eorgia on my mind, la legendaria canción que popularizó Ray Charles en 1960, nunca ha estado tan cerca de todos nosotros.

Se ha solido decir que en los Estados Unidos se vota por el candidato y no por el partido, y que la política es menos partidista que en Europa, donde rige el principio de obediencia de partido. Si bien la primera parte de esta afirmación puede aún ser cierta, la segunda mitad ha dejado de serlo y desde hace al menos treinta años el principio de obediencia impera en el congreso. No existe un solo caso en los últimos diez años en los que una ley partisana haya sido aprobada gracias a los votos de disidentes del bloque político contrario. De hecho, cada vez es más difícil encontrar a un solo miembro de cualquiera de los dos partidos principales votando por una medida producida desde el bloque contrario. En suma, cada vez es más importante -y a día de hoy yo diría que absolutamente necesario- contar con la mayoría en ambas cámaras.

A pesar del Trum Show y de los ladridos del licenciado Giuliani, Biden ha ganado las elecciones con rotundidad: 81 millones de votos (51,3% de los votos emitidos) y 306 de los 538 votos electorales (56,8%). La cámara de representantes está en manos del Partido Demócrata pero el control por el senado está en juego. El próximo día 5 de enero es el último día para emitir el voto en la elección de dos senadores del estado de Georgia y el resultado determinará cuál de los dos bloques controlará la cámara durante los próximos dos años. El Partido Republicano parte con ventaja ya que cuenta con 50 senadores, por lo que le basta con ganar tan sólo uno de los dos senadores en juego para hacerse con la mayoría de 51 senadores (hay un total de 100 senadores, dos por estado). El Partido Demócrata por contra necesita ganar ambos escaños para obtener los 50 estrados que le ofrecerían el control del senado, ya que en caso de empate es el presidente de la cámara, la vicepresidenta Kamala Harris, la que cuenta con el voto de desempate. La única garantía de que el paquete de medidas legislativas de Biden en materia de asistencia sanitaria y seguridad social, inmigración, cambio climático, control de armamento, diversidad y equidad social y otras materias urgentes sean aprobadas es que ambos asientos sean para el asno azul. Y no se celebrarán elecciones al senado hasta el 8 de noviembre de 2022, cuando se renovarán 34 de los 100 escaños de esta cámara.

Nos encontramos ante una situación sumamente atípica en la que se han dado tres factores que prácticamente nunca concurren combinados. Las elecciones al Senado han terminado en un empate virtual de 48 votos azules frente a 50 rojos; falta por resolver una doble elección de senadores en un único estado (lo cual es muy extraordinario) y el resultado de estas elecciones decidirá el desempate. La razón de que se estén produciendo dos elecciones es que el senador republicano Johnny Isakson, que había cumplido tres mandatos, anunció a finales de 2019 que renunciaba a su cargo por cuestiones de salud. El gobernador de Georgia, el republicano Brian Kemp, nombró a Kelly Loeffler para reemplazar provisionalmente a Isakson el 6 de enero de 2020. Ahora la vacante está siendo disputada por la candidata incumbente Kelly Loeffler y el demócrata afroamericano Raphael Warnock.

En Georgia las elecciones se determinan en dos vueltas. Si un candidato no obtiene al menos el 50% de los votos en la primera vuelta, se decide el resultado por mayoría simple en la segunda. Esto tan sólo ocurre en nueve de los 50 estados, todos ellos en el Profundo Sur, y la explicación hunde sus raíces en la época de la segregación y represión de la minoría negra. En 1963 un político blanco, Denmark Groover, propuso el sistema de dos vueltas después de haber perdido la elección a causa de lo que él definió como "Negro block voting" o "bloque negro". Según Groover, era común que un único candidato afroamericano se presentara frente a un grupo de varios candidatos blancos, con lo que el voto negro se concentraba y el voto blanco se diversificaba, dando ventaja al candidato negro. No obstante, dado que en aquel tiempo era casi imposible que un candidato negro obtuviera el 50% de los votos, una segunda vuelta daría indefectiblemente la victoria al candidato blanco. Y este sistema ha demostrado ser efectivo: ningún candidato negro ha sido elegido nunca en Georgia. Más aún, tan sólo ha habido tres senadores negros en la historia del Sur, y dos de ellos fueron elegidos en 1870 y 1875, ambos en Mississippi. Esto es, con la excepción de Tim Scott de Carolina del Sur en 2013, el sistema de dos vueltas electorales -combinado con otras estrategias electorales y políticas- ha evitado la elección de senadores negros en los últimos 145 años de historia electoral en el Sur.

En noviembre, el candidato demócrata Jon Ossoff obtuvo el 48% de los votos emitidos frente al 49,7% del republicano David Purdue, que se quedó a tan sólo unos pocos de miles de votos de obtener el escaño. Por su parte, el candidato demócrata Warnock obtuvo un 32,9% de los votos frente al 25,9% de Loeffler. Dado que ninguno de ellos obtuvo el 50% necesario, compiten ahora en la segunda vuelta, en el que el candidato más votado obtendrá el escaño. El asno azul lo tiene cuesta arriba. Georgia ha sido un estado predominantemente republicano en cuarenta años: Biden es el primer candidato demócrata en ganar este estado en 28 años.

Si bien Warnock aventajó a su oponente republicana por siete puntos en las primarias, el segundo candidato republicano en aquellas elecciones, Doug Collins, obtuvo un 20% de los votos. Es presumible que la mayoría de ellos apuesten ahora por el candidato republicano blanco (que a su vez cuenta con la desventaja de ser mujer), con lo que Loeffler se podría hacer con un 45% de los votos. No obstante, a pesar de este handicap, los sondeos auguran unos resultados muy igualados, con prácticamente las mismas oportunidades de victoria para cada uno de los cuatro candidatos.

El mejor aliado de Warnock y Ossoff está siendo Trump, que ha dirigido su tramoya sobre fraude electoral contra el gobierno republicano de Georgia. Esta actitud ha enfrentado indirectamente a los candidatos rojos al senado con el gobernador y el secretario de estado de Georgia, ambos republicanos. Si bien Purdue logró una ventaja muy ajustada de dos puntos frente a Ossof en la primera vuelta, la intromisión de Trump en la escena electoral le puede restar unos pocos votos cruciales y dar la victoria al candidato demócrata por un estrecho margen.

Georgia está cambiando. El elefante está perdiendo terreno en su carrera con el asno, pero tal vez sea aún muy pronto para que el voto afroamericano decida la victoria demócrata a este estado intensamente sudista. Hoy, ambos candidatos republicanos parten con ventaja, pero no perdemos la esperanza. Como cantó Ray Charles, "Georgia, oh Georgia, sólo una vieja y dulce canción me trae Georgia a la mente, una canción, una canción tuya que viene tan dulce y clara como la luz de la luna entre los pinos, porque ahora, oh ahora, otros brazos me alcanzarán, y otros ojos me sonreirán tiernamente. Y yo veo aún en sueños de paz, veo el camino que te trae de regreso, sí".