidos por la formación morada. La gran damnificada, junto a la coalición liderada por PP-Cs. Estas dos últimas formaciones reúnen una seria de características que les son comunes. Desde Madrid, se ha priorizado el control de dichas organizaciones, interviniendo sus estructuras, desplazando a otros candidatos y candidatas e imponiendo un discurso muy alejado del sentir que pide la ciudadanía. En situaciones análogas, semejante descalabro traería consecuencias€ Pero mucho me temo que los que han tomado estas decisiones evitarán los focos y la asunción de responsabilidades. En definitiva, el PNV es el partido ganador de las elecciones, avanzando en todos los territorios, también en Bizkaia, donde aumenta su representación y capacidad de influencia€ Ahora toca lo más duro: abordar la reconstrucción. Tarea de la que nadie se debería excluir por intereses partidistas y electorales. Ahora toca volver a poner a Euskadi en pie, aceptando el mandato emanado de las urnas, cosa a la que algunos no están acostumbrados.